Suena raro que un diseñador que a principios de este año estuvo dispuesto a manchar delicados abrigos de piel –de un religioso blanco– con pintura roja en plena pasarela Cibeles, esté hablando hoy del concepto reciclaje; de aprovechar lo que ya está usado para no tener que hacerse cómplice del derroche. Ensuciar pieles de conejo y telas de preciosos volúmenes, no es algo que pudiese reflejar precisamente austeridad. Pero José Castro lo hizo y levantó el espíritu de uno de los eventos de moda más famosos en Europa.
En Castro no hay un mensaje literal: si él mancha abrigos, es porque le gusta. Lo hace porque no quiere pensar en la crisis, porque lo que tiene huellas para él resulta interesante reutilizarlo. Pero, también, porque tal como era su consgina en ese desfile llamado Redrum, "todo hombre mata lo que ama".
Aprovechar, no malgastar. Ése es el ideal que este diseñador gallego defiende a brazo partido y al que le saca provecho con un único propósito: hacer que las mujeres se vean destacadas y elegantes aunque no estén usando prendas de estreno. "Creo que el camino de ahora es hacer una nueva belleza, algo más sucio, no tan pretencioso, sino más bien algomás trabajado y sencillo. El nuevo lujo determina olvidar las pretenciones y, por lo mismo, buscar cosas que ya están confeccionadas. Es aquí donde cobra relevancia la búsqueda online, los mercadillos… Todo se trata de crear una nueva exclusividad; de darle al pasado un nuevo futuro". Y siempre pensando en una mujer con sed de garbo.
El vestuario de este diseñador siempre se las ha ingeniado para lograr mucho, con poco. Es cosa de mirar las colecciones que ha lanzado con su nombre al mundo de la moda: si bien hay una gran cantidad de tela, es su imaginación el lujo. Para él lo sofisticado y lo nuevo, lo último que se vio una pasarela, es medio mal mirado. "Un tanto cutrillo y 'horrible' (lo pronuncia en inglés)". Lo que él cultiva es el vintage de luxe.
MUJERES AL CENTRO DEL UNIVERSO
La voz de este diseñador es suave y dulzona. Acelerada, pero melosa. Dentro de su estudio se mueve como un roedor, afinando los detalles de una entrega que debe finiquitar al día siguiente. Mientras, sigue respondiendo las preguntas de la entrevista.
Su ático es pintoresco. Calza perfecto con el que todo diseñador de vestuario debería tener en Barcelona. Hay pelucas esparcidas por doquier, computadores de grandes pulgadas encendidos por todos los rincones y chucherías varias. Entremedio, flotan unos globos rechonchos de Chupa Chups, la marca de koyacs más populares en toda la Comunidad Europea. Aparte de ejercer de diseñador, Castro es el encargado de posicionar la imagen de esta potente marca y desde que está en sus manos, se le asocia con jóvenes que miran hacia el pasado para llevar avanzar hacia la vanguardia.
Desde el balcón contiguo a su estudio, se puede apreciar gran parte del barrio de Poble Nou, un antiguo sector industrial de Barcelona que fue restaurado para dar cabida a las nuevas generaciones de artistas. Castro es, sin duda, uno de ellos.
Si se convirtió en modisto fue pura casualidad. Cuando era pequeño adoraba el cine, pero después de pasar por la carrera de hotelería en Santiago de Compostela, decidió que no estaba listo para recibir órdenes y que le dijeran cómo se tenía que peinar. Entonces, se marchó a la capital catalana y se inscribió en la Escuela de Artes y Técnicas de la Moda, en 1997. Terminada esa carrera, partió a Londres y aunque no sabía inglés se presentó en el Royal College of Art. Cuando consideró que allí había aprendido lo suficiente, se fue a trabajar para Givenchy. Luego lo hizo para Alexander McQueen.
Desde que se instaló en Barcelona, este gallego no ha hecho más que asumir desafíos. Antes de 2004, Miró Jeans le había encargado que potenciara la firma. Luego lo llamaron de la conocidísima marca de ropa española Desigual para hacer lo mismo, pero con un cargo diferente: el de diseñador creativo. Hoy, el nombre está diseminado por toda la Comunidad Europea y en las capitales más importantes de la moda.
