Johnny Herrera es uno de los símbolos de Universidad de Chile. El nacido en Angol se mantuvo en el equipo azul desde su formación hasta 2005, cuando ya demostraba que podía ser uno de los mejores arqueros del país.
En 2006, parecía que la carrera del meta podía comenzar su despunte. Corinthians, en ese momento campeón del torneo brasileño, puso sus ojos en él y lo contrató para reforzar el equipo que, durante ese año, aspiraba a quedarse con la Copa Libertadores. Javier Mascherano y Carlos Tévez eran las figuras de un poderoso equipo, armado para pelearlo todo.
El arquero chileno no tuvo suerte, sin embargo. Primero por líos con los cupos de extranjeros, que lo marginaron al banco de suplentes, y luego por gusto (o disgusto) del entrenador, que nunca confió en el sureño para custodiar el arco del Timao.
La campaña del cuadro de Sao Paulo estuvo lejos de las expectativas. Amenazado por el descenso durante todo el año, finalizó el campeonato en el décimo lugar, pese a que en un momento llegó a ser colista. En Copa Libertadores, además, fue eliminado en octavos de final a manos de River Plate y, luego, en la Sudamericana, quedó fuera en la misma ronda, esta vez frente a Lanús.
Por lo mismo, tras un año para el olvido, vino una reestructuración. En ese proceso, Herrera fue declarado transferible, lo que provocó su retorno a Chile para jugar en Everton de Viña del Mar.
Fue la única experiencia del arquero en el extranjero. Para el olvido. Once años después, vuelve al mismo lugar, ahora con 35 años y como referente de la U, buscando un triunfo que sirva para levantar la alicaída imagen internacional que han dejado los estudiantiles durante los últimos años. El de Angol, quizás, buscará una pequeña revancha personal.