El martes pasado aterrizó en Santiago José de Gregorio, luego de una semana en Estados Unidos. Venía de la reunión de Jackson Hole, la famosa conferencia que cada año organiza la Reserva Federal de Kansas City en esa localidad del estado de Wyoming, a la que sigue siendo invitado, aunque dejó el Banco Central hace casi seis años. Días que también aprovechó para largas caminatas en torno al parque nacional de Yellowstone, en el que pensó harto y se preocupó mucho más, dice, por lo que ocurría entre el equipo económico y la Presidenta Michelle Bachelet.

Hoy, desde su oficina en la Facultad de Negocios de la Universidad de Chile, el ex presidente del Banco Central es crítico de la crisis política que gatilló la renuncia masiva de las máximas autoridades de Hacienda, el ex ministro Rodrigo Valdés y el ex subsecretario Alejandro Micco, y el ex titular de Economía, Luis Felipe Céspedes. "Sin ellos, la situación económica hubiera sido peor. Valdés entró para enderezar la conducción económica, revisó la reforma tributaria, le dio algo de racionalidad a la laboral, incluyó en una glosa una promesa en educación superior que el ministerio había sido incapaz de dar. Se hizo cargo de la reforma previsional, que no estaba en la agenda, y preparó un buen proyecto, una muy buena reforma a la Ley de Bancos, etc. Creo que como terminó todo es muy injusto con quienes impidieron un mayor deterioro del ambiente económico", sentencia.

Independiente de cómo se gestó y zanjó la crisis, ¿cuál es el costo en la imagen país?

Más que mirar costos desde la visión externa, hay que mirar los costos internos, y sin duda esto ha debilitado el legado del gobierno, porque no es la mejor forma de terminar una gestión. Aún queda algo de tiempo, pero hay un costo importante para el propio gobierno, para el país. Esto ha exacerbado y profundizado los problemas de confianza.

¿El gobierno sigue agitando sus aguas?

Siempre ha habido tensión al interior del gobierno, siempre la coalición ha tenido tensiones y de alguna u otra forma, algunas veces mejor, otras peor, siempre van abordando y solucionando esas tensiones. Pero el problema en este caso es que caímos en una situación bastante extrema, lamentable, no deseable. Desde el retorno a la democracia, esta es una crisis política mayor, inédita, en la cual el equipo económico renuncia.

¿Por qué pasó esto? ¿Porque un ministro sectorial se impuso al equipo económico o porque a la Presidenta no le gustó que sus ministros discreparan de su ideario?

Me cuesta evaluarlo, porque hay demasiados juicios, algunos los comparto, otros no. Sí creo que hay que dejar en claro que los comentarios del ex ministro Valdés y el ex subsecretario Micco no fueron a la decisión del Comité de Ministros, sino al procedimiento, a la forma en que se llega a una decisión. No se puede citar a una reunión para un tema y un día hábil antes agregar el caso de Dominga y, según informa su diario, el fin de semana cambiar incluso el power point. Así no se puede dictar una resolución seria. Por eso, la actitud del ex ministro Céspedes fue la correcta para un hombre de Estado y con rigor profesional. Es obvio que tras su decisión vino una embestida importante y fue correcto que el equipo económico saliera a apoyarlo, porque el tema tiene que ver con reglas claras y con instituciones que son fundamentales para la confianza y el crecimiento. Yo hubiera actuado de igual forma.

Pero está claro que la Presidenta no lo vio así. Sus intervenciones posteriores fueron evidenciando su molestia…

Yo creo que la Presidenta se equivocó. Nadie ha dicho que para crecer hay que degradar el medioambiente, porque este no es un debate crecimiento versus contaminación. El tema aquí es que para crecer hay que tener instituciones sólidas y bien conducidas, eso da confianza, crea un buen clima para la inversión, y este no fue el caso, porque fue algo absolutamente irregular.

¿Se equivocó porque dejó que renunciaran o porque su respuesta al equipo económico fue enfrentar públicamente las nociones de crecimiento y bienestar...?

Esa equivocación tiene que ver con algo que estoy viendo repetidamente en la discusión de los últimos días, que es decir 'esto es una cosa rara, porque el crecimiento debe ir acompañado de la sostenibilidad, del cuidado del medioambiente, de la inclusión social y no es sólo crecimiento'. Eso no está en cuestión, no lo ha cuestionado nadie. Si uno lee bien lo dicho por los (ex) ministros, su crítica fue a la forma absolutamente irregular en que se tomó la decisión. Esa forma deteriora las confianzas y debilita las bases del crecimiento. Lo dijo Valdés: "Lo que se necesita son reglas claras". Como hemos venido resolviendo hace mucho tiempo cómo conciliar crecimiento con un buen desarrollo económico y eso incluye el medioambiente. Ese tema aquí no estuvo en discusión, sobre eso hay consenso y no sólo en quienes eran el equipo económico. Lo que pasó aquí es que no hubo reglas claras.

