Para su entorno más privado, es una suerte de inyección anímica. Una señal de que -pese a las complejas consecuencias que trajo el infarto cerebrovascular detectado en febrero- el destino tiene que seguir su curso y las novedades musicales deben volver a ganar espacio. Esta semana, el staff de Jorge González, y el propio músico, determinaron la salida de un nuevo sencillo en radios y plataformas virtuales, precisamente como una manera de entregar un impulso más alentador al difícil tratamiento de rehabilitación que enfrenta el sanmiguelino.
Se trata de Nada es para siempre, canción grabada en octubre pasado en su estudio casero en Berlín -ciudad donde reside desde 2011- y que integrará su nuevo trabajo, bautizado como Trenes y cuyo estreno asoma aún incierto, ya que dependerá de su actual proceso de recuperación.
Un tema donde el cantautor vuelve a hacerse cargo de casi la totalidad de los instrumentos, como bajo, piano, armónica y secuencias, con el solo aporte de Jorge Delaselva en guitarra eléctrica, integrante de su actual banda de apoyo y quien registró su parte en Santiago.
Un carácter austero y autodidacta que también merodeó sus últimos lanzamientos, como Libro (2013), quizás su producción más íntima y desgarrada; y Naked tunes (2014), su primera pieza en inglés y facturada bajo el alias de Leonino. Tanto el cantante, como su propio círculo, ya hablan de una "trilogía de Berlín", la que completará Trenes y tal como alguna vez David Bowie definió los álbumes que ideó junto a Brian Eno en su vida en la capital alemana a fines de los 70.
De hecho, todas las composiciones que forman Trenes -cuyo título y carátula de su primer single evocan la estética viajera del hit Tren al sur- también fueron completadas y grabadas a fines del año pasado, con el disco ya en plena etapa de fabricación durante las últimas semanas. En lo concreto, antes del accidente que puso una pausa en su carrera desde hace poco más de un mes, González ya tenía un álbum hecho, listo para su estreno.
Haciendo foco en el sonido, Nada es… recoge la sensibilidad intimista que ha cruzado la adultez creativa del ex Prisionero, con una delicada armónica sobre el inicio, un piano que va acompañando el testimonio de adiós y fragilidad hilvanado por la letra, y un coro de claro timbre gospel, en sincronía con el gusto por la música negra que ha cruzado de manera elocuente el último tramo discográfico del chileno. En términos más gráficos, asoma como una continuación natural de lo exhibido en Libro, casi como un track que no alcanzó a ser parte de ese listado definitivo.
En torno a la inspiración, y las experiencias que explican su letra y su título, el propio autor entrega un puñado de conceptos: "Cuando las palabras se gastan, hay que aceptar, supongo, que nada es para siempre. Hacer maleta, ponerse la botas, bajar la escalera y llamar un taxi, decir adiós. Como tantas veces no saber adonde de verdad te vas, porque se suman las heridas, como saber si derretiste el hielo, como se borra el final de la canción".
En lo relativo a su estado de salud, el hombre de Estrechez de corazón continúa su terapia de rehabilitación con especialistas de distintas disciplinas, proceso que, según sus representantes, lo tendrá al menos tres meses fuera de los escenarios y de toda actividad pública (de hecho, fue el gran ausente del festival Lollapalooza realizado el último fin de semana).
Tras la fase inicial del tratamiento, el músico tiene planificado volver a su casa en Europa. Por ahora, su situación sigue siendo de cuidado, aunque sus cercanos estiman que el estreno de Nada es para siempre funcionará, al menos desde el punto de vista anímico, como el mejor de los antídotos.