Si bien dejó el más alto cargo en la Organización de Estados Americanos (OEA) en 2014, José Miguel Insulza (PS) sigue atento a lo que sucede en la región y sigue con especial detalle la crisis política y social que vive Venezuela. De hecho, está preparando un documento sobre el tema y en esta entrevista analiza la votación del domingo pasado para formar una Asamblea Constituyente y repasa sus días al mando del organismo internacional.

¿Cuál es su visión de lo que está ocurriendo actualmente en Venezuela?

Hay que recordar que el Estado venezolano adhirió a la Carta Democrática Interamericana y la fecha de eso es inolvidable: el 11 de septiembre de 2001. Mientras caían las bombas en Nueva York, los cancilleres de América estaban firmando la carta. Sin embargo, el gobierno venezolano no cumple con algunas de las definiciones básicas que están en la carta. Se habla de elecciones libres con votación secreta y esto fue todo menos eso. No sé si obligaron a todos los funcionarios públicos a votar. Entonces parto de la base de que no sabemos cuál ha sido el resultado real, no sabemos si fueron tres o cuatro millones los que votaron. Puede haber algún despistado que votó que no, pero no creo que esos despistados hayan votado masivamente. Los dos plebiscitos que hubo, el del domingo y el anterior, adolecieron del mismo problema: eran en el fondo solo una manifestación de las mayorías.

¿Usted comparte entonces lo dicho por el canciller Heraldo Muñoz, que señaló estar decepcionado de lo que ocurre en Venezuela?

Decir que no es legítimo, como lo dijo el canciller Muñoz, es decir una obviedad, no sé por qué se enojaron tanto nuestros amigos del Partido Comunista. Otro precepto: la separación de poderes. Tan partidario es el gobierno del Presidente Nicolás Maduro de la Carta Inte- ramericana que le quiere quitar la sede al Parlamento porque es contrario a él y quiere instalar ahí su Asamblea Constituyente. Y podría seguir, está en jaque la libertad de expresión también. ¿Por qué detuvieron a Leopoldo López y Antonio Ledezma? Porque dijeron cosas. Ahora, que quedan muchos vestigios de democracia en Venezuela, no cabe duda, estamos viviendo una época de transición. Pero manifestar preocupación por lo que está pasando, además de decir que no es legítimo lo que ocurre, no es injerencia, es un país que le dice al otro que no está cumpliendo los compromisos que acordaste conmigo, el 2001, con la Carta Interamericana. Otra cosa es que no haya demasiados instrumentos, pero la carta es un compromiso de los estados igual.

Usted señala que no se están cumpliendo los compromisos de la carta, que no hay libertad de expresión ni tampoco separación de los poderes del Estado. ¿Es una dictadura?

Lo que digo es que todavía quedan rasgos o vestigios de democracia. O sea, todavía no meten presos a todos los parlamentarios, sí lo están haciendo con los miembros de la Corte Suprema elegidos por el Parlamento de oposición...

Entonces, para usted aún no es una dictadura...

Hay una situación compleja que conduce a una dictadura. El otro día alguien citó al ex Presidente José Mujica que dijo que lo más probable es que Venezuela terminaría como una dictadura de izquierda y creo que puede ocurrir eso. Si se dicta una nueva Constitución y dice que el Ejecutivo va a nombrar a la Corte Suprema o crea una nueva forma de elegir al Parlamento de manera de obtener una mayoría, claramente estaríamos frente a una dictadura.

Es que ese, precisamente, ha sido un debate que ha tenido que enfrentar la izquierda, no solo la chilena, si calificar o no a Venezuela como una dictadura. Es un tema que, al parecer, incomoda...

Los que la califican ahora tienen buenos argumentos para decirlo, por cierto.

A la izquierda chilena aún le cuesta mucho calificar la situación de Venezuela. ¿Por qué cree que todavía sucede esto?

Y no solo le cuesta Venezuela, sino que también a Cuba y los antiguos regímenes. Por ejemplo, cuando Xi Jinping dice que China es la segunda economía de mercado del mundo, yo no escuché a nadie de la izquierda que eso era horrible. Entonces, creo que hay una dificultad en las fuerzas políticas, no solo del PC, sino que también entre los míos, de romper con eso, con el pasado para asumir el presente.

El actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha sido un férreo opositor al gobierno de Nicolás Maduro. Si bien los tiempos eran distintos, se pueden ver diferencias entre él y usted en la forma de enfrentar esta crisis...

