Julio Acosta (28) no alcanza a pesar 62 kilos, pero mueve el doble de ese peso en una fracción de segundo. Lo hace sin problemas: se concentra, respira, fija con los ojos un punto imaginario en el que mirar, y jala la barra cargada con discos de colores de una sola vez. El 'tac' de sus zapatos, que suena al unísono, son el primer indicio de que el movimiento resultó. Lo repite una y otra vez, como lo ha hecho desde los 13 años.

Pero desde hace algunos años que lo hace en otra superficie. O más bien en otra tierra. Acosta nació en Cuba, pero a los 19 años decidió radicarse en Chile, motivado por asuntos familiares y académicos. De ahí que hizo de ésta su nueva patria: "Cuando llegué comencé a estudiar Educación Física en la Ucinf. Ahí hice mis primeros lazos con chilenos, y el siguiente año se me dio la posibilidad de entrenar acá. De ahí que no he parado".

Dice sentirse completamente chileno. Y lo es formalmente desde febrero de 2014. Además, es pareja de la pesista Leslie Armijo, con quien tiene un hijo de tres años. Su comida típica favorita es el pastel de choclo y el fútbol es su deporte favorito desde que llegó.

No se reconoce hincha de algún equipo, sino de La Roja, especialmente de Alexis Sánchez. "Es el que más admiro. Desde que llegué a Chile que me llamó la atención porque es valiente para enfrentar a sus rivales", sostiene. 

Su cupo olímpico llegó después de que se detectara doping en los pesistas de  varias federaciones, por lo que Chile y Guatemala accedieron a un puesto más. Estuvo a punto de no ir, pero por sus últimas participaciones y el reciente bronce en los Panamericanos específicos, la Federación decidió que el clasificado fuese él.

Entrena duro. Dos horas por sesión, aproximadamente. Lunes, miércoles y viernes lo hace en doble jornada, mientras que en el resto de los días ocupa las tardes para dar clases de halterofilia en distintos gimnasios de Santiago.

Antes de ser un levantador de pesas, en Cuba, Julio pasó por el boxeo, karate y ajedrez. "Es que allá no hay ni Play Station ni nada, entonces la gente ve el deporte como un estilo de vida", comenta. A la halterofilia llegó a los 13 años, cuando a su escuela llegó un captador de talentos para invitar a los niños a participar en este deporte. "Partí tarde. Cuando me captaron, el resto de mi generación llevaba cuatro años entrenando. Lo bueno es que en dos años ya estaba a la par", rememora.

Su gran ídolo es el pesista Pablo Lara, oro por Cuba en Atlanta '96 y plata en Barcelona '92. Entrenó en el mismo gimnasio que él cuando éste era aclamado por el mundo, y recuerda un gesto que lo marcó hasta ahora: "Fue en una competencia para niños en que yo estaba participando y él me fue a mirar y me apoyó. Gritó por mí para que ganara".

Es el Centro de Entrenamiento Olímpico de Ñuñoa y, con la barra cargada, Julio ensaya sentadillas, pesos muertos, halones y distintos movimientos que estimulan la fuerza y la explosividad. Detalla que en este deporte, mucho más importante que la fuerza es la técnica en el movimiento: "Esto es 90 por ciento técnica y 10 por ciento fuerza".

En la sala de entrenamientos de la halterofilia, ubicada en el subterráneo del edificio olímpico de Chile, ha sobrellevado éxitos y frustraciones. Incluso evaluó la posibilidad del retiro: "Muchas veces pensé en si seguir o no. Es algo que uno siempre se cuestiona, pero aquí estoy", asegura.

Se maneja siempre en el tope de su rendimiento, buscando cargar la mayor cantidad de pesos día a día. Sus récords personales son 120 kilos en arranque y 150 en envión."Mi meta es subir mis marcas y lograr algún récord para Chile. Uno nunca debe adelantarse, pero si levanto un poco más que mis marcas podría quedar bien clasificado", se ilusiona. Un kilo más podría hacer la diferencia. Julio Acosta lucha día a día por subir sus registros. Al ritmo del reggaeton se prepara el nacionalizado.