Con Harlem shake, la canción que acompaña la última moda de YouTube, salió anoche a actuar el grupo Jonas Brothers en Viña 2013. Con una Quinta Vergara repleta, pese a que ya era la 01.50 horas, el karaoke fue instantáneo desde que Nick Jonas entonó las primeras frases de Paranoid, de su cuarto disco. Sus dos hermanos lo secundaron y tras un breve "hola" como saludo, fue el turno de Still in love with you, mientras en las graderías las fans movían globos blancos y se desataba el fervor.
El día de los hermanos Jonas, eso sí, había partido más temprano: ayer por la mañana hicieron una prueba de sonido de unos 20 minutos en la Quinta, subiéndose al escenario a las 10.40 de la mañana. Las 200 fanáticas que hacen guardia en Avenida Marina tuvieron que esperar hasta ayer, a las 13.20 horas, cuando Kevin, Joe y Nick se asomaron de un balcón del hotel, desatando la primera estampida de la jornada y un griterío que se extendió por mucho más que los 30 segundos en que los estadounidenses saludaron.
Cuarenta minutos después, tres van salen veloces desde el subsuelo del hotel, en dirección a Valparaíso. Las "jonáticas" corren, se pisan, ruedan por el suelo. Palmotean la furgoneta del medio, dorada, donde los tres hermanos viajan junto a Blanda Eggenschwiler, la novia de Joe Jonas.
Ya en cerro Esperanza, los autos se detienen para tomar una curva y estacionar en el restaurante Portofino, en Valparaíso, y que también había recibido la visita de Miguel Bosé. Un jeep negro, con las cinco seguidoras más rápidas, los abordan. Acceden a bajarse. "Esperamos un montón de diversión y energía. Vimos algo anoche en televisión, y pensamos que es muy excitante. No podemos esperar a verlos esta noche", dice Kevin Jonas, el mayor, interrumpido por varios I love you y la entrega del galvano que le hace la presidenta del fan club Jonas Chile.
María José Hernández (17) es una de las chicas que los sigue en su recorrido y su esfuerzo se ve recompensado: ella y cuatro amigas "jonáticas" vieron a sus ídolos, los saludaron, lloraron y temblaron antes de que los tres hermanos subieran a una van, se despidieran y partieran.
En el restaurante, las fanáticas alcanzan el centenar. Quince policías de Fuerzas Especiales vigilan el cordón de seguridad. Adentro, los hermanos abrieron con un carpaccio de atún y siguieron con un congrio. Para terminar, café capuchino y americano. Cerca de las 16 horas, ya van de regreso al Sheraton. Afuera del restorán Portofino, tres de ellas se tiran sobre la acera, a tocar el suelo que pisaron.
En tanto, anoche en la Quinta Vergara los llantos y el furor se repartieron entre dos generaciones situadas en veredas dispares, casi sin vínculo: quinceañeras que asistían a su primer recital con seguidoras históricas que ya habían aplaudido a Bosé en todos sus cambios de piel. Aunque las primeras ganaban por paliza, ostentando la frescura juvenil de quien puede gritar hasta quedar con la garganta destrozada, las otras se las arreglaron para batallar contra el desequilibrio.
Era el caso de Marcela Barahona, de 30 años, quien adornaba su cabeza con un sobrio cintillo con el nombre del español, mientras sus sobrinas, acompañadas de amiguitas colegiales, lucían gorros con orejas, pulseras fluorescentes y carteles de cartulina con declaraciones de fidelidad eterna a los estadounidenses. Mientras las seguidoras del clan Jonas habían llegado a las 19 horas, las del hombre de Linda sólo habían arribado, tranquilas, 20 minutos antes del inicio del show. El cara y sello del fervor que se vivió anoche en la tercera jornada de Festival.