“Hay un chileno que vive en el extranjero y que cada vez que se hace la Teletón pide venir para hacer su donación (...) Aquí está, con el aplauso de ustedes, José Luis Nazaaaar”. Así presentó el sábado Don Francisco a este empresario chileno, quien esta vez apareció en el Estadio Nacional sin su característico sombrero tipo Cocodrilo Dundee (tiene el original de esa película) para donar 500 millones de pesos.

“Me hace sentir bien venir porque esta es mi cuna. Me fui a los 23 años con acento chileno y todo lo que sé lo aprendí aquí”, dice Nazar. En 1972, cuando tenía 23, cerró su negocio -un bazar de calle Mac Iver donde vendía papel higiénico- y se fue a probar suerte a Estados Unidos con apenas 300 dólares en el bolsillo. Lo pasó mal, hizo de todo, pero tuvo ingenio para crear su propio negocio: un curso llamado “Inglés sin barreras” pensado especialmente para inmigrantes. “Se sacó la mugre, dormía debajo de su escritorio pero trabajaba y trabajaba”, cuenta una conocida.

Dos días después de subirse al escenario de la Teletón se fue a recorrer Pomaire. Pasó puesto por puesto preguntando “¿Tiene una taza como ésta?”. Nazar buscaba una hecha de un tamaño específico (de la porción que entrega una máquina de expreso) para llevarse a Estados Unidos porque la greda conserva mejor el calor que la loza. Como no encontró la que buscaba, la mandó a hacer a una señora que le recomendaron en el lugar.

Radicado en Los Ángeles y luego de vender “Inglés sin barreras” en millones de dólares hace algunos años ya, Nazar vive de las rentas y se da lujos que en su juventud no pudo. Uno de ellos es coleccionar “antigüedades poco tradicionales”. “Me empecé a interesar en los meteoritos cuando encontré uno que era abismantemente lindo. Tenía la forma de un torso humano, pero esculpido por la mano de Dios y sus ayudantes en el cielo, con hierro derretido por la fricción”, explica Nazar sobre su “joya” más grande de una colección de cerca de 10, que pesa media tonelada y que compró en 120 mil dólares. Los otros son más chicos e incluso uno terminó en el cuello de una amiga como colgante.

El aerolito favorito cayó sobre Campos del Cielo, una región de Argentina denominada así por una “lluvia” de meteoritos que hubo ahí hace unos cuatro mil o cinco mil años. “Y no es cualquier meteorito”, asegura su dueño. Cuando lo compró lo instaló dentro de su casa, pero se dio cuenta de que empezó a “llorar”. Le salió una especie de caspa de hierro y se puso húmedo, lo que le extrañó. Entonces llamó a un “doctor”, nada menos que a  Marvin Killgore, dueño junto a su esposa de una de las mayores colecciones privadas del mundo y creador del Southwest Meteorite Laboratory, que se dedica a conservarlos y difundir el conocimiento sobre ellos. “Me dijo que el meteorito era temperamental, que era una diva entre ellos. Así que lo puse a la intemperie y dejó de llorar”.

¿Son los meteoritos un mercado interesante?

No lo veo desde ese punto de vista. De hecho, no pienso vender este meteorito. No lo he puesto en mi testamento todavía, ni como beneficiario siquiera.

Leí que la colección de meteoritos es un creciente hobby de millonarios.

Ah, ¿sí? No tenía idea. Para mí es un objeto de belleza y curiosidad. No me desprendería de él ni por un millón de dólares. Será casposo y temperamental, pero es mi meteorito.

¿Pero hay una competencia entre millonarios por coleccionar meteoritos?

No sé de eso. Pero como es algo tan único, un millón no es mucho. Un Andy Warhol que no es tan lindo como un meteorito se vende por 40 millones de dólares.

