Su título, además del sutil acompañamiento de piano pueden llevar a error. Porque Calma, el tema que cierra el disco homónimo de José Luis Perales, más que una nueva balada del español es casi una canción de protesta. "Calma es lo que reclamo para el mundo en el que vivimos. La tranquilidad, la conexión con los demás, dejar un poco el aislamiento del computador y la ambición que nos hace saltar por encima de todo para conseguir cosas. Todo eso me agobia", explica el cantautor, que en su más reciente álbum -el vigesimoséptimo de su carrera- combina su característica impronta romántica con un llamado a reflexionar, en una decena de nuevas composiciones que sorprenden con arreglos poco habituales en sus discos, a cargo de su hijo Pablo.
"Uno llega a una edad en la que no importa nada arriesgarse", reconoce Perales, que junto al cambio estilístico de su nuevo LP publicó a principios de año su primera novela, La melodía del tiempo. Una etapa de nuevas aventuras para el artista de 71 años que, en cualquier caso, no han alterado un ápice la fidelidad de sus fanáticos. Lo mismo en Chile, donde esta noche será recibido por un repleto Movistar Arena, que ante la demanda debió abrir nuevas localidades y donde el cantante, junto a siete músicos, repasará en dos horas sus nuevas canciones, aquellas que compuso para otras voces -Porque te vas de Jeanette, Morir de amor de Bosé- "y otras conocidas que no me perdonaría la gente si no las canto", dice.
Y claro, difícil sería pasar por alto la ausencia de algunos de los mayores himnos del cancionero iberoamericano, como Te quiero, ¿Y cómo es él? o Celos de mi guitarra.
¿De dónde surge esta inquietud de renovar su sonido?
Creo que era una evolución necesaria. Al comienzo tenía cierto temor de lo que ocurriría, de que los arreglos quedaran muy diferentes de lo que hasta ahora he hecho, pero es lo que necesitaba ahora para no aburrirme, tenía muchas ganas de innovar. Y valió la pena, porque hasta esos críticos que antes no se preocupaban de mí en este disco se han sorprendido muchísimo, y para bien, como si fuera el descubrimiento de la penicilina.
La crítica históricamente lo ha ubicado como ícono de la balada, pero en sus discos nunca faltan comentarios sociales. ¿Se siente encasillado en lo romántico?
La gente siempre ha conocido más una cara y ha ignorado un poco al otro Perales. Quizás de eso tengo la culpa yo, que no promoví otras de mis canciones en mi primera etapa, por culpa a su vez de las compañías de discos, a las que les gustaban más las románticas que las sociales, las que nunca consideraron comerciales. Por eso quedó esta imagen, una de la que tampoco voy a renegar, pero siempre me ha quedado el amargor de que no conocieran la otra parte.
De hecho, en una entrevista reciente se refirió a un episodio poco conocido acá, cuando declinó venir al Festival de Viña en los 80 porque no querían que cantara Un velero llamado libertad.
A mí en Viña me han dado la gloria, me han aplaudido, me han querido y en Chile me siento como en casa. Pero esa anécdota es real. No es que me prohibieran, me sugerían que mejor no cantara esa canción, porque a alguien le molestaba. Yo pensé: le canto desde niño a la libertad, me gusta esa palabra y si no quieren que cante la que para mí es una de las canciones más hermosas como símbolo, mejor no voy. Eso fue después de mi primera vez en Viña, no recuerdo exactamente qué año.
¿Cuál es su visión de la industria actual? ¿Es más difícil hoy en día crear clásicos como antaño?
Tal como vamos, yo creo que es casi imposible hacer clásicos, porque las canciones de ahora no tienen la misma oportunidad que tuvimos los cantautores de los años 70, 80 y hasta los 90, cuando los sellos dejaban la vida en hacer promoción. Ahora, con internet, la gente le roba a los autores, y por otro lado muchas canciones apenas llegan a sonar en radios, con lo cual difícilmente pueden hacer historia.