Volaba hacía México con su cartón de Economista de la Universidad de París, pero apenas aterrizó entendió que nunca ejercería la profesión. Lo suyo no eran las estadísticas ni las bolsas de valores, de a poco se había dado cuenta que prefería aplanar las calles con una cámara fotográfica colgada al cuello.
Fue a inicios de los 80, y el chileno Julio Donoso (60) daba un paso al costado para jugársela por su pasión. Tenía un antecedente: su madre, Paulina Voiller, era una de las diseñadoras de moda más influyentes de Chile, y de ella había heredado su ojo estético. "Pedí una entrevista con el director de la Vogue México y me aceptó. Allí hice mis primeras fotos, luego volví a París y luego fui a Inglaterra, ahí hice mi primer ensayo fotográfico en los hipódromos, que me abrió la puerta a las grandes revistas", cuenta el fotógrafo.
Tras más de 20 años de haber comenzado por azar en la fotografía, para luego alcanzar importantes trabajos en las más prestigiosas publicaciones de Europa, como Life, Le Figaro, Sunday Times y Paris Match, Julio Donoso exhibe por primera vez en Chile las fotografías con las que inició su carrera. Hasta el 7 de marzo en Ekho Gallery (Merced 349 local 12), el nuevo espacio dedicado a la disciplina en el barrio Lastarria, se despliega la muestra B/W: 81-91, con más de 30 instantáneas tomadas en México, Nueva York, Londres, París, Moscú y Santiago.
En la muestra hay una serie en especial que definió la carrera del fotógrafo: el chileno tuvo la suerte de inmortalizar a la modelo Claudia Schiffer en París, en su primera sesión para la marca Chanel, cuando la alemana recién partía su carrera.
"No sabía desfilar, pero era completamente adorable, esas fotos salieron en las principales revistas y fue mi pasaporte para entrar al mundo de la moda", cuenta Donoso. El fotógrafo fue contratado por la agencia Contact Press Images, donde también estaba Annie Leibovitz, y luego por Sygma-Corbin, una de las principales agencias de fotoperiodismo.
"Tuve la suerte de estar cerca de los grandes. Conocí el trabajo del mexicano Manuel Alvarez Bravo y en Francia estuve cerca de Brassai y Cartier-Bresson, ellos moldearon mi ojo", dice Donoso.
La enseñanza de los maestros se nota en sus series en el Royal Ascot, donde aparecen tomas espontáneas de los asiduos a las carreras de caballos, la Princesa Diana, también aparece el funeral de Jean Paul Sartre en 1980, escenas cotidianas del invierno en Luxemburgo, en la Plaza Roja de Moscú y un retrato del bailarín Rudolf Nureyev, concentrado en un ensayo. El fotógrafo también incursionó en el reportaje con una extensa serie sobre el backstage del Moulin Rouge. "Estuve seis meses yendo al teatro y registré toda esa vida. El mundo de los trajes, las plumas y el glamour me atrapó", dice.
Todo cambió en la primera década de 2000, cuando Donoso radicado ya en Chile se introduce en la fotografía comercial. "Esos años casi me dejan ciego. Yo vengo de otra escuela, me formé con los que iniciaron la fotografía moderna, tipos que privilegian la emoción, el corazón y el estómago. Para mí fue muy difícil acostumbrarme al digital, porque yo partí haciendo fotos imaginarias. Era tan caro hacer clic en esos años, que yo salía con mi cartón para ir enmarcando lo que quería fotografiar, después de mucho me atrevía a disparar", señala.
En estos últimos 10 años, el fotógrafo se volvió a reinventar. Luego de dejar el mundo del retail, se compró unos terrenos en Casa Blanca, donde formó su propia fábrica de vinos: Montsecano, ubicado en el poblado de Las Dichas, nada menos que una de las productoras del mejor Pinot Noir del país. "Me gusta tratar de vivir varias vidas, no encasillarme en una sola cosa. Para mí la fotografía es como el vino, hay imágenes que se demoran años en madurar. El vino tiene memoria y las fotos también. Me pasa con estas fotos que hoy vuelvo a redescubrir, las miro y veo nuevas lecturas, son misteriosas", dice el artista.
¿Esta muestra significa su regreso a la fotografía?
Tengo un sentimiento de nostalgia cuando veo estas fotos y de quizás haberme equivocado en dos cosas. Primero, nunca debí dejar el formato de 50 mm, que fue con el que comencé en la foto y el mismo que siempre usó Cartier- Bresson, segundo, haber dejado mi oficio de reportero, haber cambiado las calles por la moda, pero siempre se puede volver a empezar.