El martes 17 en la noche, el embajador de Chile en Estados Unidos, Juan Gabriel Valdés, asistió al auditorio Andrew W. Mellon a la tradicional cena de gala que los presidentes entrantes dan a los diplomáticos extranjeros acreditados en Washington, previo a la ceremonia de asunción del mando. Entre platos de bacalao negro a la mostaza y filete mignon, Valdés tuvo un primer cara a cara con Donald Trump, el excéntrico magnate inmobiliario que sorprendió a todos al ganar las elecciones presidenciales, en noviembre pasado, con la promesa de hacer "grande a Estados Unidos" con restricciones al comercio mundial, a la entrada de inmigrantes y su poco apego a los órganos multilaterales.
Esa noche, Trump volvió a sorprender a los cerca de 200 embajadores y representantes extranjeros presentes en la cena. "Tenemos un gran respeto por sus países. Tenemos gran respeto por todo el mundo", les dijo el nuevo ocupante de la Casa Blanca. "Ustedes son grandes personas", añadió con su habitual histrionismo. Las salidas de libreto no faltaron. Trump bromeó sobre el proceso de selección de su vicepresidente, afirmando que tenía "un par de bellezas que pude haber elegido", pero que estaba feliz de haber optado por Mike Pence. O cuando le señaló al nuevo secretario de Estado, el ex CEO de la petrolera Mobil Exxon, Rex Tillerson, que "las cosas iban a ser más difíciles de lo que él pensaba".
El viernes 20, Juan Gabriel Valdés volvió a ver a Trump, esta vez de lejos, en las escalinatas del Capitolio, mientras éste juraba como Presidente, y pese a la incertidumbre que provoca la llegada del magnate a la Casa Blanca, el representante de Chile en Estados Unidos prefiere quedarse con el compromiso que hizo el hoy mandatario antes de finalizar la cena de que "iba a haber un diálogo muy abierto, franco y amistoso".
Cerca de 50 congresistas demócratas se negaron a asistir a la ceremonia de asunción del mando de Trump. ¿Fue el anticipo de una relación tensa entre el Congreso y la Casa Blanca?
No quisiera aventurar opiniones sobre el desarrollo interno de la política de EE.UU., porque como embajador no debiera hacerlo. Sin embargo, es evidente que hay temas que van a producir negociaciones duras, partiendo por la situación del seguro médico, el famoso Obamacare. La ratificación de funcionarios de Estado tampoco va a ser un paseo campestre. Esto viene con mucha dureza de ambas partes, porque refleja la continuidad de una campaña que fue muy agresiva. Hay mucha especulación sobre lo que va a pasar, todo es muy incierto. Es evidente que hay una parte muy importante de la población de EE.UU. que siente incertidumbre sobre la manera cómo se van a desarrollar las relaciones entre los partidos, la relación entre gobierno y oposición, la relación entre el presidente y sus ministros. Pero creo que la institucionalidad norteamericana tiene una fuerza tal que lo más probable es que haya un acomodamiento de los distintos roles y tengamos, a lo mejor, un rol muy distinto del presidente de lo que estábamos acostumbrados y un rol muy distinto de los partidos. Además, pienso que la tendencia principal del Partido Republicano va a ser consolidar a su presidente y buscar una cierta estabilización del proceso.
Durante la campaña, tanto usted como la mayoría de los analistas y observadores, incluso la Presidenta Bachelet, emitieron duros juicios respecto de Trump. Tras la conformación del gabinete y los anuncios de las primeras medidas, ¿cree que su caricatura como un líder nacional populista se acrecentó o disminuyó?
No voy a hacer juicio sobre eso. Lo que hicimos en algún momento fue simplemente una descripción de lo que los norteamericanos y la prensa norteamericana estaban diciendo sobre los candidatos. Efectivamente, vimos que había una incredulidad en un inicio sobre la candidatura del señor Trump, luego una gigantesca sorpresa respecto del desarrollo de la primaria del Partido Republicano y después una expectativa de que la elección de Trump era inviable, cuestión que se mantuvo hasta el día de la elección. Por lo tanto, creo que la canciller Merkel, el presidente de Francia, la inmensa mayoría de los presidentes de América Latina, todos creyeron que los resultados de las elecciones iban a ser diferentes. Hoy día, lo que hay que hacer es mantener las muy buenas relaciones que todos estos países tienen con Estados Unidos.
