Ella que de niña pensaba que era gorda, muy gorda, y fea, y que no iba a llegar a ningún lado, terminó convertida en la actriz más joven que acumula seis nominaciones al Oscar y en una de las figuras Hollywoodenses más fotografiadas de las alfombras rojas. Y este ha sido su año. Logró el trofeo por su papel de mujer enamorada de un adolescente en The Reader y se vistió mejor que nunca. Encontró su estilo. Depuró su manera de vestirse. Ganó la confianza como para llevar los tacones más altos de Louboutin.
Apareció con un vestido en dos tonos y de un sólo hombro en la ceremonia de los premios de la Academia. Acompañó la tenida con unos aros y pulsera de la marca Chopard. Y los críticos la compararon con una de las antiguas "sirenas de la pantalla grande". En los Globos de Oro llevó otro Saint Laurent. Luego usó un modelo de satén rojo, con corset y pollera vaporosa de la inglesa Vivienne Westwood. O llevó un vestido corto negro y con vuelos de Lanvin, otra gran casa de la alta costura en las avant premiere de sus filmes Sólo un sueño y The Reader.
Y aparte, se retrató desnuda, sólo cubierta por un abrigo finísimo y unos zapatos de casi 20 centímetros y dorados, en la portada de la revista Vanity Fair. Emulando el look de Catherine Deneuve en la película Belle du jour. Aunque fue solo un momento. Una de las gracias de esta inglesa que prefiere un buen cigarro y un buen café, o una noche de pub, antes que las limusinas, diamantes y mansiones que tanto buscan otras estrellas, más famosas, pero menos talentosas que ella.