En plena campaña presidencial de 2009, el entonces candidato Jorge Arrate visitó a los dirigentes de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) encarcelados en la cárcel de Concepción. Ahí conoció al líder, Héctor Llaitul, quien cumple 14 años de condena por atentar contra un fiscal. De esos encuentros surgió en 2012 el libro Weichan, conversaciones con un weychafe (guerrero) desde la prisión política, una biografía política de Llaitul. "Esa experiencia me hizo ver la problemática mapuche desde una ventana distinta", cuenta.

¿Qué aprendió del conflicto?

Yo, como muchos en la izquierda, simplemente rechazaba la pobreza y discriminación que viven los mapuches, pero no estaba consciente de que son una etnia con una identidad viva, religión y una cosmovisión particular. Eso no lo entienden los chilenos, o no lo quieren entender, por lo que se han implementado básicamente políticas integracionistas que aspiran a que los mapuches se contenten haciendo joyas y artesanías. Se busca extinguirlos e integrarlos forzosamente. ¡Decir que somos un solo pueblo o un "país blanco" es un invento decimonónico!

¿Qué nos falta por comprender?

Nadie se pregunta por qué Lautaro y Caupolicán son vistos como héroes, mientras que sus descendientes son criminalizados y tratados como terroristas (...) La mirada economicista está en el centro del problema mapuche. Se dice que La Araucanía es la región que menos crece y que este conflicto traba sus posibilidades. Sin embargo, nadie les ha preguntado a los mapuches si quieren crecer como el resto de Chile. Al conocer su visión del mundo, uno entiende que tienen otros objetivos. Los mapuches se basan en la comunidad y no buscan generar excedentes económicos. Indiferentes a esto, los chilenos quieren imponer su propio modelo de desarrollo.

¿Faltan interlocutores representativos del mundo mapuche?

Históricamente, los mapuches nunca han tenido una autoridad central, como sí la tenían los aztecas, incas y mayas. Para ellos la autoridad es más horizontal que vertical. Lo interesante es que hoy, pese a los múltiples y variados liderazgos, todos plantean dos reivindicaciones centrales: lograr la autonomía y remarcar la importancia del territorio.

¿Se justifica el uso de la violencia en ciertos casos?

Es un tema filosóficamente muy complejo. Santo Tomás justificó la violencia y el código penal la acepta cuando es legítima defensa.

¿Frente a este conflicto se entiende la violencia?

No sé. Eso hay que examinarlo y ver los grados con que se aplica, pero por cierto que no se justifica el matar gente.

¿El asesinato de los Luchsinger Mackay es un acto terrorista o un crimen común?

Es un hecho deplorable.

¿Un acto terrorista?

La ley Antiterrorista ha sido aplicada casi exclusivamente para los mapuches y con un criterio que los tribunales internacionales no reconocen. Como el concepto de terrorismo no está bien definido, se usa de manera muy amplia y se engloban hechos que no lo son. Además, esta ley viola los derechos básicos de un acusado. También me parece muy mal que se le haya puesto urgencia a la ley Hinzpeter; estas leyes represivas sólo contribuyen a "echarle leña al fuego".

Diálogo positivo

¿Cómo se soluciona el conflicto?

Yo no tengo la "fórmula mágica", pero el problema de fondo a resolver es la contradicción entre el pueblo mapuche y los grandes conglomerados forestales, mineros e hidroeléctricos. Los descendientes de los colonos están siendo utilizados para presentar una lucha entre ellos y los mapuches, cuando en realidad el principal problema es otro.

¿Cuál?

La industria forestal, subsidiada por el Estado, ha invadido los territorios mapuches, lo que ha producido un gran éxito exportador. Sin embargo, si Chile quiere reconocer a este pueblo, que tiene una estrecha relación con su tierra, hay que respetar su territorio.

¿Cómo se ha manejado el gobierno?

Existe un claro doble estándar entre la forma en que las autoridades políticas, tanto de la derecha como de la Concertación, han tratado el asesinato de los Luchsinger versus el crimen de Catrileo. Hay una mirada racista de los mapuches, se les disminuye y se viola su dignidad. Cuando ellos hacen públicas sus demandas, inmediatamente se les califica de terroristas y es a los últimos a los que se les escucha. Por eso es que el gobierno debería dialogar con todas las organizaciones mapuches representativas, sin exclusiones. También es urgente parar la violencia en La Araucanía y su militarización.

¿Qué deben ceder los mapuches para alcanzar una solución?

No soy ni deseo ser vocero de los mapuches, no me identifico con ninguna de sus organizaciones. Mi opinión es estrictamente personal. Por ahora, no tienen nada que ceder. Ellos son las víctimas, los perseguidos. Hoy es el momento de escucharlos sin pedirles nada a cambio. Los asesinatos de Matías Catrileo y del matrimonio Luchsinger han generado una atmósfera que ha permitido mayor apertura para discutir los temas. ¿Hasta dónde llegará eso? No lo sé, porque los grandes intereses económicos están tras bambalinas y obstaculizan cualquier solución.

¿La mesa de trabajo del gobierno contribuye a acercar posiciones?

Todo esfuerzo que ayude a dialogar de manera amplia y sin agendas restringidas es positivo. Para avanzar en este tema es indispensable que se reconozca constitucionalmente a los pueblos originarios y a Chile como un Estado plurinacional. Además, se debe abordar el tema de la autonomía y el de la tierra. Si bien yo valoro la restitución de tierras, ese ha sido un paliativo insuficiente.