José Luis Torres Leiva, cineasta: "El documental me ha servido para hacer ficción, y viceversa: se complementan muy bien"
En el Festival de Rotterdam, el director chileno estrenó su nuevo filme, <i>El viento sabe que vuelvo a casa.</i> En la cita, el realizador viaja a Chiloé y realiza un documental falso en torno a Ignacio Agüero.
El sábado 29, con entradas agotadas, fue la premiere mundial de El viento sabe que vuelvo a casa, la cinta más reciente de José Luis Torres Leiva, que toma su título de un poema de Jorge Teillier. El escenario fue la 45 edición del Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR), uno de las principales plataformas del cine independiente en Europa.
Premiado en este mismo festival en 2008 por su largometraje El cielo, la tierra y la lluvia, así como por el Bafici por su documental El tiempo que se queda (2007), Torres Leiva (1975) -acaso el más introspectivo de los cineastas chilenos- juega con el documental y la ficción en su nueva cinta. En ella sigue a Ignacio Agüero, el veterano documentalista chileno, en el proceso de preparar una cinta de ficción en Meulín, una isla de Chiloé, sobre dos jóvenes enamorados pertenecientes a grupos rivales, que un día desaparecen.
La particularidad es que ese proyecto no existe, es un pretexto para documentar a Ignacio Agüero y a la vez hacer un retrato de los habitantes de la isla, que está dividida en dos sectores, cuyos moradores no se llevan bien y tratan de evitar mezclarse. Agüero hace casting para los dos roles principales, y explora el paisaje.
“El viento sabe que vuelvo a casa es, desde ya, una de las películas más bellas del año, una lección de cine como diálogo con el mundo: una reflexión acerca de cómo los prejuicios de los realizadores (y de los espectadores a través de ellos) chocan con la realidad; un choque que, si sabe manejarse, permite el nacimiento del cine.”, anotó el sitio argentino Otroscines.com.
¿Cómo nació la idea de hacer un “falso documental”?
Tenía esta idea hace dos años, cuando hice un documental sobre el cine de Ignacio Agüero (¿Qué historia es esta y cuál es su final?), a quien ya conocía y admiraba. Me pareció que su obra estaba muy ligada a su manera de filmar, muy personal, y me dieron ganas de verlo trabajar, ya que ese documental es una conversación. Entonces le propuse este proyecto, que tiene algún elemento de ficción, pero es un documental, en el que lo iba a introducir a él como alguien buscando su película.
A diferencia de sus filmes anteriores, esta vez el director decidió trabajar sin un guión previo, sólo con una pauta. La filmación se hizo en dos semanas. Eso, dice, “nos dio mucha libertad, trabajamos con lo que se iba dando”.
“Estuvimos una semana antes de la filmación, hablamos con gente de la isla -cuenta-. En el equipo que hizo la película estaban varios realizadores: Tiziana Paniza, que es una directora más experimental y Cristián Soto, que hizo cámara, también es director, y esto contribuyó mucho a hacer una película medio colectiva”.
¿La gente que aparece en cámara se ve muy natural, hubo una preparación previa?
Algunas tomas estaban preparadas, otras no, y como ya llevábamos un tiempo en la isla, la gente se acostumbró a nosotros. Muchas cosas se dieron al azar.
Pero en una película como esta, el problema es la edición y selección de mucho material...
Tanto material no hubo, porque estuvimos poco tiempo, el problema era encontrar coherencia al relato; fue complicado, pero se dio bien. Ayudó el hecho de que es una isla pequeña, la gente se conoce y las historias están conectadas, lo que facilitó la edición.
¿Y esa historia de los dos jóvenes que desaparecen, está basada en algo?
No, pero el año anterior, fuimos a investigar a la isla con Tiziana Paniza y nos contaron mucho de esa división entre dos sectores de la isla; era difícil que se aceptaran entre ellos. De allí nace la idea tipo Romeo y Julieta, de amor entre jóvenes rechazado por las familias, que es el dispositivo de ficción para que Ignacio quisiera armar esa película ficticia.
El desconocido Larraín
¿Cómo va su proyecto Groenlandia, la historia de un hombre que se va a vivir aislado a Nahuelbuta y recibe visita de su hija y ex compañera?
El proyecto está por ahora congelado, no he conseguido amarrar el financiamiento, y por ahora estoy trabajando en otras cosas. Lo que sí cambió fue la dinámica de realización de la película, que era una producción más grande a una acotada.
Ud. se inició en el documental, pasó a la ficción con El cielo, la tierra, la lluvia y Verano, y vuelve ahora al documental . ¿No hay tensión entre estas dos vocaciones?
No veo mayor diferencia; creo que el documental me ha servido para hacer ficción, y viceversa, se complementan muy bien y puedo pasar de uno a otro sin dificultad.
Y en lugar de ese, está ahora en otro proyecto.
Sí, se trata de un documental sobre Sergio Larraín, el gran fotógrafo chileno, que toma la etapa desde que dejó la fotografía y se fue al norte, a Tulahuén. Esa etapa de su vida no es menor, porque fueron 34 años que estuvo allí y donde desarrolló otras artes, como la pintura; era amigo de Adolfo Couve, quien le enseñó a pintar y también la escritura; editaba unos pequeños libritos. Hace algunos años conocí a la hija de Larraín, Gregoria, y de allí nació la idea de hacer este documental sobre esta etapa, la más desconocida de su vida.
Su proyecto de Sergio Larraín, si todo va bien, ¿ a qué plazo cree podría empezar a filmar?
Este proyecto tiene un tiempo de investigación largo, no es mucho lo que se conoce de esa etapa en Tulahuén y creo que necesito estar en el lugar, hablar con personas que lo conocieron.
Su casa allí, ¿no la habían demolido?
Una se cayó con el terremoto; su segunda casa está allí, tal como la dejó al morir. Su hijo vive en Tulahuén y la idea es hacerla un museo.
¿No va a abarcar su faceta de fotógrafo?
Hay otro documental que se está haciendo, de Sebastián Moreno (La ciudad de los fotógrafos) que va a abarcar su vida de fotógrafo, creo se pueden complementar.
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