José Luis Perales disfruta una posición envidiable. Puede hacer lo que quiera porque goza de una reputación forjada desde los cimientos en la música popular hispanoamericana. Su fama no es por guapo ni escandaloso, sino que responde estrictamente al talento como compositor para grandes intérpretes que le hizo brillar antes de subirse a un escenario, y consolidar su notoriedad que lo inscribió para siempre como uno de los grandes de la música en español. Podría vivir de la cómoda explotación de su cancionero sin mayores reproches; sin embargo como una demostración de integridad y hambre artística genuina, tiene un nuevo álbum publicado en abril, Calma, la verdad sorprendente, clásico y moderno a la vez.

Lo presentó el domingo por la noche en el Movistar arena, tan seguro de su contenido que abrió con Y me marché contigo, la primera del disco, donde Perales aborda algunos de sus temas fetiches siempre en un marco romántico como la partida, moverse, y cambiar. La canción estampó parte del sonido y estilo renovado del astro de 71 años. En el conjunto de siete músicos que le acompaña domina ese subgénero del rock estadounidense de bandas de late show, donde los instrumentistas son virtuosos tocando a tope pero con estilo, excepto el saxo, a ratos sobre explotado de la misma manera que le sucede a Ricardo Arjona cuando confunde destreza con calidad. Siguió uno de sus grandes clásicos, Me llamas, cuyo impulso power pop calzó cómodamente con la energía del corte anterior.

Perales anunció que la noche sería una mixtura entre lo nuevo y lo insoslayable, para continuar con En un banco de la calle, también flamante, con arreglos de world music mezclando guitarra acústica con mullida base rítmica y retoques electrónicos, en un gran tema. Siguió Al otro lado de las montañas azules, parte del nuevo cancionero, una composición épica que decanta en soft rock. Más formulada y anodina resultó la power ballad Si pudiera, por lo que la llegada de Canción de otoño, otro de sus grandes éxitos en una potente versión, resultó impecable.

Más adelante El Reencuentro, incluida también en Calma, mostró un nuevo cariz: pieza barroca de arreglos grandilocuentes y dramática interpretación, para una triste historia de amor y separación, un futuro clásico. Amada mía tuvo una versión rockerizada, como fue recibida con suspiros y aplausos El amor. Una vez más José Luis Perales, sin aspavientos, con su figura promedio y una voz singular, nos recuerda que en cualquier conteo de los más grandes de la música en nuestro idioma, su nombre no puede estar ausente.