Eran tiempos en que las concentraciones masivas no eran comunes y Chile estaba a un año del plebiscito. En ese ambiente, Juan Pablo II se encontró con casi 45 mil jóvenes en el Estadio Nacional, entre aplausos y vítores, la tarde del 2 de abril de 1987.
A primera hora de ese día estuvo con el ex Presidente Augusto Pinochet en La Moneda, con quien sostuvo una reunión privada. Luego, el Papa visitó La Bandera, donde los pobladores le manifestaron su preocupación por el clima político.
A las 20 horas de ese día, y en el principal coliseo deportivo del país, el Pontífice entregó un extenso discurso a los jóvenes, donde llamó a la responsabilidad de ellos en "todos los campos".
El Papa leyó su mensaje de pie y con varias páginas desordenadas en su mano izquierda. Abrió con un saludo a la multitud diciendo que estaba contento "en este estadio, lugar de competiciones, pero también de dolor y sufrimiento en épocas pasadas".
En ese momento, el público dio uno de los más fuertes aplauso de la ceremonia.
Desde el escenario del costado norte del coliseo mostró su perfil más histriónico: hizo inflexiones de voz, intentaba pronunciar bien el español con su acento polaco. Quería captar la atención de miles de estudiantes de escuelas, colegios y universidades que lo habían esperado por horas. Les dijo que ellos debían "asumir responsabilidades" y que con un "sentido crítico" llevar a "analizar y valorizar juiciosamente las condiciones actuales de vuestro país. No pueden agotarse en la simple denuncia de los males existentes".
Luego, y con fuerza, pidió que los asistentes tuvieran un acercamiento a la Iglesia, instante en que lanzó su frase más fuerte y recordada: "No tengáis miedo de mirarlo a Él", apuntando a una imagen de Jesús que estaba instalada en las graderías. También planteó que los jóvenes debían "rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo". Ante esa frase, los asistentes respondieron con un "No", en tono de broma.
Mónica Marín, voluntaria de la Parroquia Santo Tomás Moro, fue una de las cinco personas que leyeron unas breves palabras ante el líder religioso en el Nacional. "Le dije que en ese momento éramos perseguidos como familia a causa del Evangelio", cuenta hoy, situación que se dio, pues ayudó a víctimas del régimen. También recuerda que en el encuentro, los asistentes "se sintieron libres, saltaban, cantaban, aplaudían", en una época que no eran frecuentes las reuniones masivas. Un momento similar registró en ese entonces adolescente de 15 años Alberto Ramírez, quien hoy se acerca a las cinco décadas. "Recuerdo que los asistentes cantaban consignas políticas. Pero también estábamos viviendo un momento de gran fervor religioso", dice.
Al finalizar, el jefe católico sostuvo que ellos serían "el futuro de la justicia; el futuro de la paz pasa por sus manos".
"Sé protagonista en la construcción de una nueva convivencia, de una sociedad más justa, sana y fraterna", concluyó al caer la noche.