¿Pero desde entonces la incertidumbre sobre lo que representa Trump se acrecentó o disminuyó?
Lo que nos importa a nosotros es entender cómo este fenómeno y esta transformación que están ocurriendo en el mundo occidental afectan a Chile y a América Latina. Chile es multilateralista, defendemos el derecho internacional y el uso de la diplomacia. No nos gustan las amenazas ni la guerra. Creemos en la cooperación internacional y sabemos que para que ello se pueda dar tiene que haber confianza y respeto por las diferencias. Sobre la base de esas convicciones vamos a continuar haciendo con el Presidente Trump el mismo trabajo de mantención de una relación de Estado a Estado que hemos mantenido, y que ha sido excelente, durante el período del Presidente Bush y durante el período del Presidente Obama. Con Estados Unidos siempre hemos construido sobre acuerdos. Hemos mirado de manera muy similar el mundo y las amenazas a la seguridad, los temas del libre comercio y de la globalización. Naturalmente que hemos tenido discrepancias, en un momento llegamos a discrepar con Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, rechazando la guerra de Irak. Pero no descartamos que haya un grado de entendimiento mucho mayor de lo que puedan ser las diferencias, porque esta es una relación de Estado a Estado que está construida sobre bases muy sólidas. Aquí hay una relación de muy largo plazo, de trabajo en conjunto y de confianza mutua, y eso no cambia con un proceso electoral.
Algo más, hemos visto desde hace muchos años que no basta con tener una buena relación con Washington. Para un país como Chile, que no tiene problemas de conflictos internos, que no tiene conflictos con Estados Unidos, ni requiere de ayudas especiales, hay que darle otra gravitación. Lo que a nosotros nos interesa es el desarrollo de la tecnología en Estados Unidos, el desarrollo de la ciencia en Estados Unidos y la capacidad que tiene nuestra gente de vincularse con la de Estados Unidos, y para eso tenemos que trabajar con los estados. El acuerdo Chile-Massachusetts, el acuerdo Chile-California tienen gran importancia. Por lo tanto, la relación directa con los estados de Estados Unidos para nosotros es prioritaria y eso no cambia en absoluto.
¿Cree que los acuerdos suscritos por Chile con los estados de California, Masachusetts y Washington pueden servir de resguardo ante medidas proteccionistas que pueda tomar la Casa Blanca?
Yo no creo que se llegue a cuestionar un acuerdo de libre comercio como el que nosotros tenemos con Estados Unidos. Hay que pensar que este no es un acuerdo que cubre áreas en las cuales Estados Unidos se sienta vulnerable, sino en las cuales tiene necesidades y, por lo tanto, veo difícil que eso se vaya a revisar. Respecto de la política hacia América Latina en general, yo creo que Estados Unidos no va a mirar a América Latina en su conjunto, sino que va a mirar a países por separado. La principal alusión, como se sabe, es a México y tiene que ver con una relación vecinal que es extraordinariamente compleja, pero que tiene consecuencias muy duras para México. Creo que en esta materia nosotros también, que estamos en la Alianza del Pacífico, que somos socios de México, vamos a tener que mirar esa relación con atención. Nosotros, naturalmente, vamos a entender que un cambio en el Nafta es algo que puede tener consecuencias también para nosotros.
¿Cuáles podrían ser los principales efectos de la asunción de Trump para Chile?
