CAMINANDO en medio de lo que era la cocina de la casa de Werner y Vivian, sus padres, Jorge Andrés Luchsinger Mackay (47) recuerda lo que hizo horas antes de recibir el angustiante llamado de auxilio de su madre, la madrugada del 4 de enero recién pasado. "En mi casa dejé los vehículos lejos de la vivienda, por si me la quemaban", señala mientras con sus pasos crujen los restos de madera calcinada que dominan el suelo.

Pero aquella noche, las víctimas fueron sus padres. Jorge fue la primera persona en llegar a la casa del fundo Lumahue, en Vilcún, que minutos antes había sido atacada e incendiada por desconocidos. El único formalizado, el machi Celestino Córdova, fue detenido a 600 metros de la casa, con una bala en su tórax, que habría sido disparada por Werner Luchsinger para defenderse.

Por horas buscó a sus padres en los alrededores, creyendo que los habían sacado de la casa antes de prenderle fuego, pues ese era el estándar seguido en los otros atentados registrados en La Araucanía.

Hoy, mientras evalúa, junto a sus hermanos, conservar y recuperar el lugar donde se produjo el crimen, Luchsinger Mackay revive esa triste jornada:

"A las 01.15 horas recibí el llamado de mi mamá. Me sobresalté de inmediato y la escuché mientras me pedía auxilio porque estaban siendo atacados y el papá estaba herido. Sólo alcancé a decirle que iba de inmediato y en el camino llamé a mi hermano Jaime, para que se encargara de avisar a Carabineros y a Bomberos porque yo venía manejando muy rápido. Después llamé a mi primo Germán para que les avisara a los vecinos. De mi casa no vine armado ni con linterna y se me ocurrió mantener la línea del teléfono abierta cuando llegue a la casa de mis padres. Asumí que me vine muy rápido y pensé que podía encontrarme con los atacantes dentro de la casa o en el jardín y era importante que mi primo Germán escuchara si es que me pasaba algo para que le avisara al resto de la familia".

¿Con qué se encontró cuando llegó?

Llegué al sector trasero de la casa y ya estaba en llamas. Había un humo impresionante. Pisé algunos casquillos de balas y vi panfletos en el suelo, pero no los tomé en cuenta en ese momento. Luego di la vuelta a la casa, quebré uno de los ventanales de la sala de estar y grite los nombres de mis padres. Empecé a buscarlos afuera porque detecté que había un cerco del jardín cortado y asumí que se los habían llevado hacia afuera, como había ocurrido en otras oportunidades. Nunca se me pasó por la cabeza que estuvieran dentro de la casa. En los minutos siguientes escuché un grito que venía de un bosque cercano. Fui en la camioneta para alumbrar, porque pensé que eran quejidos de mi mamá, pero no vi a nadie y volví a gritar sus nombres. A los minutos llegó Carabineros y rompí otro ventanal, mientras llamaba a mis padres por teléfono, pero no contestaban. Un buen rato después sentí olor a bencina. Mientras ocurría eso, Carabineros lanzaba bengalas, entiendo que para ubicarse entre ellos porque había lugares que no conocían.

¿Cuándo asumió que sus padres podían estar muertos?

Eramos cerca de seis o siete personas quienes salimos en diferentes vehículos a buscar en el campo, en los potreros y alrededor de los canales de riego. El pasto estaba muy largo y nos caímos al agua varias veces, entre la oscuridad y la densa niebla que apareció después del incendio. Hasta que me informaron que habían encontrado un cuerpo dentro de la casa, toda la noche estuve pensando que a mis papás se los habían llevado a algún sector cercano. No di por hecho que estuvieran dentro de la casa hasta que Bomberos nos avisó, cerca de las siete de la mañana.

En esa fecha se cumplía el quinto aniversario de la muerte de Matías Catrileo. ¿Habían tomado alguna precaución especial?

Teníamos algunas precauciones especiales. No muchas, porque como personas comunes y corrientes no tenemos mucho más que hacer. Esa noche en mi casa dejé los vehículos lejos de la vivienda, por si me la quemaban, escondí otras cosas, previendo un poco las consecuencias de que algo me pasara a mí. Antes de acostarme, recuerdo que verifiqué que mis teléfonos estuvieran funcionando y que tuviera activo el Whatsapp, para comunicarme con quien correspondiera en caso de alguna emergencia. Me acosté semi vestido, porque había pensado venir a la casa de mis papás a eso de las cuatro de la madrugada a dar una vuelta, para ver si estaba todo normal. Ya lo habíamos conversado con los vecinos. A ambos lados de la casa han quemado instalaciones y estábamos razonablemente preocupados de que algo podría pasar.

