El merengue y la bachata se tomaron la noche capitalina con el concierto de Juan Luis Guerra. El ícono de la música latina junto a sus 15 músicos prendió la fiesta en Movistar Arena desde el inicio. "Buenas noches Chile. Un placer estar con ustedes. Ahora todo el mundo a bailar", sugirió el cantante y compositor. Acto seguido, comenzó a sonar La bilirrubina, tema de su quinto álbum, Bachata rosa (1990), que levantó instantáneamente al público de sus asientos.
Enfundado en unos pantalones oscuros, con camiseta roja y chaqueta de color marfil -y con su sempiterna visera negra a la cabeza-, el Rey del merengue recordó éxitos de todos los tiempos como El costo de la vida o Visa para un sueño, dos canciones cuya publicación está separada por dos décadas -la primera es de 1990 y la segunda de 2010-, lo que demuestra que las vicisitudes del pueblo latinoamericano siempre han inquietado al dominicano.
"Hace mucho que quería hacer un rock, porque yo siempre he tenido alma de roquero. Para ello me conseguí a un buen roquero, un buen compositor y un buen amigo", explicó el cantante antes de que una pantalla hiciera aparecer la figura del músico colombiano Juanes, con quien interpretó el tema La calle.
El Niagara en bicicleta, La cosquillita y la más reciente La guagua, melodía de su último álbum A son de Guerra (2010), interpretadas tras un hipnotizante mambo a cargo de la orquesta 4.40, no saciaron a un público que reclamó la vuelta inmediata del artista, cuando éste insinuó su retirada.
La poética Reina mía y un popurrí de merengues románticos Estrellitas y duendes, Frío, Frío y Burbujas de amor, emparejó al respetable, antes de que una versión acústica de "Ojalá que llueva café" cerrará las casi dos horas de espectáculo y pusieran al "maestro" de la música tropical rumbo a Argentina.