A los Juegos Olímpicos, los chilenos van a ganar experiencia o a darse a conocer en unos medios que, de vez en cuando, castigan con el anonimato. En ese grupo final estaba Julio Acosta, quien pasó de ser un cuasidesconocido para la mayoría a una de las principales figuras de la delegación nacional que participó en Río 2016.

Cubano de nacimiento y chileno por adopción, Acosta llegó al país hace diez años tratando de mejorar su calidad de vida. Una esposa, la también pesista Leslie Armijo, una hija y el reconocimiento deportivo por una actuación histórica cosechada en esta década en Chile.

Desde los 13 años metido en las pesas, Acosta siguió el consejo de un amigo para venirse a Chile, que le daba mejores condiciones. No dudó y viajó.

Este 2016, y tras años de esfuerzo, entrenamientos y trabajo duro, Acosta tuvo su gran chance de lucirse frente a todos. Se quedó con la invitación que la Federación Internacional de Pesas adjudicó a Chile, superando a otros nombres de peso como Francisco Barrera y Bastián López, y siguiendo la huella que antes dejaron Cristián Escalante y Jorge García, los dos pesistas que habían competido en Juegos Olímpicos en la historia.

Y Acosta los superó. En su peso, -62 kilos, el chileno-cubano levantó 266 kilos, su mejor marca personal, y quedó undécimo en la serie, el mejor resultado de las pesas masculinas chilenas, batiendo el 22º de Escalante en 1996 y el 13º de García en 2012.

A veces es bueno escuchar los consejos de los amigos. Julio Acosta es ejemplo de ello.