Superados esos desafíos –siempre caracterizados por el levantamiento de elementos deprimidos – optó por dedicarse a sus propias creaciones. En su debut en la Semana de la Moda de París 2006, tuvo éxito con su propuesta El Cuervo y, al año siguiente, dejó boquiabiertos a los asistentes con su colección Primavera-Verano 2008, Noitulove, exhibida en pleno Louvre. Ahí ,el creador impresionó con su maestría para combinar el color con la tradición de "rizar el riso" de Galliano. Élmismo definió su muestra como "novedosa", "elegante" y de "mucha fuerza". Características que siempre ha querido imprimirle a sus clientas.
"TODO HOMBRE MATA LO QUE AMA"
Esa fue la frase que Castro quiso que quedara en la memoria de los asistentes a la pasarela Cibeles, realizada en febrero pasado. A su colección Otoño-Invierno 2009-2010 la denominó Redrum, inspirado en la película El Resplandor.
Todo en algún punto se conectaba. El rojo alusivo a Redrum, con las manos llenas de pintura de las modelos (las que se manchaban los trajes de blanco purificado); la frase de "todo hombre mata lo que ama" con el personaje de Jack Nicholson en el filme y con las pieles de conejo. Y si uno siguiera escarbando, podría encontrar mucho más. Como por ejemplo, que es necesario matar algo, sepultarlo, para tomar conciencia de la vida. Según él, ese acto fue una muestra de su dolor por no haber podido asistir este año a la Semana de la Moda de París: "No voy…¡Ni loco! Me parecería como meter un Chanel en medio de Etiopía. Creo que hay que ser bastante consciente con la realidad: ni aunque tuviera el dinero lo haría. Hay que plantear nuevas salidas, jugar con las sinergias de una crisis para ser oportunista y hacer llegar nuevos conceptos".
Redrum estuvo enfocado a resaltar la silueta femenina a través de trajes de sastre, pantalones haremen telas brillantes y faldas a la altura de la rodilla, muy ceñidas a la cintura. Los volúmenes se convirtieron también en protagonistas de la pasarela: amos y señores fueron frunces, volantes, drapeados, y pliegues en forma de flores, sin descuidar ni un centímetro las caderas y los hombros, que se podían ver en todo su esplendor en la pasarela.
Pero lo que hoy le quita el sueño (lo que no quiere decir que esté armando una nueva colección) es reaprovechar lo usado. "Para la Gran Depresión, al no haber dinero para lujos como las medias, las féminas se las dibujaban en las piernas. Aunque no todos pudieran estar a la moda, al menos podían lucir arreglados. A eso yo llamo luxury ingenuo: es hacer que algo parezca lujo, pero sin serlo". En este contexto, las compras online han surgido como una buena e inteligente manera de no sentir la crisis. "A veces encuentras un bolso antiguo de Prada en 100 euros porque hay remates. Sea como sea, siempre hay maneras en que las mujeres puedan sentirse en el más alto escalafón de la moda".
Por eso mismo, hoy no sólo se dedica a diseñar, sino también a asesorar marcas. Y no las deja hasta que las deja arriba. Lo mismo que hace con Chupa Chups, ahora lo pone en práctica con la ropa masiva femenina Bershka: hace un tiempo lo invitaron a hacer carteras que hoy cuelgan en las distintas tiendas de España, con una etiqueta que las identifica claramente: "Bershka by José Castro". Él se entrega a las masas, con tal de estar cuidando la silueta femenina.
Acercarse al mundo del retail para el gallego no quiere decir que ya no crea en el lujo por definición. "Es obvio que tienen que existir vestidos de Hermès, Chanel y Dior, porque para todo hay un público. Pero lo más importante es que las mujeres no paguen el precio por una crisis. Mi labor siempre ha sido tenerlas en el primer escalón de todo, que luzcan espléndidas, como se lo merecen".