Jorge Burgos, ex ministro del Interior durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, lamenta la salida de 31 dirigentes históricos de la colectividad el viernes pasado, entre ellos Mariana Aylwin. Con muchos, dice, compartió por años en diversas instancias partidistas y en los gobiernos de la Concertación. Burgos fue diputado entre 2002 y 2014 y antes ejerció como embajador en Ecuador, subsecretario de Guerra y del Interior.

Burgos, quien sigue en un proceso de reflexión sobre su propia continuidad en la Democracia Cristiana, aún cree posible rescatar la identidad partidaria debilitada. Dice que esto dependerá de sus militantes, y en particular de los dirigentes que integran la junta nacional, cónclave convocado para el 27 y 28 de enero para debatir sobre la política de alianzas y el rumbo ideológico de la colectividad.

Usted planteó hace unas semanas que había pensado en renunciar. ¿Lo sigue pensando?

Sí, probablemente, como muchos militantes de la DC, hemos pensado en estos días qué hacer, qué es más honesto. De hecho, muchos de los que han dado el paso son personas con las que no solo comparto militancia, sino también amistad por décadas. Yo abrigo aún alguna esperanza de que sea posible y tenga sentido seguir en el partido. Desde luego, creo que muchos de los renunciados lo han hecho a la orgánica, no a las ideas socialcristianas.

El grupo que renunció pretende crear un nuevo referente y acercarse a otros colectivos de centro, como Ciudadanos. ¿Le parece que ese es el camino?

Como le decía, pienso que, siendo complejo, aún es posible rescatar el sentido humanista cristiano del DC, un partido que está en la política para hacer mejor la vida, en especial de los más pobres , que cree en la iniciativa privada, que busca la justicia social en su actuar y en su testimonio, que cree en un Estado subsidiario que no ahoga, que cree en el crecimiento como un instrumento insustituible, generador de reformas sustentables y graduales y que busca converger con otros partidos o movimientos que compartan la esencia de esos principios.

Los militantes que renunciaron critican el giro a la izquierda de la DC. ¿Cuál debe ser el domicilio de la DC ahora?

La DC, para subsistir, debe seguir siendo un instrumento para la solidaridad en la política, sin complejos; desterrar el "si bien es cierto, no es menos cierto "; claridad doctrinaria; saber interpretar mejor la sociedad que hemos ayudado a construir. Más que domicilio, ideas claras y valentía para decirlas.

¿La DC perdió su identidad?

Sí, en particular en los últimos años, los de la fenecida Nueva Mayoría, caímos en indefiniciones y muchos funcionarios confundieron lealtad con incondicionalidad.

La historia de la DC es de fracturas permanentes. ¿Cuán grave es esta fractura en relación a las anteriores?

Es grave, y en desarrollo, tuvo varias otras y las sorteó. Está por verse.

Como la DC italiana, ¿la DC chilena está condenada a desaparecer?

No hay instituciones condenadas a desaparecer, tampoco hay las que tienen asegurada su supervivencia. Su suerte dependerá de las personas que la integran, en particular de sus dirigentes miembros de la junta nacional.

¿Cree que la salida de este grupo favorezca a los sectores internos de la DC que buscan reeditar una coalición de centroizquierda, incluso con el PC?

Ya la incorporación del PC a la coalición de gobierno tuvo un costo electoral para la DC, convertirnos en una coalición de oposición con el PC y Frente Amplio no se entendería.

¿Ve posible la alternativa de una alianza entre partidos socialcristianos, socialdemócratas y social liberales, como plantea el senador Ignacio Walker?

Coincido con Ignacio Walker. Allí está el espacio para converger, lo hicimos durante 20 años y con éxito. Sin hablar de tanto legado, fuimos capaces de dar continuidad. Es cierto que no es la misma sociedad, pero ahí está el desafío. He oído posiciones desde el PPD, desde el PS, que permiten abrigar expectativas, aunque el camino sea largo.