Juan Lamadrid estaba a tres puntos de perder el partido y quedar fuera del Global Circuit Junior Final 2014 de tenis de mesa en Paraguay. El chileno, de 18 años, empataba en puntos con el brasileño Massao Kohatsu hasta la penúltima fecha de su grupo, y lo enfrentaba en la última. El partido lo perdía 3-2 en sets, y caía 8-1 en el sexto parcial. Pero remontó, y ganó el set definitorio. Luego, caería en cuartos de final, terminando quinto y siendo el mejor latinoamericano.

Ese es sólo uno de los múltiples logros del joven. Ni él ni su padre homónimo recuerdan cuántos títulos ha obtenido. "Pero sé que ha ganado Nacionales en todas las categorías que disputó: preinfantil (hasta 13 años), infantil (14-15), juvenil (16-18) y todo competidor", resalta su orgulloso progenitor. Eso sí, ambos evocan el Iberoamericano infantil de 2011 y los circuitos mundiales juveniles de Colombia, El Salvador y Guatemala, del año pasado, como logros destacados.

Del Cacique a las paletas

A los siete años, Lamadrid casi tomó la senda del fútbol, al jugar por las inferiores de Colo Colo. Un año después, su madre no le permitió seguir, porque dejó de lado los estudios. Y así, de improviso, se pavimentó su camino al tenis de mesa. En 2005, un profesor de la disciplina, llamado Manuel Lira, llegó al colegio Molocay de Cerro Navia para invitar a los alumnos a practicar ese deporte. Él y varios compañeros levantaron la mano. "Queríamos ver quién era el mejor. No imaginaba llegar tan lejos", recuerda.

Con el tiempo, llegó su predilección por la paleta, y el descubrimiento de José Luis Urrutia, su actual entrenador en el Centro de Alto Rendimiento. Y ni siquiera un fugaz regreso al fútbol albo, en 2008, lo desvió de su destino, pues fue invitado a entrenar y vivir en el CAR, y aceptó. "El cambio no fue duro, porque tenía muchas ganas de independizarme. Mi familia y amigos me apoyan", asegura.

En los primeros días, sus compañeros le contaron de la muerte del  halterófilo puntarenense Alexis Nahuelquén, hallado sin vida en la piscina del recinto en 2002, y lo asustaban con ruidos durante la noche. Atemorizado a sus apenas 11 años, dormía en la recepción, con los guardias.

Pero Lamadrid ya no es un niño.

Tras entrenar en Suecia junto al ex campeón mundial de dobles Peter Karlsson, y jugar en Alemania en 2010, donde subió a Tercera división de la liga germana junto a su club, el Landsberg, está entre los 16 mejores de Chile hace un lustro, y es el más joven de la selección nacional.

El jugador, eso sí, considera insuficiente la competencia en Chile. Pero peor es la falta de apoyo a su deporte. Incluso, su padre debió gastar dos millones de pesos para su alojamiento en Suecia.

"Hace poco hubo una liga acá, que estuvo muy buena, pero duró sólo un mes. Si quieres vivir de esto, debes ir a Europa", explica.

Por eso, viajó la semana pasada a España, donde jugará este año por el Híspalis, de la Superdivisión local: "Allá, los equipos sólo pueden tener un jugador no europeo. Y seré uno de los cinco titulares".

El DT Urrutia cree que su pupilo tiene lo necesario para triunfar: "No se achica ante nadie. Tiene habilidad para leer el juego, las tácticas".

Lamadrid jugó individuales en los Odesur, y cayó en octavos. Pero eso no lo abate. Su gran sueño es ganar una medalla panamericana y, aunque no clasificó a Toronto 2015, Urrutia cree que el joven podrá alcanzar ese sueño. "Si continúa jugando en Europa, podría sacar una medalla en Lima 2019. Y podría ser el mejor de Chile en un año y medio o dos años", afirma.

Chuncho convertido

El tenis de mesa se juega con polera manga corta y, bajo una de ellas, Lamadrid esconde el símbolo de Universidad de Chile. Si bien prefiere las paletas, su pasión por el fútbol sigue viva gracias a su conversión a los azules. "Era colocolino cuando chico, pero yo no era tan fanático. A los 12 años, un amigo me llevó a un partido de la U en Santa Laura. De ahí, no pude parar", recuerda. De hecho, era el único azul del equipo cuando volvió a las cadetes albas.

Desde su inicio en el tenis de mesa, los entrenamientos no le impiden ir al estadio. "Voy todos los fines de semana. Había un torneo cuando fue el 5-0 contra Colo Colo. Antes del clásico, el DT nos dijo que no podíamos verlo. Pero igual fui al Nacional. El 'profe' me cachó y le dije: 'No puede decir nada, si fue 5-0'. Él, colocolino, me dijo: 'Tranquilo, es sólo un partido'", recuerda.

Al volver a Europa, Lamadrid se aleja nuevamente de las gradas azules. Pero el chuncho estará tatuado en su hombro, y él seguirá mejorando con la paleta, su mayor pasión.