Se conocieron en un mal momento de sus vidas. Cada uno con su propio drama. "Vamos a trabajar juntos", le dijo Gabriel Dickinson, en el Departamento de Policía, a Marta Rodriguez-Johnson, ambos destinados a una división de casos sin resolver. Los dos se dedicarían a revisar expedientes de procesos archivados. "Todo el mundo quiere ver cómo sales del hoyo", le había dicho el jefe a Gabriel, quien arrastraba varias suspensiones por su problema con el alcohol. Mientras, Marta había llegado al piso de los archivos, luego de haber pasado por Narcóticos.

¿Cómo redimirse de los errores? "Resolver un homicidio sería el mayor desafío; pero encontrar respuestas, montar un caso que pudieran llevar a juicio sería lo que más titulares atraería. Ambos comprendieron que prácticamente no tenían posibilidades", cuenta el narrador de Personas desconocidas, la nueva novela del autor estadounidense John Katzenbach (66), que acaba de llegar a librerías publicada por Ediciones B.

Destinados a un cuarto con poca luz y papeles amontonados, Marta y Gabriel se encontrarán con una serie de casos impunes: asesinatos, violaciones, secuestros... Pero hay uno en particular que los inquieta: la desaparición de Tessa, una chica de 13 años, cuyo rastro se perdió en 1996.

Maestro del thriller psicológico, Katzenbach fue reportero policial en diarios como The Miami Herald y The Miami News y escribió reportajes para The New York Times. Ha publicado 14 novelas y desde la primera su literatura ha estado ligada al cine. Su debut fue en 1982 con Al calor del verano, llevada a la pantalla grande como Llamada a un reportero. Además, han llegado al cine sus novelas Juicio final (1992) con Sean Connery y La guerra de Hart (1999) protagonizada por Bruce Willis. Su mayor bestseller ha sido El psicoanalista (2002). Ahora prepara una secuela del volumen; es lo que cuenta Katzenbach, entre otras cosas, a La Tercera.

¿Cómo nació la historia de Personas desconocidas?

La historia se desprende de un caso muy famoso de un adolescente desaparecido en la región de Massachusetts, donde yo vivo. Durante más de una década esta desaparición atormentó a las autoridades, hasta que un cazador encontró algunos huesos dispersos en el bosque. Pero lo que me intrigó, cuando pensé en ello, no fue el asesino en serie que asusta a todos los propietarios de viviendas suburbanas y se vuelve favorito de la prensa sensacionalista... Más bien me pregunté: ¿qué otras razones podría tener alguien para desaparecer a la edad de 13 años? Intentar responder esa pregunta me permitió construir la base de la novela.

Usted ha dicho que "todos mis libros tienen que ver con una búsqueda", más allá de los casos concretos. ¿Cuál es la búsqueda en su nueva novela?

La "búsqueda" en mis libros suele tener lugar en dos espacios distintos: hay preguntas concretas vinculadas al misterio, que necesitan respuestas. Pero esta búsqueda lleva, invariablemente, a que los personajes se hagan preguntas ellos mismos. Por lo tanto, para crear tensión entre lo interno y lo externo, intento hacer que estos dos hechos funcionen en pistas estrechamente conectadas, para luego unirlas. Nunca subestimes la importancia de extender las emociones de los personajes. Cuando descubren algo relevante sobre una situación, tiene un impacto doble. Esto subraya el sentido de identificación en el lector y la tensión que lo acompaña. En otras palabras, un escritor quiere que el lector sienta ansiedad en más de una forma. Realmente creo que trabajé duro este concepto en Personas desconocidas.

¿Cree que Gabriel y Marta buscan la redención de la sociedad?

Lo que pienso de ellos y que me ha gustado mucho es: Gabe y Marta, en un principio quieren que la sociedad los vuelva a aceptar, porque ese es el deseo predecible de alguien en desgracia. Pero a lo largo de la novela, descubren que la redención puede tener muchas caras. Al final, están menos preocupados por los ojos de la sociedad que por sus propias emociones.

¿Por qué cree la gente continúa interesándose en el thriller psicológico?

Creo por la sencilla razón de que este tipo de historias apelan a lo más profundo de uno, y al mismo tiempo plantean preguntas, lo que permite que brille una luz sobre la parte más oscura de nuestros sentimientos. Esta es una fórmula poderosamente atractiva. Es una exploración. La mejor literatura es siempre acerca de este tipo de combinación. Lo dicen obras como Caín y Abel, Hamlet y Los hermanos Karamázov... Y no dejemos de lado El silencio de los inocentes.

¿Prepara un nuevo libro?

Sí. Ahora estoy trabajando en un nuevo libro. Por primera vez en mi carrera de escritor, he decidido volver a una historia anterior y escribir una secuela. Hace varios años escribí El psicoanalista. Tal vez esa historia no ha terminado...

¿Qué le parece el fenómeno editorial de la autoficción?

Lo cierto que no es mi estilo. Realmente pienso en mí mismo de una manera mucho más tradicional. Pienso en una historia, luego en la mejor manera de contarla. Lo otro es trabajar con las obsesiones que hay ocultas en uno. A veces, me temo, que cuando tratamos de rediseñar nuestro pasado no siempre funciona tan bien.

¿Qué opina de Donald Trump y su relación con la prensa?

Permítanme decirlo sin rodeos: la denigración de Donald Trump a la prensa es constante, es probablemente el momento más peligroso que ha enfrentado Estados Unidos en 200 años. Sus palabras amenazan la esencia misma de nuestra democracia. La caída de las Torres Gemelas no amenazó nuestra Constitución, Pearl Harbor no amenazó nuestra Constitución, la Gran Depresión no amenazó nuestra Constitución... Y podría seguir. ¿Pero querer "cambiar" nuestra Primera Enmienda porque los periodistas que él percibe como "deshonestos" lo incomodan con historias que él mismo protagoniza y que luego tilda de ficción? Eso hace Trump.