El intendente Andrés Molina dijo que a sus padres se les ofreció protección policial, pero que la rechazaron. ¿Eso es efectivo?

Yo no tengo ningún antecedente de eso, salvo que mi padre me contó que cada cierto tiempo la policía venía a conversar con él y recomendaban tener algún grado de custodia, pero nada formal que contemplara antecedentes adicionales sobre el riesgo que ellos podrían estar corriendo. Yo no estuve en ese momento ni él me comentó que hubiese rechazado la protección. Lo que sí sé, es que no estaba de acuerdo con tener carabineros en la casa. Era una idea que le incomodaba, que le molestaba. Lo conversé con él y eso era en el contexto de que hasta ahora sólo quemaban casas, no que mataban personas. Distinto hubiera sido si hubiéramos contado con los antecedentes que tenemos ahora de las cosas que habían pasado en los días previos. Los últimos dos o tres años de su vida mi padre estaba exclusivamente dedicado a evitar que le robaran sus 30 animales y a encerrarse en la casa temprano, para evitar que por descuido ingresaran y se la quemaran. Era un procedimiento que ya tenía, que a las 5 o 6 de la tarde, y más temprano en invierno, él estaba con todas las puertas cerradas con llave. Buscaba evitar que lo encontraran desprevenido.

¿Pensó alguna vez que les podía tocar algo así?

Nunca se me pasó por la cabeza. Cuando vi la casa en llamas tampoco pensé que ellos estaban dentro. Ese escenario no estaba en la imaginación de mi padre ni en la mía. Tampoco en nuestros cálculos. El tenía un plan de defender lo suyo, su señora y su casa. Cuando llegué al incendio descubrí que él tenía planeada una forma de salir en caso de emergencia, porque logré rescatar un vehículo del subterráneo que tenía las llaves puestas y estaba listo para salir. Además, tenía el arma que ha salido en las noticias, para defender su vida.

En casos anteriores sacaban a la gente y quemaban la casa. ¿Cree que en esta oportunidad no actuaron de esa forma porque su padre opuso resistencia y logró herir a uno de los atacantes?

La verdad es que no sé. Esto tarde o temprano iba a ocurrir. Eso habría que verlo con los que idean este tipo de ataques, pero no tengo antecedentes para decir una cosa u otra. Pero era evidente que nos iban a atacar de nuevo a algunos de los vecinos. En esta fecha especial analizamos qué podíamos hacer y la verdad es que concluimos que no podíamos hacer nada. Salvo hacer lo que hicimos, que es avisarnos a todos y tratar de apoyarnos lo más rápido posible.

Ante esa posibilidad de ser atacados, ¿no habían pensado en abandonar la zona o vender su tierra?

En el caso de mi padre, esta tierra y la casa que quemaron son el esfuerzo de toda una vida. El compró la casa a un particular en 1994 y optó por seguir viviendo en el campo con sus animales. Yo creo que nunca analizó las consecuencias que pudo haber tenido eso, como las conocemos hoy. Yo tampoco lo había hecho. Ahora recién me estoy cuestionando qué voy a hacer, porque nos cambió la vida. Yo vivía aquí para estar cerca de mis padres, con la posibilidad de que mis hijos vinieran habitualmente a ver a sus abuelos. Pero eso ya no está. Además, ahora estamos con custodia policial permanente, lo que no es agradable. Ahora nos cambió el esquema y tenemos que pensar qué vamos a hacer.

Días antes del atentado, desconocidos hicieron unos rayados contra la familia Luchsinger en un hotel de Temuco. ¿Usted y sus padres estaban en conocimiento de eso?

No. Yo no sabía nada de eso hasta el día en que quemaron la casa. Ahí recién alguien me informó que había amenazas contra la familia. Nosotros no recibimos ninguna información de hechos que permitieran prever que iba a ocurrir algo así. Si lo hubiera sabido, sin duda habría solicitado la protección, a pesar de lo que pensaba mi padre de no querer tener carabineros dentro de la casa. Para mí no es normal estar viviendo con policías, pero habría sido distinto si nos hubiesen avisado que había algún grado de certeza de que esto podía ocurrir o que había amenazas concretas contra la familia.

Hay versiones de que su padre vio algunas luces sospechosas alrededor del campo en días anteriores...

