"Nací en California. Pero en mi infancia viví en Taiwán, en Liberia, en Corea, en Indonesia y en Colombia", dice Jon Lee Anderson (56) antes de todo. Sólo para presentarse. El periodista de la revista The New Yorker tiene su centro de operaciones en Inglaterra. Es donde vive su familia, pero es el lugar donde menos tiempo pasa durante el año.

El padre de Anderson era asesor agrícola de EE.UU. en Oriente y América. De ahí nace el historial de viajes en su vida. La semana pasada, el cronista y corresponsal de guerra estaba en Nueva York, entregando un reportaje para la prestigiosa revista estadounidense. Es un artículo sobre Cuba a través de la mirada del escritor Leonardo Padura (El hombre que amaba a los perros), con quien conversó largas horas, durante dos semanas, en La Habana. "Fui también para tomarle el pulso a la isla", dice Anderson. El lunes pasado, The New Yorker publicó el extenso artículo, titulado Private eyes.

No era primera vez que Anderson estaba en Cuba. Entre 1992 y 1995 se instaló con su esposa y sus tres hijos. De la estadía nació Che Guevara: una vida revolucionaria (1997), una de las biografías más reputadas sobre el guerrillero argentino.

Anderson estará en la próxima Feria del Libro de Santiago, que parte el viernes 25. Referente de la crónica en la región, participará en los Diálogos Latinoamericanos, junto a autores como Rodrigo Rey Rosa, Edmundo Paz Soldán, Leila Guerriero y Patricio Fernández, entre otros. Su turno en la Estación Mapocho será el miércoles 30, a las 20 horas, en la sala Camilo Mori.

Tallerista de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, entre sus perfiles hay retratos de Gabriel García Márquez, Hugo Chávez, Fidel Castro, el rey Juan Carlos de España y Saddam Hussein. Un pez gordo y difícil de capturar fue Augusto Pinochet, quien protagoniza su libro El dictador, los demonios y otras crónicas.

Anderson logró entrevistar a Pinochet en Santiago e Inglaterra, en 1998, antes de que se internara en The London Clinic. Con el perfil publicado en The New Yorker dicen que alertó al juez Baltasar Garzón. Luego vino su reclusión en Virginia Water. El resto de la historia es conocida.

"Con mi trabajo intento inquietar y estorbar a la conciencia de esas personas que tienen poder. Intento descifrar cómo piensan y desde ahí escribo", ha dicho Anderson sobre su elección al hacer sus perfiles.

Hombres salvajes

El itinerario de Anderson no se detiene. Entre fines de este mes y diciembre estará en Chile, México, Brasil y Colombia.

¿Qué opina de la crónica actual que se desarrolla en Latinoamérica?

Creo que hay un boom de la crónica en el continente. Son autores muy creativos y es muy reconfortante lo que ha pasado con el género en estos últimos 10 años. Creo que los periodistas de Latinoamérica se vieron influenciados por la ficción y el Nuevo periodismo norteamericano, con representantes como Gay Talese. También la Fundación Nuevo Periodismo permitió que se conocieran nuevos autores, como Alma Guillermoprieto y Tomás Eloy Martínez. Luego vendría la influencia de Ryszard Kapuscinski, cuando su obra comienza a traducirse al español.

¿Qué nombres le interesan?

Juan Villoro es un gran referente para muchos cronistas latinoamericanos. De Chile me interesan Juan Pablo Meneses, Cristian Alarcón y Patricio Fernández. De las nuevas generaciones están los nombres del peruano Marco Avilés y Oscar Martínez, de El Salvador. Y peco, por supuesto, porque hay muchos más autores.

En lo inmediato, ¿qué personajes le gustaría perfilar?

Hace poco compartí con el actor mexicano Gael García Bernal. Me parece una persona interesante, porque no es simplemente un actor; también tiene una intensa vida política y, además, me permitiría referirme a México. Entre los mandatarios iría por Raúl Castro (Cuba), Cristina Fernández (Argentina) y Rafael Correa, de Ecuador.

En la Feria del Libro hablará sobre la violencia y la política en la literatura latinoamericana...

Así será. Como persona aborrezco la violencia, como es natural, pero como escritor es mi musa. El fenómeno humano que ha sido mi piedra de toque hace muchos años. Es la forma más antigua y salvaje que el hombre utiliza para imponerse sobre la naturaleza y sobre otros. El hecho de que persista significa que seguimos ligados a nuestro origen más primordial.

¿Le hubiese gustado hacer un reportaje sobre la exhumación de los restos de Pablo Neruda?

No tuve tiempo de seguir el caso. Sin embargo, me impactó, y pensé que era otra situación de esas como fue con el Che Guevara o García Lorca en España, en donde la historia es inconclusa por falta de justicia plena. Aunque en el caso de Neruda su muerte fuera por causas naturales, sigue siendo una muerte simbólica de lo que sucedió, casi como una condena por muerte al Golpe Militar.