Absolutamente, pero yo no voy a juzgar nada de lo que está haciendo Luis Almagro. Gracias a César Gaviria, que no ocupó nunca nada de lo que estuviera haciendo yo, es bueno en cualquier institución que el que se va, no se vaya a pelear con el sucesor y viceversa. Como dijo un diplomático brasileño: todo sucesor es un mal agradecido y todo antecesor es un incompetente (risas), así que mejor no meterse. Pero lo que sí es cierto es que los tiempos eran muy distintos. El 2014 empezó la primera rebelión en Venezuela con el nuevo Congreso y ahí había margen para un diálogo. En febrero de ese año saqué una declaración mía, que después fue apoyada por el consejo, diciendo que tenía que haber diálogo, porque de lo contrario iba a haber ganadores y perdedores, y eso nunca era bueno en un conflicto de este tipo. Además que para sentarse a dialogar había que estar dispuesto a hacer concesiones. Yo diría que la oposición, sin decirlo, en esa ocasión hizo lo que propuse, que era reconocer a Maduro. Fueron a una reunión con él y le decían presidente, algunos eso sí, y estaba Leopoldo López preso, así que no fue fácil para ellos. Pero Maduro no estuvo dispuesto a ni una sola concesión y hoy sigue mostrando una tremenda tozudez.

¿Y cree que hoy la solución sigue siendo el diálogo entre gobierno y oposición?

Sigue siendo la misma solución. Pero no sé si los que votaron son tres o cuatro millones, o cinco, no sabemos, pero si hay un enfrentamiento será entre millones contra millones y es lo peor que puede pasar. En América Latina todos los gobiernos son distintos, pero por alguna razón, cuando pasa una cosa en un país empieza a pasar en otro también. Para la democracia latinoamericana lo que está pasando no es bueno, no estoy diciendo tampoco que tiene que ganar la oposición. A veces la oposición es demasiado radical, más la de afuera que la de adentro. Son más los que dicen cosas desde algún otro país que al interior de Venezuela, porque la salida de profesionales ha sido tremenda y esto va a terminar en una crisis humanitaria sin instrumentos para enfrentarla. Y lo que más podría hacer la OEA es declarar que ha habido una ruptura de la democracia y, por lo tanto, suspender a Venezuela mientras no haya un cambio, como se hizo con Honduras. A pesar de que el único camino que veo es el diálogo, desgraciadamente está ocurriendo lo que dijo Eduardo Fernández, dirigente del Copei, quien señaló que al final iba a haber diálogo, el problema era si ocurría antes o después de los muertos. Y ya llevamos cerca de 120 muertos.

Más allá de las diferencias de carácter o de estilo, la posición que ha tomado Almagro por el tema de Venezuela ha sido distinta a la suya...

No voy a hablar de eso. Él dirige la OEA hoy, lo respaldo en cuanto a secretario general y no voy a juzgar sus actos.

Pero sí puede hablar de la labor de la OEA y lo que puede hacer para aportar a la solución de la crisis...

La OEA tiene la tutela de la Carta Interamericana. Si se viola la carta, tiene que hacérselo ver a los estados y tiene distintas formas de hacerlo. Puede ser una declaración del secretario, puede ser una resolución del consejo, puede llamar a una asamblea extraordinaria, pero para tomar medidas contra un país, tiene que declarar que ha habido una ruptura de la democracia. Y también puede actuar cuando la democracia está en peligro, pero para eso requiere el consentimiento del país.

La semana pasada, el venezolano Moisés Naím, ex ministro en Venezuela, calificó su papel en la OEA como "bastante ineficaz y timorato". Y no han sido pocos los analistas internacionales que han hecho una mala evaluación de su gestión. ¿Se arrepiente de algo?

En esa época no me criticaban, me masacraban. El señor Naím vino a Chile incluso a decir que yo apoyaba al gobierno de Chávez.

¿Pero cree que pudo haber hecho algo distinto? Se lo pregunto, porque la característica principal de la crítica es que usted tuvo una actitud pasiva frente a lo que ocurría en Venezuela.

Creo haber hecho lo que debía hacer un secretario general. Ahora, alguna cosa habré hecho mal de repente. Cuando Condolezza Rice me pidió la aplicación del artículo 17 de la Carta de la OEA, yo pedí autorización a Venezuela para enviar una misión especial y lo hice. Me dijeron que no, por cierto, pero lo hice. A lo mejor podría haber ido con una pistola a pedirlo. No había nadie en ese momento que estuviera por aplicarle la Carta Democrática a Venezuela en el Consejo de la OEA, porque todos sabían que la habrían perdido por paliza. Eso cambia todo.

¿Y por qué cree entonces que califican su gestión como ineficaz o que fue suave?