La última vez que vi a mis padres fue el 1 de enero. Estuve conversando con ellos en la tarde y hablamos de que en la noche del 31 de diciembre los dos habían dormido muy mal, porque sintieron que los perros ladraban mucho. Mi padre me contó que salió a vigilar alrededor de la casa y vio algunas luces hacia el sur. Pero asumimos que era gente que quizás andaba cazando conejos o que podía ser cualquier otra cosa.

Con el conocimiento que tienen de la zona y lo que ha vivido en los últimos años su familia, ¿tiene una idea de quiénes son los atacantes y de dónde provienen?

Creo que es gente entrenada que ha hecho esto previamente y que cada vez se va especializando más, porque el tiempo en que efectuaron esto fue muy rápido. Sólo sé que es gente que tiene mucha experiencia.

¿Cuál es su evaluación de la eficiencia de la inteligencia policial en la zona?

En junio del año pasado, yo y mi padre fuimos a una reunión de agricultores con el intendente Molina, por el tema de la violencia y los ataques en la zona. Lo único que yo consulté era si había algo concreto del trabajo de inteligencia policial o el trabajo de algún organismo para evitar que estos hechos siguieran ocurriendo. Me dijeron que se estaba trabajando con las comunidades, con asesorías, subsidios y un montón de cosas que a la luz de los hechos no han funcionado. Dos días después de esa reunión, le quemaron la casa a nuestro vecino Emilio Taladriz. Lo único que uno ve del trabajo de inteligencia son los resultados y hasta ahora los resultados son negativos.

¿Ha existido un trabajo policial insuficiente?

Lo que yo he visto es mucho policía, pero ellos controlan los caminos. Pueden controlar el robo, los abigeatos, pero no creo que puedan hacer mucho más que eso. La gente que ha hecho ataques no se ha movido a través de los caminos y se les hace muy fácil evitar un punto de control policial.

¿Usted cree que se pudo haber evitado la muerte de sus padres con un mejor trabajo policial o con una oportuna solución al conflicto?

Si las autoridades hubiesen actuado oportunamente, obviamente, se podrían haber evitado sus muertes y este tipo de cosas. Y también se podría evitar que sigan ocurriendo en el futuro. Hasta ahora, nada me dice ni nadie nos puede asegurar que estos atentados no puedan seguir ocurriendo.

Si bien usted no ha sido blanco de ataques, ¿cómo ha vivido la hostilidad y la violencia en la zona en los últimos años?

Ni yo ni mis padres ni algunos de mis vecinos hemos tenido nunca alguna demanda de tierra ni ninguna información de que podían atacarnos, salvo por el hecho de estar en una zona donde ocurre este tipo de cosas. Por eso tenía en mente que la posibilidad de que quemaran mi casa era bastante alta, sólo por el hecho de estar en la zona. Nunca hemos recibido amenazas ni nada similar.

¿Cómo ha sido su experiencia con las comunidades mapuches de la zona?

Nosotros nos criamos en el campo. En nuestra infancia paseábamos por las comunidades mapuches y me sentía tan seguro en el campo como en las comunidades vecinas. Para nosotros, este era un sector tranquilo, hasta que empezaron los problemas en el fundo Santa Margarita, de mi tío Jorge (donde perdió la vida Catrileo y que luego vendió a la Conadi tras constantes ataques). Yo creo que este no es un tema contra la familia Luchsinger, es contra todos los agricultores que estamos acá. Les va tocando a unos primeros y a otros después, han atacado a grandes y a chicos, casas e instalaciones. Van quemando todo y lo que se ha hecho hasta ahora, no ha podido detener el avance de estos hechos.

¿Cómo ha vivido su familia estos días?

Es un proceso que ni siquiera está empezando. Mi señora y mis hijos ya no están en la casa que tenemos en el campo, porque no quieren vivir acá. Ahora paso acá algunos días solo, con custodia policial permanente y durmiendo a sobresaltos, pensando que en cualquier momento pueden llegar a quemarme la casa. Para nadie es algo normal que Carabineros esté 24 horas en tu casa. No les puedo explicar a mis hijos que esa sería su forma de vida de aquí en adelante. Todavía no sé cuáles son las medidas que debo tomar y qué es lo que me corresponderá hacer en caso de que me ataquen. Ha pasado muy poco tiempo todavía para tomar las decisiones.

¿Ha pensado irse o vender las tierras?