¿No hubo reglas claras o frente a las que había se actuó de manera irregular por parte del Consejo de Ministros?

Creo que hay problemas con la institucionalidad y con un Comité de Ministros en un gobierno presidencial. Podemos discutir cómo fortalecer la institucionalidad, pero el punto aquí es otro, porque incluso cuando la institucionalidad tiene falencias, lo importante es actuar con rigor. No podemos culpar al hecho de no tener la institucionalidad óptima, el cómo resolver estos problemas. Una persona de Estado debe, dadas las instituciones y las potenciales debilidades que tiene, actuar de la mejor forma que corresponde al tema que se está discutiendo. No entiendo cómo se podía tomar una decisión tan relevante como esa (el futuro del proyecto) preparando la resolución el fin de semana, sin debatir. No es la manera de proceder.

No está claro si Valdés sabía o no lo que haría Céspedes. ¿Si lo hubiese sabido, habría cambiado el tono de la crisis o no?

Hay una serie de leyendas. Se puede discutir si se sabía o no, qué señales se dieron semanas antes, cuáles no, ese no es el tema de fondo. Todo eso es parte de los accesorios que van configurando una decisión final y frente a la forma en que se llega a esto, lo que hizo Céspedes era lo correcto, era decir 'este tema no se puede discutir en estas condiciones y con esta premura'. Estas mismas cosas ocurren en la empresa privada y en otro tipo de instituciones, y en todas uno toma tiempo para pensar, para la mejor decisión.

¿Habría hecho lo mismo usted?

De todas maneras.

¿Asistir para abstenerse y retirarse?

Había que ir y dejar claro que era un proceso irregular, es lo que corresponde. Se decía 'ya, vamos a votación, cerramos, esto es lo que dice la institucionalidad y punto'. Pero no es así. En primer lugar, hay una cosa irregular que es la citación, pero en segundo lugar hay una cosa de fondo, que es el tiempo, la profundidad y seriedad con la que se tomaría la decisión. Porque si no, lo que estamos haciendo es una formalidad mal hecha, mal ejecutada y nada más.

Mal hecha o no, la Presidenta igual llevó al ministro del Medio Ambiente, Marcelo Mena, a un acto público, lo sentó a su lado, fustigó a sus ministros económicos…

Con eso se hizo la situación insostenible. Valdés, Céspedes y Micco no podían seguir dada la reprobación pública de la Presidenta.

¿Renunciar era inevitable para los tres?

Lo que el equipo económico hizo fue defender las instituciones. Y un equipo económico que es contradicho por la Presidenta por algo que, insisto, es equivocado e irregular, pierde la autoridad para seguir conduciendo la economía. No se trata de puestos, se trata de la capacidad de hacer bien la tarea. En ese contexto se hizo imposible que siguieran en el gobierno.

¿El que salió era un buen equipo?

Muy buen equipo. Es gente que ha demostrado durante su trayectoria un compromiso con las políticas públicas serias, combinando eso con una vasta trayectoria académica. Céspedes, Valdés y Micco aparecen en un ranking entre los 12 mejores académicos chilenos de una lista de 400 personas. Ninguno tiene problemas de proyección futura en el ámbito académico y profesional. Valdés fue un extraordinario economista jefe del BC, hasta poco antes de ser ministro era uno de los economistas privados más influyentes en Chile y es admirado por su trabajo en el FMI durante la crisis financiera. Son economistas de primer nivel, buenos servidores públicos, gente comprometida, proba. Desde el punto de vista profesional, farrearse un equipo de esta calidad es lamentable.

¿La Presidenta se farreó a ese equipo?

Sí, lamentablemente.

¿Y Nicolás Eyzaguirre y Jorge Rodríguez como ministros de Hacienda y Economía también son un buen equipo?

Ambos fueron buenos ministros en el gobierno de Lagos y tienen credenciales. Entiendo que el caso del ministro Eyzaguirre ha sido mucho más controvertido cuando no ha estado en las áreas económicas, pero su labor como ministro de Hacienda y la de Rodríguez de Economía fueron muy buenas.

¿Tanto como para revertir el estado de las cosas en el gabinete y en lo que resta?

Bueno, ellos vienen de otra perspectiva, desde otra vertiente, una mucho más profesional que académica. Me tocó trabajar con todos, los que se han ido y los que asumieron, a la nueva dupla la conozco menos, pero fueron buenos ministros. Pero lo complejo aquí, al margen de quién entra como reemplazo, es haberse farreado a este equipo en una crisis relevante, donde ellos estaban enteramente en lo correcto.

