El domingo, en medio de una particularmente movida batalla por la taquilla norteamericana navideña, la revista Hollywood Reporter publicó en su sitio web una columna con el título: "Por qué la Roca es encantador, incluso cuando sus películas no lo son", analizando como Dwayne Johnson, el héroe de acción más confiable de la gran pantalla en el Siglo XXI, tiene un inexplicable carisma que logra transformar proyectos que podrían haber pasado sin penas ni gloria en algo más.

Como caso insigne ponía a Jumanji: En la selva, película que se estrenó la semana pasada en Estados Unidos y llega mañana a Chile. En el fin de semana largo en Norteamérica, la película logró sorpresivamente recaudar US $ 72 millones, sólo por detrás de Star Wars: Los últimos Jedi. "Como suele pasar, la película no es completamente sólida, pero Johnson sigue brillando", resumía la publicación.

Y es que en las últimas dos décadas, la Jumanji original (1995) no se caracterizó por acumular una gran y transversal base de fanáticos que estuvieran esperando una secuela. La película protagonizada por Robin Williams fue un éxito, pero parecía haberse quedado en la historia del cine familiar de los años 90. Aún así, su segunda parte se estrenó con buenas críticas y, como es costumbre para las películas de Johnson, atrayendo a la audiencia al cine.

La película parte en 1996, cuando un adolescente encuentra en una playa el juego de mesa que Alan Parrish (Williams) arrojó a un río en 1969. En un principio desinteresado, el joven le vuelve a tomar atención cuando de un momento a otro, el tablero cambia a un videojuego. Apenas lo enciende, el joven desaparece.

Dos décadas después, cuatro adolescentes encuentran el mismo videojuego mientras cumplen un castigo en el colegio, y son succionados al mundo de Jumanji, donde deben atravesar una peligrosa selva en la piel de personajes que eligieron previamente: el nerd Spencer (Alex Wolff) se transforma en el musculoso Smolder Bravestone (Johnson), el atlético Fridge (Ser'Darius Blain) en el bajo zoólogo Mouse Finbar (Kevin Hart), la tímida Martha (Morgan Turner) en la comando Ruby Roundhouse (Karen Gillian), y la frívola Bethany (Madison Iseman) en el regordete cartógrafo Sheldon Oberon (Jack Black). El grupo, que retiene sus personalidades del mundo real, debe completar una misión si es que quiere salir del mortal juego, en el camino encontrando al joven previamente desaparecido (Nick Jonas).

La trama, que se desenvuelve mezclando acción, comedia y realistas animales salvajes creados con CGI, descansa frecuentemente en el talento cómico de Johnson -una de las herramientas más subvaloradas del ex luchador- y la química de un elenco carismático para transformar una historia que podría haberse quedado enterrada dos décadas atrás en algo más. Hollywood ya sabe que puede contar con la Roca