Hoy, más de 500 millones de personas en el mundo son obesas. El doble de las que había en los 80. Es que en 30 años, el sedentarismo y los cambios en el estilo de vida no sólo aumentaron el número de afectados con esta y otras patologías, sino que cada vez aparecen a menor edad. ¿El resultado?
Los jóvenes de hoy son menos saludables que lo que lo fueron sus padres o abuelos. Así lo constató un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública de Holanda y el Centro Médico de la U. de Utrecht, que analizó a un total de 6.377 personas de 20, 30, 40 y 50 años, por casi 20 años.
Los resultados muestran que los índices de obesidad, hipertensión y colesterol, entre otros, son más elevados en las actuales generaciones que en las generaciones anteriores. Por ejemplo, si en 1987, el 40% de los veinteañeros tenía sobrepeso, la prevalencia llegó al 52% entre quienes tenían esa edad en 1998 y a 61,5% entre los que tenían 20 años en 2003.
El cambio es tal, que los índices de sobrepeso entre quienes estaban en sus 20 años en 2003 eran similares a los que en los 80 presentaba la generación de 50 años. Situación que se repite en el caso de la obesidad y la diabetes tipo 2.
Las razones de esa transformación, explica a La Tercera Gerben Hulsegge, epidemiólogo y líder del estudio, se encuentran en cambios en el estilo de vida. "El cambio en sobrepeso y obesidad es, en teoría, resultado de un balance desfavorable entre energía consumida y energía gastada". Es decir, hoy se come más que antes, de manera menos saludable y se hace menos ejercicio. Las comidas caseras y los juegos en la calle han ido dando paso, paulatinamente, a comida chatarra y a la TV y los videojuegos.
El círculo es vicioso. Una mayor obesidad provoca también mayor hipertensión, propensión a diabetes y aumento de colesterol, entre otras, explica Hulsegge, quien dice que los resultados de su trabajo son extrapolables a otros países, sobre todo desarrollados. Y que se está dando la paradoja de que aunque esta generación tiene mayor expectativa de vida, no tiene mejor salud.
TAMBIEN EN CHILE
En nuestro país, este fenómeno ya se está produciendo, dice Paula Margozzini, de Salud Pública de la U. Católica. "El sistema de salud y el desarrollo socioeconómico han disminuido la letalidad y aumentado la expectativa de vida, pero las nuevas generaciones tienen mayor prevalencia de enfermedades crónicas", asegura.
El índice Aliméntate Sano, de la UC, reveló que el 33% de la población chilena entre 20 y 30 años tenía la presión arterial y los triglicéridos altos (grasas circulando en la sangre) y el perímetro de la circunferencia aumentado. Y el 25%, altos índices de glicemia (cantidad de azúcar en sangre). Todos males que hace 30 años sólo se veían en personas sobre 50 años.
Margozzini dice que en el actual escenario interviene el ambiente "que hemos construido, que favorece el sedentarismo y los alimentos menos saludables, que son más baratos y fáciles de consumir".
Pero también, la actual forma de vida y trabajo, que promueve la depresión y los bajos niveles de confianza interpersonal. Esto favorece el estrés y la hipertensión. "Además, nuestros genes no han alcanzado a adaptarse todavía a la vida moderna, es decir, tenemos genes que eran muy buenos para ahorrar energía, pero hoy los niños comen una alta carga de calorías y queman pocas, lo que los predispone a obesidad, hipertensión y diabetes".