Nos forma aquello que deseamos. Esta es una de las primeras frases que John Irving (New Hampshire, 1942) pone en boca de Billy Abbott, un escritor bisexual de 70 años que rememora su huérfana y tragicómica búsqueda de una identidad sexual desde los 13 años hasta 2010. Obstinado con ser escritor, Billy se enamora sin saberlo de una bibliotecaria transgénero y se siente atraído por el novio de su madre y por un compañero de clase. Así aprende que le gustan tanto hombres como mujeres y que, en palabras del autor, "es una minoría dentro de una minoría ya que genera desconfianza tanto en la comunidad homosexual como en la heterosexual". Recién publicada en español, Personas como yo es por sobre todo un enérgico alegato en favor de la diversidad y la libertad sexual.

La historia de Billy arranca en los años 50, en la generación de John Irving. Como el autor, también tiene un padre ausente, una madre que trabaja en un teatro local y aparecen los clubes de lucha, deporte que Irving practicó y luego entrenó hasta los 47 años. "Billy no soy yo", dice, pero está hecho con sensaciones de su juventud.

Se trata de su 13ª novela y, a su juicio, es la cuarta más política dentro de su obra. Esta junto con El mundo según Garp se adentran en la intolerancia sexual; Oración por Owen, contra la política de Vietnam, y en Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra reivindica el derecho al aborto.

"La tolerancia sexual y el derecho al aborto siempre han sido de mi interés. Son temas que dirijo contra la rigidez hacia la sexualidad que existe en mi país. Cada una de mis novelas es sexualmente explícita en modos que irritan y ofenden a los conservadores de EE.UU.", dice Irving a La Tercera en la presentación del libro en Barcelona.

"Aquellos que han leído mis novelas sabrán que siempre me ha interesado mucho la figura del outsider", explica Irving. Por ello, en este recorrido de seis décadas que conforma Personas como yo está presente la lucha por la legitimación social de los transexuales, gays y lesbianas. Son claves aquí los personajes transgéneros alejados de cualquier descripción cliché.

"De alguna manera pretendía comparar y contrastar esa ventana de tiempo brevísima que se produjo con la liberación sexual y con la liberación homosexual, donde la sexualidad floreció por cinco minutos, hasta que se produjo la gran epidemia (Sida)", explica Irving ante el dramatismo que adquiere la novela cuando entra en los 80. "No tengo modo alguno de recalcar la injusticia tremenda que representó esa plaga. Fueron tantos los jóvenes que murieron, que estaban en el alba de sus vidas y cómo esta epidemia alimentó a la comunidad homofóbica de que esto era un castigo divino completamente justificado y completamente comprensible".

"El silencio de Ronald Reagan durante los años 80 espero que le condene para siempre como el presidente más irresponsable de la historia de EE.UU. Nunca pronunció la palabra Sida en ninguno de sus discursos durante los siete años que duró su gobierno", asegura. "No hay presidente de los EE.UU que haya conocido a más personas homosexuales que él, que fue un mal actor de Hollywood y presidente del sindicato de actores. Las personas que murieron eran amigos, ex amigos y colegas suyos, y eso es imperdonable".

Como pura casualidad considera que la publicación de la novela haya coincidido con el debate sobre el matrimonio igualitario. "Durante los ocho o nueve años que esta novela ha existido en mi cabeza no podría ni imaginarme que el tema del matrimonio homosexual se iba a estar debatiendo en titulares en mi país". Pero la coincidencia más feliz, dice, es que en 2009, cuando se sentó a escribirla, su tercer hijo se declaró homosexual. "Hace nueve años tenía 10 añitos y yo no tenía ni idea de cómo evolucionaría su sexualidad y que a la edad de los 19 diría con toda convicción y orgullo que es homosexual. Entonces, cuando la empecé a escribir consideré una fortuna saber que si esta novela no le gusta o no la entiende nadie, al menos habrá un lector importante para mí que la entenderá y disfrutará y que será mi hijo".