Honestamente, creo que no hay ninguna razón para que Chile sienta incertidumbre frente a este proceso. Puede sentir sorpresa, puede sentir curiosidad, pero incertidumbre respecto de nuestra relación bilateral no veo por qué nosotros vamos a alimentar un sentimiento de esa naturaleza. Alguien podrá sentir incertidumbre sobre lo que va a pasar en Medio Oriente, la paz entre Israel y Palestina, los problemas que tengan que ver con Rusia y con Ucrania, pero pensar que los chilenos tienen incertidumbre respecto de la relación bilateral, yo personalmente no la tengo, no la considero justificada. Por cierto que, como ya he dicho, nosotros en nuestra relación estable y positiva y de alta calidad con Estados Unidos vamos a tener acuerdos en la mayoría de los casos, pero podemos tener algunas diferencias y esas diferencias podrían venir solamente de hechos que no nos afectan directamente, pero que sí afectan a nuestros principios y a nuestra manera de cómo observamos el mundo. Naturalmente, a nosotros nos interesa que la Organización Mundial de Comercio sea respetada, nos interesa que las Naciones Unidas sean respetadas, nos interesa que las organizaciones que tenemos en América Latina sean respetadas, y desde ese punto de vista nosotros tenemos solidaridad en la región que también vamos a respetar, y esas son cosas que naturalmente vamos a conversar con Estados Unidos de manera muy franca, muy clara y con mucho respeto también, por sus puntos de vista por problemas que ellos tienen, porque sin duda que las relaciones vecinales y las relaciones dentro del hemisferio no son siempre suaves. Un principio de toda diplomacia es siempre ponerse en los zapatos del otro.
Chile ha tenido buen comportamiento en el uso de la Visa Waiver. ¿Ha recibido usted alguna señal de las futuras autoridades respecto de que se pueda excluir a Chile de una eventual revisión de ese sistema?
No, solamente hemos recibido por parte de las autoridades de Estados Unidos seguridad de que estamos haciendo bien las cosas, que las dificultades las estamos sorteando conjuntamente con un trabajo de colaboración y, por lo tanto, no veo que exista ninguna razón hoy día para que Estados Unidos ponga en cuestión la forma acerca de cómo se ha desarrollado este acuerdo. Nosotros hemos constituido con Estados Unidos un grupo conjunto de análisis y de trabajo para examinar el proceso de desarrollo de Visa Waiver. Hay algunos cambios legales que están en el Congreso, a los cuales el gobierno les ha puesto extrema urgencia y que deben estar resueltos antes de fines de enero. Es lo que se me ha dicho y me parece muy importante que eso se cumpla. Chile es el único país latinoamericano con ese acuerdo y ellos ven con preocupación ese programa en algunos países europeos, naturalmente que ahí hay un espacio de acción que nosotros no podemos prever ni imaginar en este momento y lo único que podemos decir es que vamos a estar muy atentos a ese tema durante el curso de este año.
Embajador, ¿Trump es una amenaza para Chile?
No, en absoluto, Trump no es una amenaza para Chile. Es el Presidente de los Estados Unidos, país con el cual tenemos una relación de Estado a Estado, estable, de muy alta calidad, muy compleja, muy diversificada, que va a seguir desarrollándose en muy buenas condiciones. Naturalmente, plantea un cambio y una cantidad de interrogantes que nos llevan a preguntarnos ¿cómo nuestros principios y la manera como nosotros ejercemos nuestra política exterior van a empalmarse con los objetivos y desarrollo de los Estados Unidos? Esa es la única pregunta que yo mantengo abierta.
Obama no tuvo un acercamiento muy contundente con Sudamérica, y para Trump, América Latina comienza y termina prácticamente en México. ¿Cómo visualiza la relación a futuro de Washington con el Cono Sur?
Mi padre, que algo sabía de relaciones internacionales, decía siempre que a él le encantaba cuando Estados Unidos no tenía muchas políticas hacia América Latina, porque era América Latina la que tenía que tener políticas y no eran dictadas por nadie más. Y yo, la verdad es que creo que ese principio vale hasta hoy. Aquí hay una necesidad nuestra, como dije, de sostener nuestras convicciones, de no tener incertidumbre de lo que nosotros pensamos como país. Y esa es una cuestión muy esencial, porque al final Estados Unidos es un socio fundamental para nosotros. En ese sentido, Trump, como Obama, va a querer que le digamos las cosas con franqueza y con sinceridad y no que juguemos juegos. Lo importante es que nosotros seamos francos y claros en lo que nosotros queremos y a lo que nosotros nos interesa. Yo creo que nunca ha estado mejor la relación de Chile con Estados Unidos que en el gobierno del Presidente Obama, y eso fue porque pudimos conversar de igual a igual sobre temas que nos preocupaban a los dos países. Nunca en mi experiencia se habían producido reuniones binacionales entre Chile y Estados Unidos como las que se produjeron los últimos tres años, en las cuales discutimos desde los temas bilaterales hasta temas como Irán, la paz en Medio Oriente o China en un cuadro de absoluta franqueza y con absoluto respeto por las diferencias de percepción que dan el rol y la dimensión de Estados Unidos y Chile en el mundo. No hay ninguna razón para que eso no se siga manteniendo.