A la cosecha

No es su única adquisición. “Como en ese tiempo (2003) estaba recién pagado, me compré meteoritos, dinosaurios, árboles petrificados y mesas de trilobites. Cosas interesantes. Me gusta todo lo que es interesante”, dice y cuenta que llegó a todo eso por intermedio de su amigo Indiana Jones (así llama a Thomas Lindgren, director del Departamento de Historia Natural de la casa de subastas Bonhams, en Los Ángeles).

El fósil de su dinosaurio de la especie Protoceratops andrewsi tiene un metro y medio y lo exhibe en su edificio en Los Ángeles. Los árboles petrificados pertenecen a las actuales zonas desérticas de Estados Unidos que alguna vez estuvieron cubiertas de agua. “No son tan antiguos, deben tener no más de 500 mil años”, dice. Además, tiene colecciones de trilobites, unos artrópodos marinos extintos cuyas figuras fósiles son de las más reconocidas y que “son del principio de la vida. Parece que tienen millones de años, una cosa absurda. Tengo que wikipediarlo”.

¿Le hubiera gustado ser científico?

Ya es un poco tarde para empezar una carrera, pero soy muy curioso. Siempre me gusta saber el porqué de las cosas, su origen y lo investigo. Creo que me hubiera ido bien como científico.

Si le diera a elegir un área de interés para desarrollarse, ¿cuál sería?

Biología. Todo lo relacionado con la vida, lo que te permita hacer experimentos. Ahora, por ejemplo, descubrir las raíces de la vida ha permitido tantos adelantos que se dice que los niños nacidos en este periodo van a vivir hasta los 140 años, porque es posible crear órganos de laboratorio. Esos temas me fascinan.

¿Ha sabido de la discusión que hay sobre la ciencia en Chile, la falta de recursos, de laboratorios para que trabajen? 

No tengo mucha información. Lo único que te puedo decir es que si pretenden reproducir los medios con los cuales se investiga afuera se necesitan millones y millones. Y no de pesos.

Si le pidieran invertir en ciencia, ¿dónde pondría su plata?

En algo relacionado con mejorar las cosechas o hacer plantas híbridas resistentes a las pestes. Esas cosas darían resultado de beneficio inmediato.

“Debería venir más a Chile”

¿Cómo se ve Chile desde su oficina de Los Ángeles?

Creo que estamos por buen camino. Ahora, como toda sociedad nueva rica, no están preparadas las leyes para prever abusos, colusiones, corrupción. Cuando yo me crié no había corrupción política... bueno, no había plata para corromper tampoco, je.

¿Le llama la atención que en el país se hable de abusos o desconfianza a los empresarios?

No. Son las penas del crecimiento, pero van a aprender. A nadie se le había ocurrido en Estados Unidos que las empresas gigantes no deberían unirse sin permiso del gobierno porque crean monopolio y las leyes salieron a consecuencia de eso. A medida que se vayan dando los casos y la gente se dé cuenta de las consecuencias aquí van a salir también. Entre libertad y libertinaje hay un paso.

Usted empezó con un bazar que vendía papel higiénico. ¿Supo de la colusión del confort?

Me enteré algo. Todo ese tipo de cosas ocurren a no ser que haya reglas, pero se descubrió  y no debiera volver a ocurrir después de este escándalo.

Ahora que los chilenos pueden votar en el extranjero, ¿lo haría?

No sabría por quién votar. No tengo suficiente información. Diría que sí por mandarme las partes nomás. Si estuviera aquí unos tres meses ya podría tener una opinión, pero siempre vengo poco tiempo. Debería venir más. Voy a todas partes menos acá porque siempre hay algo que está ocurriendo, y aquí, que yo sepa, lo único que ocurre es el 18. ¿Hay algo más? Sandrita (le dice a Sandra Oyarzún, su agente de viajes), deberías traerme a los carnavales en el norte, en el sur...

¿Sabe que lo comparan con Leonardo Farkas?

A Farkas lo conocí en la Teletón y la gente quería que hubiera una rivalidad entre nosotros. Yo les dije: cuando no tengan a Farkas, lo van a echar de menos. ¿O me equivoco?

¿No hay rivalidad?

No. No por mi parte.