Julieta Venegas, mamá de una preciosa niña de nueve meses que prácticamente le acompaña en sus presentaciones, hizo bailar, delirar y cantar la noche del viernes a más de siete mil chilenos que le escucharon en esta fría noche de otoño en el Teatro Caupolicán.

Acompañada por una banda de seis músicos que en la práctica parecían una veintena, ya que cada uno de ellos tocaba al menos tres instrumentos, Venegas arrancó su actuación con "Amores platónicos" y "Limón y sal", para después saludar a un público ya enfervorizado.

"Gracias por permitirme estar de nuevo en Chile, un país al que quiero mucho, un país donde tengo grandes amigos y donde me quieren tanto como ustedes me lo están demostrando esta noche", afirmó Julieta Venegas.

"Lo que más quisiera" sirvió para que el público la siguiera y coreara su canción de principio a fin y comenzarán a notarse con fuerza los diminutos flashes de los celulares. Por cientos.

Venegas, que también es embajadora de Unicef y que como tal cumplió en Santiago una tarea en esa organización internacional, siguió su actuación con una batería de canciones, algunas lentas y muy sentimentales, otras con mucha raíz mexicana, casi rancheras, y muchas más para bailar sin detenerse.

"Bien o mal", "Despedida", "Otra cosa" (la mitad de su interpretación en inglés), "Algún día", "Tiempo suficiente" y "Canciones de amor" fueron coreadas por un público que a ratos se sentaba, a ratos se paraba.

Es que Venegas es así. De pronto parece llorar de amor, cantar por rabia o bailar llevando el ritmo de una nota cadenciosa, levantar sus manos, a veces sus pies, acercarse al público, permitir que le tomen sus manos y rematar con una potente voz no acorde con su delgada figura.

Sus músicos, entre ellos dos mujeres, son cómplices también de esta polifacética artista.

Como no. Si su baterista todo el espectáculo tocó con su mano izquierda los tambores y platillos, mientras que en su mano derecha blandía unas maracas, a veces una pandereta, una carraca o una cabasa. Todo un genio de la percusión.

Julieta Venegas tampoco se quedó atrás, ya que a veces tomaba una inmensa guitarra acústica o un requinto mexicano o también su famosa acordeón y además se sentó frente a una pianola en la que al menos interpretó tres de sus más famosos temas. Una artista virtuosa, sin duda.

Uno de los momentos más fuertes de su espectáculo y de su interacción con el público fue cuando presentó a su hermana "postiza",  como llamó a la chilena Anita Tijoux, quien cantó junto a Venegas el gran éxito "Eres para mí", rapeando.

El público todo de pie, la platea alta y la baja. Todos cantando y moviéndose. Un terremoto en esos momentos y nadie se habría dado cuenta.

Sus dos últimas canciones, "Sin documentos" y "Andar conmigo", lograron que su actuación se transformara en algo apoteósico. Unos diez minutos de gritos y aplausos para una Julieta Venegas que se despedía, ya que tenía que volver a cuidar a su "bebita".