Critican las instituciones y sus dogmas, porque éstas privilegian las reglas por sobre el consejo espiritual. Algunos son decididamente ateos, otros viven una espiritualidad "hecha a su medida" y algunos están en búsqueda. Tienen entre 18 y 24 años y no adhieren a un credo establecido: una tendencia que va al alza, según la encuesta de la Universidad Católica y Adimark, que muestra cómo en este grupo etario las personas sin filiación religiosa subieron de un 19% en 2006 a un 26% en 2009. Una tendencia que ha ido de la mano de la caída de jóvenes católicos (de 60% en 2006 a 55% en 2009) y evangélicos (de 17% a 13%).
Es el fenómeno que la Iglesia llama secularización o pérdida de influencia y que en los menores de 25 años se manifiesta con mayor intensidad. No es exclusivo de Chile. En España, entre 1994 y 2005, los jóvenes católicos practicantes decayeron de un 18% a 10% y los ateos, indiferentes y agnósticos pasaron del 22% al 46%, según datos de la Fundación Santa María.


Las bases de ese desencanto son múltiples, aunque prima la carencia  de respuestas a temas tan importantes como la sexualidad y la vida en pareja, explica Manuel Antonio Baeza, sociólogo de la Universidad de Concepción. "Las grandes familias religiosas han tardado en ajustarse a los cambios y nuevas interrogantes de la juventud", sostiene. Sin embargo, aclara, religión y fe corren por carriles distintos, por lo cual el descontento no implica el fin de la religión o la espiritualidad, sino el reflejo de una mayor autonomía de los creyentes.
Lo que el sociólogo de la Universidad Central, Rodrigo Larraín denomina "espiritualidad a la carta". "Hoy existen distintos ámbitos de formación religiosa y los jóvenes viven lo que se llama la religión a su manera, donde la fe es un proceso personal y el ir descubriéndola se relaciona más con los amigos o uno mismo", dice.

BUSQUEDA DE IDENTIDAD


Esa búsqueda de respuestas va ligada a una búsqueda de identidad, donde los jóvenes "ya no se conforman con la filiación religiosa heredada de su padres y se produce una desvinculación", explica Eduardo Valenzuela, docente de la Escuela de Sociología de la Universidad Católica. A eso se suma la mayor tolerancia que existe  actualmente frente a las  creencias personales: "Hoy es posible declarar abiertamente que no se adhiere a ninguna religión, lo que hace 30 años era muy difícil, y hace 60 años era imposible". 
Esa lucha generacional se da especialmente cuando existe una familia con fuertes creencias religiosas a la cual oponerse, lo que no sucede en todos los casos, según Larraín, pero explica parte del fenómeno.

SIN DOCTRINA

Más potente, dice Larraín, es la oposición a la doctrina religiosa que los jóvenes ven sólo como un exceso de normas. "Es lo que sucede con mucha gente que fue a colegios religiosos y que abandonan el credo por la experiencia que vivió con demasiadas reglas, las cuales hacen perder el contenido en la fe. Hace 30 años era un fenómeno que no se apreciaba tan fuerte, porque la política daba sentido a gran parte de los jóvenes. Lo que hoy no ocurre con ninguna de las dos cosas", dice.


Eso explica también por qué muchos jóvenes construyen su identidad religiosa sobre la base de sus necesidades personales. "Pueden adherir, por ejemplo, a una espiritualidad budista, creer en la reencarnación, entre otros conceptos, y así armar su propio menú religioso y con eso resolver el sentido de la vida", dice Larraín.
Así se ve reflejado en la Encuesta del Instituto Nacional de la Juventud 2007, en la cual el 35% de los jóvenes admitía creer en la reencarnación, 31% en la astrología, 23% en tarot y 15% en el chamanismo. "Creo en la vida como una existencia completa de energías, que provienen de la naturaleza, las personas, los enojos, las alegrías. Todo eso va cambiando según la experiencia de vida en la que me encuentre", dice Daniela (23).

PRACTICAR LA FE


Las cifras también reflejan que dos de cada tres jóvenes se identifican con la religión. En ellos, señala Valenzuela, la espiritualidad se vincula básicamente al voluntariado. "Son experiencias muy significativas, en la que viven la apertura al mundo acompañados de la religión y les permite tomar conciencia de la existencia de los demás". Esa práctica es la que facilita su cercanía a la iglesia.
La encuesta indica, además, que el grupo que tine entre 45 y 54 años es el que muestra un mayor crecimiento en su religiosidad: de 68% a 71% en tres años. Pero no necesariamente los jóvenes son menos religiosos que los adultos, explica Gonzalo Tapia, sociólogo de la Universidad Diego Portales, sino que son más transparentes en reconocer, por ejemplo, que no van a misa: "Para ser creyente se deben practicar los cultos y no necesariamente en el caso de los jóvenes hay una menor creencia religosa, sino que menos práctica".

LOS PROCESOS DE REFLEXION Y ACERCAMIENTO


El mayor contacto de los jóvenes con la religión lo experimentan con la Primera Comunión a los 10 años y con la Confirmación a los 18. Luego de eso, indica Gonzalo Tapia, sociólogo de la U. Diego Portales, comienzan a experimentar una vida espiritual a su manera, pero retoman su religión de origen en el momento de casarse.
En ese lapso se acentúa el proceso de incertidumbre que viven al dejar la seguridad de su hogar y definir su propio camino, donde la religión no es la primera pregunta que se plantean.

El nacimiento de un hijo o la muerte de los padres, establece Eduardo Valenzuela, de la Universidad Católica, son momentos significativos en los que se produce un nuevo acercamiento. "Muchos se ven, en cierta forma, obligados a retomarla cuando, por ejemplo, tienen que tomar decisiones, cómo definir qué tipo de educación quieren para sus hijos", dice Tapia.

A mayor edad, además, se comienza a pensar en la muerte, afirma Rodrigo Larraín, de la U. Central. Una reflexión que los acerca a una perspectiva religiosa: "la muerte está siempre presente, pero cuando no se siente cercana se vive de forma abstracta".