Juan Radrigán, dramaturgo: "Me intriga que las personas se pongan de acuerdo para matarse"
Habla de Las niñas Quispe, filme basado en el mismo caso que lo inpiró para Las brutas. Su director Sebastián Sepúlveda, quien estrena el jueves, reflexiona sobre la pieza teatral.
Entre sus clases en cinco universidades, el trabajo disciplinado en casa y la dirección a ratos de sus propias obras, Juan Radrigán tiene poco tiempo para el ocio, el descanso, la película en el televisor. Ve cine en la medida de lo posible, y en su dosis también prefiere las obras que se toman su tiempo, que llegan de a poco y que hablan más con silencios que parlamentos. "Es raro, me deberían gustar más las películas con harto diálogo. Soy dramaturgo y me manejo con palabras", dice sentado en la terraza de un café del centro de Santiago.
Es plena tarde invernal, la lluvia comenzó hace unas horas y Juan Radrigán recuerda El caballo de Turín, un filme de aquellos que le interesan: pocos personajes, mucha utilización del sonido ambiente, diálogos solo necesarios. "Me la regalaron en DVD. La he visto ya como tres veces, Es pura soledad y paisaje, con dos protagonistas: el padre y la hija", dice sobre la cinta del húngaro Béla Tarr. "Venía justamente de ver esa película cuando me invitaron a un visionado de Las niñas Quispe. Encontré muchas cosas en común: la utilización del sonido del viento, la parquedad, los seres solos. Me gustó mucho", reconoce.
La película de Sebastián Sepúlveda se estrena la próxima semana y se inspira en el caso de las hermanas Justa, Lucía y Luciana Quispe, tres mujeres de la etnia colla halladas muertas en febrero de 1974. Ese mismo hecho motivó a que el propio Juan Radrigán escribiera en 1983 la obra Las brutas, todo un clásico del teatro chileno moderno.
En los hechos reales, las hermanas aparecieron colgadas por la misma cuerda, a su vez atada a una gran roca. Fue un suicidio en común y, para muchos, la explicación se debió a la creciente alienación de las mujeres, temerosas de que los militares les quitaran a sus cabras, sus animales de pastoreo y fuente de trabajo.
El director Sebastián Sepúlveda debuta en la ficción con esta película tras realizar el documental El arenal en el 2008 y reconoce que no ha visto la obra de Juan Radrigán. "Soy hijo de exiliados y viví mucho tiempo fuera de Chile, entre Francia y Venezuela. No vi la obra de don Juan, pero la leí y muchos de los diálogos del filme son los mismos de ella", explica. Y agrega: "Es más, cuando estrenamos el año pasado la película en Venecia, uno de los críticos más entusiastas me pidió que le enviara la obra de Radrigán. Lo hice y me dijo que tenía un lirismo inusual".
¿Por qué les interesó llevar esta historia al teatro y al cine, respectivamente?
Juan Radrigán: Lo que me impactó es cómo un grupo de personas se puede poner de acuerdo para matarse. Fue muy fuerte ver la imagen de ellas tres atadas a una roca. Apareció por primera vez en la revista Vea. Por lo demás, Las brutas es la única obra que he escrito basada en un caso real. Pero mi obra nunca fue la realidad estricta, yo ficcioné mucho, sobre todo a partir de la familia. A mí no me interesaba contar paso a paso todo lo que les pasaba a las hermanas Quispe, sino que su historia me servía de reflexión hacia otras cosas, como la huella del tiempo en el cuerpo humano, cómo finalmente la lucha entre nuestro organismo y nuestro ambiente está perdida. Hay una lucha ética que ellas van dando.
Sebastián Sepúlveda: A mí me interesaban los ecos de culturas ancestrales en mujeres de esta etnia. Con la llegada de la modernidad, muchos collas bajaron a la ciudad y tuvieron que trabajar en cualquier cosa. Cuando hicimos la película, me fui algún tiempo a investigar a la zona y, por ejemplo, me decían: '¿Ve todo este terreno? Pues todo es mío'. Los collas eran reyes en sus montañas, y cuando llegan a la ciudad pierden todo.
¿Nunca quiso llevar al cine la obra de teatro tal como es?
S.S.: No. Eso hubiera sido un error.
J.R.: Además, con tanto diálogo, le habría durado como cuatro horas. Una de las gracias de la película es que hace hablar a la soledad y al silencio. Además refleja la naturaleza de muchos de ellos. Es más, yo creo que hasta son más parcos en la realidad.
S.S.: Las dos actrices que interpretan a Lucía y Luciana Quispe, son Catalina Saavedra y Francisca Gavilán, pero el rol de Justa Quispe lo hace Digna Quispe, sobrina de las auténticas hermanas. Y ella es una mujer dura: cuando la conocí le di la mano y me sorprendió su reserva. Su mano era como una piedra. Luego, incorporamos a don Juan Cicardini en el rol de un vendedor que las conoce. Sucede que él también conoció a las Quispe, y hasta tuvo un lío amoroso con Luciana.
¿Por qué siempre visten ropa masculina y casi no se relacionan con hombres, como si fueran asexuadas?
J.R.: No son para nada asexuadas como usted dice. Lo que pasa es que en medio de ese frío, en la noche, con ese clima, no se pueden vestir de otra forma. Yo creo que tienen clara su orientación sexual, pero sus vidas son demasiado duras.
S.S.: También han sufrido violaciones en algún momento. Todo es distinto. Me contaban que en los cerros, en la noche, cuando se acercaba algún hombre con intenciones sexuales ellas respondían así: si salían con un cuchillo en la mano, era porque no querían acostarse con nadie.
El uso del paisaje es muy importante en la película...
S.S.: El paisaje de la Tercera Región parece del planeta Marte. La tierra es roja por todos lados: incluso debimos bajar un poco los tonos en la película, porque perfectamente podría haber parecido un filme de extraterrestres.
J.R.: La naturaleza y el entorno es muy importante en sus vidas.
¿La lectura política de la película y de la obra ha sido fuerte fuera de Chile?
S.S.: Existe esa tendencia a reducirlo todo a una historia del Chile pos Golpe, donde todo tiene que ver con Pinochet y sus secuaces. Pero no hay nada que hacer. Los chilenos somos como los palestinos: cargamos con nuestra historia.
J.R.: A los gringos les encanta eso. En un montaje del año pasado de Las brutas en Londres, me parece que incluso colocaron a Pinochet en el montaje. Si lo quieren hacer, que me lo pidan. No tengo ningún problema en escribirles algo, pero que no lo hagan ellos con fórceps. Quizás por eso siempre pido que no me inviten a los estrenos de mis obras. Uno termina dando palabras de buena crianza, hablando puras mentiras.
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