El stand-up comedy ha gozado de buena salud en las últimas tres versiones del Festival de Viña, mérito de figuras improbables y rutinas contingentes. Un ejemplo de ello son las vivencias del argentino Jorge Alís en Chile o el discurso feminista de Natalia Valdebenito. Es en esta antesala que a Juan Pablo López le toca representar a tal círculo, cuando debute mañana con el humor en el Festival.
Ingeniero de profesión y banquista por 16 años, López decidió apostar por la comedia, cuando cursó un taller de stand-up dirigido por León Murillo y Alís.
¿De qué manera se quiebra con toda formalidad para incursionar en una tarea como esta?
Aunque suene cursi, todo esto empezó en el camino por la búsqueda de la felicidad. En esta pesquisa por desestresarme del banco, empecé a tomar talleres de teatro, magia y llegué al taller de stand-up con León y Jorge y ahí empezó todo. Me enamoré del formato y dije "esto es lo mío, es lo que me gusta". Antes hice un taller de cuentos. Quería hacer actividades diferentes, y que lo principal en mi vida no fuera mi trabajo. Cuando uno empieza a hacer más cosas, que tienen relación con el arte, uno pierde el miedo: al jefe o a perder la pega.
Gracias a esta escuela, el comediante de 41 años tuvo la oportunidad de desempeñarse como guionista de Minas al Poder en CHV, además de hacer una gira por el país, dos instancias que le otorgaron la confianza para abrir el humor en la Quinta Vergara este año: "Hoy voy como comediante, y la verdad, para serte sincero, no estoy ni ansioso ni estoy nervioso, pero eso va a durar hasta la previa", admite.
Consciente de su bajo perfil y el buen camino que han pavimentado sus colegas en circunstancias similares, López sabe que el formato funciona en la Quinta.
El ingeniero no es nuevo en cuanto a rutinas festivaleras. Anteriormente trabajó con el mismo León Murillo, cuando en 2015 tuvo la misión de guiarlo a través de una muela auricular en su debut, una experiencia que califica como buena y familiar, puesto que "le permitió conocer el proceso desde antes".
En tanto, la rutina de mañana, la noche inaugural nada menos, se resume en seis meses de trabajo, con un libreto contingente, de protesta -sin censura-, y la conformación de un equipo donde, en una devuelta de mano, Murillo cumple la misión de apoyar desde la creación y producción al invitado de este año, con muela incluída.
Desde ese aspecto, el triunfador de Viña y amigo de López no se confía de su éxito anterior: "No está ni la confianza, ni el éxito tampoco ronda en nuestras cabezas. Lo único que está grabado a fuego en nuestra mente y en nuestro corazón es el trabajo y la templanza. Hasta después de eso, cuando Juan Pablo se baje del escenario, recién ahí podremos hablar, Dios quiera, de éxito o de lo que sea".
Asimismo, Juan Pablo prefiere marginarse de pronósticos: "No te puedo mentir, sueño con que me vaya bien en el Festival, pero el después de todavía no está en mi mente. Quiero que llegue el momento y me estoy concentrando para eso".