Corría el minuto 77 de partido y Audax y Palestino igualaban a un gol en La Florida cuando Roberto Gutiérrez consiguió perforar por segunda vez el arco de Peric. Un gol que ponía en ventaja a los árabes, pero que no valió porque un empresario independiente cobró que el delantero se encontraba en posición fuera de juego.
Estaba habilitado al menos tres metros, pero Ángelo Hermosilla, mal auxiliado en dicha acción por su asistente, sencillamente se equivocó. Y los reclamos, claro, fueron airados. Lo que probablemente no sabía el atacante de Palestino, mientras reprendía de forma vehemente al árbitro por su error en la primera fecha del Torneo de Transición, era que el hombre al que instigaba verbalmente se encontraba en ese momento en el ejercicio de su trabajo complementario, de su segundo empleo.
Julio Barroso, mientras le propinaba un empujón a Cristián Andaur sobre el césped del Monumental, durante el transcurso del Colo Colo-Antofagasta (acto que terminó saliéndole incomprensiblemente gratis), quizás tampoco sabía que a quien estaba desplazando irrespetuosamente era en realidad a un profesor de colegio. El aciago balance arbitral que dejó aquella primera fecha, se cobró dos víctimas más; un empleado de banco llamado Felipe González y un ingeniero informático de apellido Gamboa.
Y es que aunque a muchos les cueste creerlo, el arbitraje en el fútbol profesional chileno no es del todo profesional. No por el momento. Pues de los quince réferis encargados de impartir justicia jornada tras jornada en Primera División, tan sólo cuatro de ellos (ver tabla) tienen en el arbitraje su fuente de ingresos principal. Para el resto, la función que desempeñan sobre los pastos chilenos supone poco más que un complemento económico a su verdadero trabajo. "Ningún árbitro en Chile puede decir: Me voy a dedicar 100% al arbitraje. Están a años luz de poder hacer eso. Esto es un segundo trabajo, pero no es un segundo trabajo porque no nos guste, es porque no puede ser de otra manera", manifiesta Pablo Pozo, ex árbitro y presidente de la Comisión de Arbitraje de la ANFP entre 2012 y 2016. "En Chile sólo los árbitros centrales FIFA son profesionales y sólo son profesionales en cuanto al título de profesionales. Pero más allá de eso, no", sentencia, en la misma línea, el ex juez internacional Rubén Selman. Y puede que ambos estén en lo cierto.
Porque basta con echar un vistazo a los emolumentos percibidos por los árbitros de Primera División en Chile para comprender que tratar de ganarse la vida con un silbato en la mano es poco menos que una quimera. Y no es necesario siquiera, para entenderlo, homologar sus sueldos con los de sus homónimos de las grandes ligas europeas, que en algunos casos, como el de la Liga Española o la Premier League inglesa, llegan a ser de 10.000 y 24.000 euros fijos mensuales, respectivamente. Ni tampoco con el de los gigantes de Sudamérica, Brasil y Argentina, cuyos sueldos promedio (5.600 y 4.400 dólares mensuales), duplican y hasta triplican los de los árbitros mejor pagados sobre suelo chileno. "Se está llevando a cabo un plan de modernización del arbitraje en Chile, de profesionalización. Que los árbitros puedan recibir una remuneración que les permita dedicarse exclusivamente a esto. Pocos países han logrado hacerlo, porque requiere un fuerte desembolso", explica Hugo Muñoz, director de la ANFP, miembro de la Comisión de Arbitraje de la Conmebol y ex juez profesional.
La situación actual en la que viven los jueces de Primera es, a grandes rasgos, la siguiente. Por el momento existen sólo cuatro árbitros en Chile que reciben una asignación mensual fija por su trabajo. Son los denominados árbitros internacionales profesionalizados. Bascuñán, Gamboa, Osorio y Tobar. Ellos son los únicos funcionarios de la ANFP en materia arbitral. Como su base salarial es alta (1.200.000 pesos), el bono que perciben por cada partido es inferior al de sus compañeros (aproximadamente de 100.000 pesos). De entre los otros once, dos de ellos -Polic y Ulloa-, cuentan también con la categoría de árbitro FIFA y reciben, por ende, una prestación económica mayor por cada cotejo dirigido, pero no cuentan con una retribución mensual estable. Es decir, cobran en función de lo que arbitran. Los nueve restantes, por su parte, cuyo rango es el de árbitro de Primera División, calculan su salario de acuerdo al número de encuentros para los que son designados y dependiendo de si en él actúan como juez principal o como árbitro asistente. A diferencia de los colegiados internacionales, este último grupo, el más numeroso, acostumbra a impartir justicia en una cantidad de partidos mucho menor.
"Es muy extraño que un árbitro joven dirija tres partidos al mes. Si dirige tres partidos es porque ha andado bien, los más grandes se han equivocado o están castigados", denuncia Selman. Pero Enrique Osses, el jefe de todos ellos, el actual instructor de la FIFA y el presidente de la Comisión de arbitraje, lo justifica así, sin ambages: "Por un tema de costos me sale más económico que los profesionalizados dirijan más porque la asignación por participación es menor y el sueldo base tengo que pagárselo de todas maneras. Ellos están más dedicados a esto, han sido reconocidos por su mayor capacidad y entrenan toda la semana. Por eso, dirigen más".