Puede que haya sido todo lo que se podía ser en ese momento, pero siempre les dije a los venezolanos, y lo dije en el consejo, las cosas que me parecían mal. Era lo más allá que podía hacer.

Una parte importante de su gestión estuvo bastante concentrada en volver a incorporar a Cuba a la OEA, y en ese sentido, entrar en un conflicto con Venezuela podía derribar sus propios esfuerzos. ¿Se inhibió?

Cuando fui secretario general de la OEA había un poderoso movimiento de países de izquierda en la región que tenían que ser atendidos en sus preocupaciones. Lo que más me motivo desde temprano en la OEA fue la declaración de un ex canciller uruguayo que dijo que por fin la OEA ahora era mucho más latinoamericana que antes. Y eso confieso que a lo mejor no les gustó a los que viven en Estados Unidos, como Álvaro Vargas Llosa o Naím. Yo viajaba mucho por América Latina y me complacía mucho la opinión que tenían en esos países de la OEA, y eso para mí era más importante. Por esa razón, con el gobierno de Estados Unidos la cosa no fue fácil.

DC: "Lo de Rincón fue un pretexto"

¿Cuál es su opinión sobre la crisis que pasó en la DC?

En lo fundamental, lo que hay detrás es el descontento de muchos democratacristianos con la forma en que se está llevando a cabo el proceso político en general; estaban dudosos de su candidatura presidencial porque no marcaba en las encuestas. Me parecía un ejemplo que la DC presentara su candidato sin preguntarles a los encuestadores cómo le iba a ir al final del día. Pero hubo muchos en la DC que no compartieron eso y estaban preocupados por los efectos que podía tener en las elecciones parlamentarias. Analizaban los efectos de una foto con Guillier versus una foto con Goic. Eso es lo principal, lo del diputado Rincón, en el fondo, es un pretexto. Ellos no se dieron cuenta, o no quisieron aceptar o estaban demasiado concentrados mirándose el ombligo, el estallido que iba a venir después. Aquí hay algo que no dice relación solo con la DC, sino con todos los partidos, cualquiera que tenga alguna yaya creíble, por cariño y respeto a su partido, debiera abstenerse de ir de candidato. Ahora, si este tema va a terminar afectando a toda la coalición, creo que va a depender de que otros partidos no se metan en nuevos líos, porque ya tenemos bastantes. Nuestra coalición: Democracia Cristiana más el resto de los partidos de la Nueva Mayoría, a mi juicio, es mayoría en el país, pero esa mayoría la vamos a liquidar como consecuencia de nuestros errores.

¿Cree que esta tensión que vive la DC y parte del oficialismo termine favoreciendo electoralmente a Piñera o al Frente Amplio?

No tengo ninguna duda de que estos conflictos y errores van a favorecer que la gente vaya a votar por el Frente Amplio más en primera vuelta y por Piñera más en segunda vuelta.

Un sector de la DC nunca se sintió cómodo en la Nueva Mayoría, que la coalición se ampliara hacia la izquierda, con la incorporación del PC.

¿Cree que la DC está en riesgo de un quiebre interno significativo?

En la DC hay un sector que cree que la unión entre el centro y la izquierda debe ser permanente y, por lo tanto, se sienten incómodos con esto de ir en una lista propia. Así como hay otros que se sienten incómodos con esto de que se diga que van en una lista propia solo por cuestiones electorales. Pero tengo la impresión de que las lecciones de las divisiones anteriores fueron aprendidas y no veo que haya muchos democratacristianos interesados en formar un proyecto político nuevo o un partido al estilo del Mapu u otro en alianza con el centro.

¿Y las facciones de la DC pueden seguir coexistiendo en un mismo partido?

No hay duda, de hecho, han coexistido y a veces no se sabe bien quién pertenece a cada grupo. La DC ya no está a tiempo para cambiar de candidato y mucho menos para adherir a otro candidato. Carolina Goic ya resolvió que seguirá adelante en la carrera presidencial y en eso cuenta con gran parte del partido, por lo tanto, no creo que se vayan a producir divisiones, por el contrario, van a salir fortalecidos de esto.

¿La candidatura de Goic se fortalece después de esta crisis?

No me extrañaría que subiera dos o tres puntos después de esto, en ningún caso suficiente como para llegar al segundo lugar.

En el escenario actual, ¿es bueno para el futuro de la Nueva Mayoría el que se mantenga la candidatura de Goic en paralelo a la de Guillier?

Yo creo que es mejor tenerla que no tenerla. Y creo también que para el conjunto de la Nueva Mayoría hasta le podría proporcionar unos votos más. Estoy seguro de que toda la DC va a votar por Carolina Goic.