Instalada en el hotel del CAR (Centro de Alto Rendimiento), el Estadio Nacional es como una casa de retiro para Karen Gallardo, discóbola del Team Chile clasificada a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Ni siquiera viajes y vacaciones, en las cuales visita a su familia en Copiapó, impiden que pase más de nueve meses al año viviendo y entrenando en el recinto. Es como si su concentración para el certamen carioca fuera toda su vida.
En la zona de lanzamiento de la Pista Atlética, arroja un disco de poco más de un kilogramo como si fuera un avión de papel, haciéndolo volar por decenas de metros con un solo movimiento de su brazo. Luego sus piernas recorren un círculo y medio para otro lanzamiento, aún más alto y distante (su récord personal es de 61,10 metros, marca nacional).
Una y otra vez repite el proceso. Y muestra que su deporte no es sólo fuerza. Gallardo lleva una rutina de foco total desde que dejó su familia y el norte de Chile, hace siete años, para llegar a una cita de los anillos. Y su esfuerzo dio frutos, porque volverá a los Juegos después de Londres 2012.
"Soy de una familia muy unida. Siempre nos juntábamos a comer en la casa. Fue un cambio duro el tener que venir a Santiago. No estaba cuando se murió una de mis abuelas, me he perdido matrimonios, nacimientos... Tengo un primo chico que aún no conozco. Pero estoy viviendo mi sueño. Hay cosas que debo optar a perder, sí o sí. Y hoy, mi vida es esta", plantea.
Por eso resalta la perseverancia como su fortaleza, dirigida ahora a desarrollar aún más físico y su concentración en competencia.
Hoy en día, Gallardo opta por una siesta reponedora en vez de nadar en la piscina del hogar de deportistas o salir a pasear. Porque lucha por objetivos que también se sobreponen a un sueño frustrado en su vida: ser carabinera.
"Quería serlo desde los seis años, no sé por qué. Trabajar en el GOPE (Grupo de Operaciones Policiales Especiales). Fue mi meta de toda la adolescencia e intenté entrar varias veces, pero no pasé los tests. Tengo una espinita clavada por eso, pero ya pasó la vieja", confiesa.
De la ilusión de vestir el uniforme verde, pasó a la búsqueda de representar al país a través del disco. "Fui consolidándome durante la adolescencia, vi que podía seguir avanzando. Y hoy mi ambición es aún mayor. Muy pocos pueden llegar donde llegué", reflexiona.
De ese factor saca energía extra para su disciplina, que exige más fuerza en las piernas y pectorales que en los brazos. "El brazo da la dirección y el último empuje, pero debemos trabajar la potencia de las piernas para el impulso. Esta mezcla fuerza y velocidad", explica. "Los principales trabajos son de muslos, pectoral y hombros. Los pectorales se estiran para empujar el disco". Por eso salta vallas, corre ascensiones, y entrena una hora y media con kinesiólogo en las mañanas para prevenir lesiones.
También son muchos los detalles por afinar su lanzamiento. Y como la técnica es compleja, Karen entrena acompañada de su entrenador Tulio Moya. Con él practica ese aspecto después de la sesión kinésica y, en la tarde, pesas o lanzamientos.
"La técnica involucra la posición del brazo, a 90 grados del cuerpo, la colocación de la mano en el disco según la dirección del viento, cómo acelerar en ciertos puntos", plantea. "Y también es importante la táctica. En competencias mayores, se prioriza la potencia en el primero de los tres lanzamientos, para clasificar antes".
Los miércoles y sábado son cuatro o más horas de pesas y lanzamientos, respectivamente. Los otros cuatro días de la semana Gallardo entrena ocho horas por jornada. En total, lanza el disco unas nueve horas por semana. Además, entrena tres veces por semana a Rodrigo Coloma, seleccionado paralímpico de su disciplina. Para ella, sólo el domingo es día de descanso: “Es el día de la señora cama”.
Después de varios meses con esa rigurosa agenda, buscará superar en Río el 21º puesto y los 60,09 metros alcanzados en Londres.
Hasta entonces, algunas citas le esperan para ponerla a punto. Irá por el Iberoamericano específico en Brasil, en mayo, y después quizás viaje a Centroamérica. Finalmente embarcará a Estados Unidos en julio, donde espera definir dos o tres competencias en las cuales participar antes de volver a Brasil.
Y así, calienta los motores para hacer justicia a su olímpico sacrificio.