Soy uno de los hermanos y no decido por todos, pero vender las tierras lo veo muy poco probable. ¿A quién se las vamos a vender? Ahora tienen un valor comercial muy bajo y creo que hay muy pocos interesados. La otra opción es venderle a la Conadi, pero ya hemos tenido malas experiencias con ello en la familia.

¿Tiene miedo de que a usted o a su familia les pueda ocurrir algo nuevamente?

Por supuesto. Ese miedo persiste. A pesar de que tengo custodia policial, igual duermo sobresaltado.

¿Cómo evalúa que se ha desarrollado hasta ahora la investigación del atentado?

Aparte de la declaración que hice ante el fiscal, no tengo ninguna otra información, porque la investigación es secreta.

¿Qué espera de la investigación?

Espero que detengan y apresen a todos los que están involucrados en este hecho y no sólo al que está actualmente detenido. Son muchos más. Me imagino que hay alguien que los apoya, porque esto tiene una preparación, no es un hecho aislado. Creo que debieran enjuiciar y encarcelar a todos los involucrados. Espero que las instituciones funcionen.

¿Qué le ha parecido la reacción del gobierno en la zona tras el atentado?

Tengo pocos antecedentes, porque he tenido que seguir trabajando y no estoy muy informado. Sé que han venido ministros y han tenido mesas de diálogo. Además, no hemos vuelto a hablar con las autoridades tras el funeral. No lo hemos pedido ni se nos ha ofrecido esa posibilidad. Pero sí hemos contado con todo el apoyo y la ayuda de los gremios de la zona.

¿Qué efecto han tenido diversas medidas que han tomado los gobiernos, como la entrega de tierras, ayuda económica y social?

Lo evidente es que los hechos de violencia siguen ocurriendo y ese es el único resultado que veo. De todas las gestiones que se han hecho en todos los niveles, el resultado es que sigue ocurriendo lo mismo. Yo me quedo con eso.

Desde algunos sectores del mundo mapuche se acusa a su familia de haberlos engañado en la compra de los predios. ¿Cuál es la responsabilidad que les cabe a ustedes en el conflicto?

Voy a hablar en el caso de esta casa que fue incendiada. Fue adquirida en 1994, a otro particular. Mi padre la compró y no tengo ningún antecedente de quiénes eran los colonos o a quién el Fisco le entregó estas tierras en primera instancia. Entiendo que por eso no había ninguna reivindicación, salvo que estamos en una zona en que ocurren estos hechos habitualmente.

¿Qué salidas o soluciones posibles ve al conflicto que se vive en la zona?

Hasta ahora, no le veo solución y lamentablemente los que hacen estos ataques han logrado ir sacando a la gente del campo. Los campos se siguen trabajando, pero ya no podemos seguir viviendo acá, por un tema de seguridad. Nosotros no tenemos culpa de comprar un pedazo de tierra y trabajarlo. Lo único a lo que mi padre se dedicó fue a trabajar para mantener a su familia toda su vida. Creo que no somos los responsables de esto. El Estado debe asumir la responsabilidad y buscar una solución, no está en manos nuestras una salida al conflicto.

Como parte de la familia Luchsinger, ¿qué le pareció la decisión de dar de baja al cabo que disparó contra Matías Catrileo?

No creo que me corresponda calificar a mí ese hecho. Lo que yo piense no tiene relevancia con respecto a lo que nos pasó.

¿Apoya que los agricultores asuman la autodefensa de sus predios?

Cada persona tiene que evaluar qué es lo que hace frente a una situación de este tipo. Mi padre tomó todas las medidas para prever que no lo encontraran y no lo asesinaran. Se defendió y como resultado de eso lo mataron y lo quemaron. Yo, en particular, hasta esta fecha no estaba armado, porque creía que no iba a ser capaz de repeler a un grupo de 10 o 15 personas que vinieran a atacarme. Ahora tengo una custodia policial que tampoco sé si está preparada para repeler un ataque en mi contra. Cada uno tendrá que evaluar lo que debe hacer para salvaguardar su vida y sus cosas.

¿Siente que a ustedes y a las familias de la zona les ha fallado el Estado?

Evidentemente, el Estado es el responsable. Lo que pasa es que los gobiernos, los anteriores y este, no han encontrado una solución para terminar con este problema. Dada la pobreza de las comunidades hay un buen caldo de cultivo. Puede haber muchas soluciones, como educar, darles oportunidades para surgir y mejorar, porque de esa manera va a disminuir el caldo de cultivo que tienen los violentistas.