Las discusiones entre la madre de Cecilia (35) y sus tres hermanos eran frecuentes. Los encuentros familiares terminaban en alguna pelea por trivialidades. Pero ninguno, cuenta Cecilia, fue tan intenso como el que se originó luego de la muerte de su abuela: "Ella vivía con uno de mis tíos que era soltero y quiso quedarse con la casa. Pero, además, ella tenía locales comerciales y otra casa en Pucón".
Sin llegar a acuerdo, creció la controversia sobre quién cuidó más a su mamá o quién llamaba todos los días. Finalmente, una pelea terminó a los gritos. "Eso fue hace ocho años y hasta hoy no se hablan", cuenta Cecilia.
NUEVO CONFLICTO FAMILIAR
Casos como éste son cada vez más frecuentes y dan cuenta de un fenómeno: las herencias se han transformado en un creciente factor de conflicto familiar. De hecho, las solicitudes de designación de árbitros de partición de herencias presentadas en los Juzgados Civiles de Santiago pasaron de 832 casos en 1999, a más de tres mil en 2008. Es decir, aumentó en un 262% en la última década. Y el alza promete no parar. Sólo entre 2007 y 2008 estos litigios crecieron un 28%. Ello, pese a que cubrir los gastos de estos juicios no es nada barato. La familia en disputa debe cancelar los honorarios del juez partidor -que es un abogado elegido por las partes o designado por la justicia ordinaria-, cuyo sueldo puede ascender a más del 10% del total de los bienes a repartir, según Eduardo Figueroa, abogado de la U. Central.
¿A qué se debe este boom? Primero, al impacto de la ley de filiación, que igualó los derechos de los hijos nacidos fuera y dentro del matrimonio (1998). Esta adquirió mayor fuerza desde el 2000, cuando las posesiones efectivas pasaron a manos del Registro Civil para que notificara -gracias a su base de datos- a todos los herederos. "Antes muchas herencias se tramitaban sin tener conocimiento de la existencia de esos hijos, pero ahora se tiene esa información y no se vulneran sus derechos", dice Ximena Cuevas, abogada de la U. Mayor. Un caso así quedó en evidencia esta semana en San Vicente de Tagua Tagua. Enrique Brown Opazo se enteró por una demanda de que no era hijo biológico de quien creía era su progenitor, pues sus tíos impugnaron su filiación para desacreditarlo como heredero. La ley dijo otra cosa.
Los especialistas suman a ello la alta valoración social de los bienes y el dinero, al punto de que se pierde la relevancia de los vínculos. "Es muy frecuente ver grandes peleas por lo que la gente cree les corresponde como herencia. Eso es muy legítimo, pero llama la atención que esa lucha implique perder el afecto y dañar a la familia, y eso ocurre porque la prioridad está puesta en lo material", dice María Isabel Salinas, sicóloga jurídica de la U. Diego Portales.
Este fenómeno ha permitido la judicialización de la vida familiar. "Lo que antes se resolvía entre cuatro paredes y se consideraba un problema privado, hoy necesita de un tercero, que es la justicia, para resolverse".
Francisco Diez, director de Sicología de la U. Andrés Bello, dice que el problema es que la gente "intenta analogar la relación afectiva que tuvo con el fallecido con lo que cree se merece de la herencia". Un tema que no tiene relevancia para la ley, que establece claramente que los hijos y los cónyuges son herederos de primera línea (en su ausencia, los padres del fallecido o sus hermanos), y que sólo un cuarto de la herencia es de libre disposición. Las buenas o malas intenciones con la persona muerta no cuentan. El problema es que los familiares lo acepten. La situación se agrava cuando se trata de familias que arrastran conflictos previos o donde el padre o madre actuaba como mediador. "En esos casos el diálogo se hace imposible. Hay gente que no vuelve a hablarse nunca más".