Corría 1934 cuando Roberto Zúñiga Peñailillo abrió un local de tiro al blanco en calle Bandera al llegar a Mapocho. Lo bautizó Diana. Con el tiempo el negocio creció y se transformó en un centro  de diversiones. Para los años 50 tenía dos sedes en el centro de Santiago, en el actual edificio Santiago Centro y donde hoy se encuentra el Hotel Plaza San Francisco. En los 70 el  hijo del fundador, Roberto Zúñiga Cabezas, renovó los juegos al importar máquinas electrónicas desde Estados Unidos. Para fines de esa década, Diana fijaba su domicilio actual, en San Diego 438.

Con los 80 y la apertura de Fantasilandia vinieron años difíciles para los Diana. De todos modos el negocio sobrevivió gracias a los flippers y los juegos de video. Sin embargo, en los 90, con la llegada de las consolas y las nuevas tecnologías, decayó la asistencia del público al parque; las personas comenzaron a jugar con sus computadores personales y los niños se quedaban en la casa. Fue entonces cuando el nieto en la cadena familiar, Enrique Zúñiga, aplicó lecciones aprendidas en Estados Unidos y propuso un máster plan para aprovechar la nostalgia generacional que producen juegos como el Mortal Combat, los flipper originales, la ruleta y toda la actividad que ofrece el parque, para plantear un nuevo centro cultural en el corazón de Santiago.

La actividad de entretención ya estaba cubierta por los juegos, pero Enrique Zúñiga quiso aplicar otras cosas, siguiendo lo que hacen los parques internacionales, porque el entretenimiento también está vinculado al espectáculo y el espectáculo está aliado con el arte. “En Estados Unidos vi las ferias de entretención, la competencia y cómo se desarrollaba el tema del entretenimiento. Cuando mi padre compró este edifico hace 35 años, ya era un monumento patrimonial con ciertas restricciones como el hecho de que la fachada no la puedes tocar”, cuenta Enrique Zúñiga, director general de Grupo Diana.

Contiguo a los juegos, en un inmueble que antes perteneció a la Basílica de los Sacramentinos, se levanta el proyecto Espacio Diana, un centro cultural que busca diversificar la oferta y entregar una experiencia más amplia para el público: teatro, música y gastronomía.

El lugar cuenta con una sala de teatro de 500 metros cuadrados, donde ya se han hecho presentaciones y tocatas. Este año el ex restaurant La Jardín se instaló en el espacio, tomando el nombre de La Diana. Además, hace  unas semanas asumió como director de programación Javier Ibacache, quien cumplía las mismas funciones en el centro cultural GAM, cargo al que renunció a fines de enero.

Sede del Famfest

“Mi propuesta apunta a una integración de los Juegos Diana, el restaurante La Diana y el nuevo teatro bajo la denominación de Espacio Diana con una programación variada de cultura, ocio y gastronomía”, cuenta Ibacache.

Hasta el minuto se puede adelantar que el centro cultural tendrán temporada de teatro y será sede de festivales y encuentros de artes escénicas. Entre estos últimos, Famfest en el mes de julio, el festival de teatro familiar de vacaciones de invierno. Además, realizarán la Noches Diana, ocasión en que se presentarán espectáculos en la sala y se integrará todo el espacio con los Juegos Diana funcionando de noche.

Durante mayo, Diana será también uno de los puntos de recorrido en el Día del Patrimonio. “En esa jornada habrá visitas guiadas que permitirán al público recorrer el espacio y conocer la historia de los juegos y del edificio patrimonial en que se encuentran el restaurante y el teatro, y que corresponde al antiguo convento que era parte de la Iglesia de Los Sacramentinos y que fue declarado monumento nacional”, cuenta Ibacache.

Las aspiraciones de Enrique Zúñiga siempre fueron ambiciosas y su ideal era hacer un parque a nivel mundial. “De a poco estamos llegando ahí”, afirma. “Quiero que sea un referente latinoamericano. Tenemos la responsabilidad y obligación de explotar esto en su plenitud. Tenemos un parque histórico que está dado para que el turista llegue a Santiago y este sea un referente en la ciudad”, agrega.

Javier Ibacache asume su cargo con el claro objetivo de desarrollar un proyecto integral que potencie la visibilidad del barrio, que fortalezca el posicionamiento con el que Diana ya cuenta y que incorpore estrategias de educación y de formación de públicos. “Nos interesa trabajar en especial con la memoria del espacio y del entorno. Diana se encuentra en el imaginario de varias generaciones que asocian el lugar con la infancia, la adolescencia y la década de los 80, y muchas personas redescubren los juegos cuando vienen al restaurante. Por otra parte, la calle San Diego tiene una tradición vinculada al teatro y la bohemia. En su momento quiso ser la avenida Corrientes de Santiago y en ella se emplazó un número importante de salas de teatro y espectáculos. Ambos antecedentes son muy inspiradores para articular la programación”, explica.

Nuevos vecinos

En los últimos años, el barrio ha vivido un fuerte proceso de renovación. Actualmente cuenta con un grupo significativo de nuevos vecinos que se han trasladado hasta la zona; en su mayoría son profesionales o parejas jóvenes que están comenzando una vida independiente o que han llegado desde regiones a Santiago. A ellos se suma la población migrante, que procede en gran parte de Colombia y Venezuela y que reside en el barrio.

“La sala acogerá una programación de teatro, música, espectáculos nocturnos y montajes para público familiar”, dice el nuevo director de programación. “A ello se sumarán talleres para público general de marionetas y danza. También programaremos obras en espacios atípicos del mismo edificio. En esta línea, en abril presentamos la reposición de Dosmildoce, de la compañía de danza de José Luis Vidal, con funciones gratuitas que permitirán poner en rodaje el espacio en esta nueva fase”, concluye Ibacache.