Discrepar o no

El subsecretario del Interior piensa que "si a alguien no le gusta una decisión de un organismo regular del Estado y es funcionario público, no puede hacer comentarios de eso, no corresponde". ¿Las autoridades salientes discreparon por discrepar o por discrepar de una irregularidad?

El equipo económico que salió, salió porque fue inevitable. No podían hacer otra cosa después de lo que hace la Presidenta; pierden su capacidad de ser un equipo con fuerza. ¿Cómo va a discutir un equipo económico, después de lo que ocurrió, un presupuesto? No había otra opción y había que reemplazarlos con personas de calidad.

¿Y el nuevo equipo podrá disentir?

Eso va a depender de las circunstancias. Pero no nos confundamos: estoy de acuerdo con que como autoridad y como autoridad económica uno debe mantener cierta conducta, pero esto que ha ocurrido fue extremo, porque lo que ocurre con Céspedes es en el marco de un Comité de Ministros, en que la institucionalidad busca precisamente que se expresen como ministros y no siguiendo la orden presidencial. Así está diseñada, por tanto, donde a ellos los ponen es en una institución en que la discrepancia es natural y lo que hace Céspedes es algo que no pensaron que podía ocurrir. Céspedes actúa desde la ética pública y Valdés y Micco lo respaldan como equipo económico en esa ética pública.

El sello de este gobierno es la democracia y la inclusión. En su opinión, ¿el gabinete de la Presidenta se rige realmente por esa noción democrática e inclusiva?

Es evidente que hay una incoherencia, y por qué, porque lo que estamos discutiendo es que pareciera que hay gente que dice 'hay que ser obedientes como en un regimiento, incluso cuando las cosas son irregulares'. No he oído decir eso a la Presidenta y no creo justo atribuírselo, pero sí creo que lo que pasó es una inconsistencia con quienes hablan de democracia, inclusión, de discrepancias, de hacer las cosas bien, transparentes, con rigor. Eso es inconsistente.

Eyzaguirre, hace una semana (como jefe de la Segpres), dijo que las reformas en algo afectaron al crecimiento, pero también que el gobierno tuvo "mala pata", porque desde 2018 el país iniciaría su recuperación y será la próxima administración la que lo reporte. ¿Coincide con eso?

Cuando Jorge Burgos asumió como ministro del Interior le dije 'qué buena suerte tendrá el próximo gobierno, ya que por razones cíclicas la economía debiera repuntar y esos procesos duran unos cinco a seis años'. Este gobierno ha tenido mala suerte, se le cayó el precio del cobre y la inversión minera, pero eso no es excusa para no hacer la tarea a nivel interno, y en eso la crisis reciente demuestra la falta de claridad en cómo reimpulsar el crecimiento.

Entonces, ¿la mala pata no es tema?

Aquí el desafío es claro: retomar el balance entre los intereses sectoriales con una visión global de la economía, lo que ha sido tradicionalmente el rol de Hacienda. Es erróneo hablar de la preeminencia de Hacienda como algo indeseable, porque es el ministerio que debe balancear los intereses sectoriales y todo lo que ha pasado evidencia que ese balance se estaba rompiendo.

Valdés, al renunciar, dijo que "avanzar hacia mayores niveles de crecimiento requiere disciplina y convicción del gobierno…, pero creo que no logré que todos compartieran esa convicción". Media hora después, Eyzaguirre asegura "con toda claridad: mi prioridad como ministro de Hacienda es crecimiento, crecimiento, crecimiento". ¿No le parece un sinsentido?

No me corresponde enjuiciar las intenciones. Entrar en la discusión profunda de qué está detrás, en esta coyuntura, es inconducente. Pero sí es importante esperar que eso se cumpla. A mí me gustan las palabras y las declaraciones, porque comprometen, porque cuando uno dice algo, es porque está poniendo en juego su credibilidad, la credibilidad institucional, la credibilidad de su objetivo. Espero que este sea el caso.

¿Confía entonces en la nueva dupla?

El rol de Hacienda no es el de pasar lo que queda de gobierno, es también asegurar que el próximo gobierno, independiente de quién sea el Presidente, tenga una economía que pueda recuperar su vigor y un país menos crispado, menos polarizado. Cuando ejerces un rol público y en especial en cargos importantes, no puedes actuar en función de cómo es la foto al momento de la elección, sino de cuál es el legado que vas a dejar. Este gobierno va a dejar un legado. A uno le pueden gustar o no las reformas, algunas se pueden mejorar, otras es más difícil, pero es un legado que al mirar atrás, 20 años después, podrás decir 'sí, hubo cosas'. El problema es que el legado se enturbió con todo esto.