Tenía 14 años y era estudiante del Saint George. José Miguel Ibáñez Langlois estaba en su casa, después del colegio, y buscaba algo de música para distraerse. Puso un disco sin tener claro su contenido. Eran las Alturas de Machu Picchu recitadas por Pablo Neruda. “Quedé como debe quedar uno al salir de una hipnosis”, recuerda el sacerdote, poeta y ex crítico literario en el libro Conversaciones con J. M. Ibáñez Langlois, que acaba de publicar editorial Universitaria.
Un recorrido por su vida, desde su infancia, su acercamiento a las letras -compañero del poeta Armando Uribe-, su vocación religiosa, el encuentro con el Opus Dei, cómo se convirtió en Numerario de “la Obra”, su relación con su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, hasta su ocupación como crítico literario, bajo el seudónimo de Ignacio Valente, durante 30 años en el diario El Mercurio. Ese trayecto se resume en el diálogo que establece con tres profesores de la U. de los Andes.
Tras la negativa de escribir sus memorias, Ibáñez Langlois, hoy de 79 años, responde preguntas en un volumen donde predomina el tema religioso. Sin embargo, hay algunas historias que revela cuando era el único crítico de la letras locales, durante el régimen de Pinochet. Tribuna desde donde elogió la antipoesía de Nicanor Parra, el debut de Raúl Zurita, se enfrentó a Enrique Lihn y Pablo Neruda -quien lo llamó “Curi-crítico”- y dijo que Mala onda, de Alberto Fuguet, era una “bazofia”.
Cuenta que llegó a acumular 3 mil libros, que lo quisieron sobornar dejándole cheques, y que Ignacio Valente nació en los 60, cuando debía firmar su primer artículo en el diario. “Se suponía que no verían con buenos ojos a un sacerdote allí. Tomé el primer libro que encontré a mano, una historia de Roma, buscando un nombre latino. Me gustó Valente (un emperador). En el diario, Fernando Durán por su cuenta añadió Ignacio. Pensé en quitarlo después. Pero ya era tarde: un tal Ignacio Valente había comenzado a existir con vida propia”, dice Ibáñez Langlois en el libro. Ahora, responde a La Tercera, dice que ya no escribe poesía. “No, porque ya no soy capaz. Solo escribiría peor lo que antes hice mejor”, agrega.
¿Qué fue lo más difícil, en los 80, de ser crítico y a la vez sacerdote?
Para mí no hubo nada complicado. Yo no dejé de ser sacerdote, ni de ser cristiano, a la hora de hacer crítica. Pero la hice, al mismo tiempo, con un respeto muy profundo por la autonomía de los valores propiamente literarios: de la belleza, la expresividad y la fuerza del lenguaje. La fe cristiana siempre me ha parecido una perspectiva privilegiada para juzgar los valores de la escritura, y al mismo tiempo una garantía de independencia.
A distancia de esos años, ¿se arrepiente de alguna crítica?
Sí. Yo me indigné cuando María Luisa Bombal murió en la sala común de un hospital, y sin el Premio Nacional, que en cambio el gobierno militar entregaba a escritores muy menores por el solo mérito de no ser de izquierda. Entonces lancé exabruptos contra ellos y los jurados.
¿Qué destacaría hoy de la obra de Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Pablo Neruda y Gonzalo Rojas?
De la Mistral destaco su sólida raigambre castellana y bíblica. De Parra, la recuperación del habla coloquial y del dialecto de la tribu, salvando a nuestra poesía de los metaforones oscuros en que estaba prisionera hacia los años 60. De Neruda destaco la gracia perdurable de su poesía juvenil, el poder oscuro y casi hipnótico de las dos primeras Residencias, y el encanto ligero de las Odas elementales. Gonzalo Rojas me parece que no está a la misma altura, aunque destaco su poesía de la sintaxis.
¿Hay poetas que estén publicando en la actualidad que le gusten?
Pocos. Del retroceso general de las humanidades en las últimas décadas, pienso que la poesía se ha llevado la peor parte, peor que otros géneros literarios, en el mundo y en Chile. Añoro intensamente leer y analizar poesía de verdadera altura, pero encuentro poca.
¿Qué opina de la crítica actual?
Tengo una buena opinión, con dos salvedades: cierta timidez a la hora de pronunciarse sobre la calidad de la obra, cosa que estimo una parte esencial de la crítica, y una necesidad de los lectores. La otra salvedad se refiere a la falta de crítica de poesía.
¿Cree que el Opus Dei tiene una imagen negativa en Chile?
El Opus Dei tiene una imagen sumamente positiva entre innumerables personas que conocen de cerca la institución: su espíritu, sus apostolados y miembros. Entre quienes tienen un conocimiento lejano o nulo, habrá de todo, también los típicos rumores de la ignorancia.