Hace algunos días surgió una diferencia entre Trump y su secretario de Estado, Rex Tillerson, respecto del futuro del TPP. Mientras el presidente insiste en que el acuerdo está muerto, Tillerson dice que éste debe ser revisado solamente: ¿Cree que exista alguna posibilidad de que el TPP siga adelante?
Yo creo que sí. El señor Tillerson mencionó, efectivamente, en televisión, en la entrevista que le hizo el Senado en el interrogatorio al que lo sometió la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que él veía el TPP de manera positiva y que creía que había que hacerle cambios. Por otra parte, esto se contradice con lo que ha dicho el Presidente Trump en múltiples oportunidades, sin embargo, al ser consultado el Presidente Trump declaró que él les daba libertad a sus ministros para que fueran ellos mismos y desarrollaran sus propias visiones, por lo tanto es difícil saber qué es lo que va a suceder. La inmensa mayoría del Partido Republicano apoya el TPP y solo tiene objeciones sobre algunos aspectos del TPP, por lo que es posible que planteen la posibilidad de renegociar. Cada país deberá decidir si está dispuesto a renegociar lo que ya se negoció. Entiendo que nosotros tenemos una postura clara en esa materia, de que el acuerdo no va a ser renegociado.
Las diferencias de Trump se han extendido a otros miembros del gabinete. ¿Cree que va a ser una relación fluida o va a ser más bien tensa la que va a tener Trump con su gabinete?
No puedo hacer esas predicciones, estamos todos esperando que inicie el gobierno para ver exactamente cómo se desarrolla. Por primera vez, en muchas décadas, Estados Unidos tiene como presidente a un empresario que no tiene experiencia previa en procesos de administración del Estado, no ha sido gobernador, nunca antes había sido figura electa y muchos de sus ministros son personas que también vienen del sector privado. Los ciudadanos norteamericanos que han apoyado esta opción del Presidente Trump consideran que eso es una enorme virtud, y piensan que el tener a este grupo de empresarios y ex generales en el gabinete constituye un factor enormemente positivo para reorientar la economía norteamericana, darle nuevo vigor y enfrentar las enormes tareas que quiere enfrentar Estados Unidos. Nosotros, como observadores externos, respetamos ese punto de vista. Ahora, que es un fenómeno nuevo, es un fenómeno inédito absolutamente. Estamos frente a un gobierno completamente diferente a todos los que ha habido en el pasado en Estados Unidos.
Si Trump logra bajar la tasa de desempleo y reactivar la industria estadounidense, es probable que otros líderes y en otros países pretendan también levantar el discurso nacionalista y proteccionista. ¿Cree que es el inicio del fin de la globalización neoliberal que se impuso a partir de los 80?
No es posible continuar observando la globalización como un proceso que no tiene conjuntamente decisiones de equilibrio y de apoyo a los grupos que están siendo dañados por la globalización dentro de cada país. Aquellos que sueñan con dejar a las fuerzas del mercado los procesos globales están siendo derrotados y van a tener que retroceder por cuanto eso no tiene viabilidad futura. Porque lo que está ocurriendo es la reacción, no solo de grupos que fueron más marginados y se han empobrecido con la globalización, sino que también de sectores medios que ven de una manera desconfiada los procesos globales. Desde ese punto de vista es evidente que los gobiernos van a tener que entender que tienen que invertir en un cuadro de equilibrio interno para paliar las consecuencias necesarias y fatales que tiene el proceso de globalización. Que esto signifique que se acabó la globalización, eso es tan ingenuo como lo de los procesos de globalización entregados al mercado.
Durante la campaña, cuando las encuestas y los medios daban ganadora a Hillary Clinton, usted hizo comentarios duros respecto de Trump. ¿Cree que quedó en una situación incómoda ante la Casa Blanca en su calidad de embajador de Chile ante Estados Unidos?
No, en absoluto. No creo que haya quedado en ninguna situación incómoda, por cuanto dificulto que ustedes puedan encontrar algún embajador o alguna persona en estas ciudades que no hayan dicho algo similar de Trump en algún momento.