La trastienda del arbitraje
En Chile no es sencillo llegar a convertirse en en árbitro profesional. Menos aún en uno profesionalizado. Se requiere formación, trabajo, perseverancia y altas dosis de paciencia. Una preparación académica de dos años en el INAF, el único órgano facultado para expedir un título oficial de la materia. Dos años más de práctica en el fútbol joven y al menos otros dos -supeditados a constantes y periódicas calificaciones técnicas- para alcanzar la Segunda División Profesional. Los sueldos, a esas alturas, son aún más precarios."Nosotros tenemos un sueldo base mínimo de 70.000 pesos, más el emolumento por partido", confiesa Claudio Aranda, juez de Primera B y presidente del Sindicato de Árbitros de Chile.
Después, una vez que se ha alcanzado la meta, toca prepararse. Y tratar de compatibilizar las horas de entrenamiento con las que demandan sus otros empleos. Por eso, el entrenamiento de los réferis varía en función de su status dentro del cuerpo. Así, los árbitros de Segunda, Primera B y Primera (no internacionales) se ejercitan en las instalaciones de Quilín tres días a la semana (generalmente de martes a jueves), en turnos de mañana o tarde. El matutino parte a las 7.30, el vespertino a las 18.00 y suelen prolongarse durante dos o tres horas. Cada profesional, obviamente, al no tener dedicación exclusiva, escoge el turno que más se ajusta a los requerimientos de su empleo real. El contenido de las actividades es de tipo físico, pero también disponen de prácticas tácticas en cancha al menos una vez a la semana. Los jueces de regiones siguen la misma rutina, monitoreada desde Santiago, en los Colegios Regionales de Antofagasta y Concepción. Y los jueves son el día de la charla técnica. Ése en el que se conocen todas las designaciones de la fecha.
Los árbitros internacionales profesionalizados, en cambio, se preparan diariamente. Se ejercitan de lunes a viernes, frecuentemente en las mañanas, y hacen todo lo posible por anteponer el arbitraje a sus otras ocupaciones particulares: "Si lográramos que todos se dedicaran de forma prioritaria al arbitraje tendríamos más tiempo para entrenar, para capacitarnos. Los futbolistas se preparan seis días a la semana. Los árbitros, por lo general, sólo tres", reflexiona Osses.
El trabajo de actualización y reciclaje en base a las nuevas normas técnicas promulgadas por la FIFA -aseguran- es constante. "Invitamos a equipos de fútbol profesional, a sus series menores, a que entrenen con nosotros. Asistimos a cursos y charlas, y los ejercicios que hacemos no tienen nada que envidiarle a los que hace FIFA. Estamos a ese nivel. Somos el camino a seguir dentro de Sudamérica", proclama Aranda.
En mayo del pasado año, Pablo Pozo fue despedido de su puesto al frente de la Comisión de Arbitraje y reemplazado por Osses. Una medida que trajo consigo cambios significativos. La designación de los jueces volvió a hacerse de forma directa (y no por sorteo, como se realizaba con Pozo); y los castigos públicos ("que sólo existieron durante la época de Jadue y que suponía un escarnio más para los árbitros que se equivocaban", puntualiza Muñoz), fueron suprimidos.
El modelo de designación directa convierte en seres plenipotenciarios a Osses y a su equipo de trabajo, integrado por dos instructores y un grupo de asesores encargados de evaluar a pie de cancha el desempeño de los jueces. El método, sin embargo, es el más extendido. Por más que la sacralización del líder de turno parezca evidente. Y que la transparencia pueda verse menoscabada. "El sorteo lo único que busca es transparencia, pero para que fuera así tendría que ser todos con todos, ocho partidos para ocho árbitros, y eso en algún minuto no era posible porque no teníamos ocho árbitros en la misma categoría. Ahora sí, pero para mí es mejor la designación directa, que es la que tiene la Conmebol, la FIFA y la UEFA", sostiene Osses. "Que una sola persona tenga la potestad de enviarte al cielo o al infierno no parece justo", protesta Selman.
La búsqueda de la autonomía del cuerpo arbitral es otra materia de debate. Desde el sindicato advierten de los problemas que supone pertenecer y coexistir administrativamente con la ANFP: "Los compañeros que están en la Comisión lamentablemente tienen que estar recibiendo a los dirigentes de cada equipo todos los días lunes o martes si se sienten perjudicados", dispara Aranda. Pero desde el seno del órgano rector ven el sueño de independencia del referato como algo inviable: "No hay ningún colegio arbitral en el mundo que sea totalmente autónomo. Ellos no generan sus propios recursos, entonces no son autónomos económicamente porque su contrato es con la ANFP", zanja Muñoz.
Y mientras Osses vaticina que el cuerpo arbitral de Primera estará completamente profesionalizado "para el primer semestre de 2019", la pelota sigue rodando. Hasta que ese momento llegue, la justicia en las canchas chilenas continuará siendo impartida por profesionales de otras áreas.