El sucesor de Michael Phelps en el cielo de la natación es una niña de 17 años, criada en Washington, de familia multimillonaria, católica, de colegio de monjas, pálida, sin un desarrollo muscular relevante, sin gran estatura, sin grandes pies. Un prodigio sin aparente explicación científica. Sencillamente, un talento maravilloso para deslizarse por el agua como un mamífero marino.
El sábado por la noche, en los campeonatos nacionales estadounidenses que se celebran en Irvine (California), esta chica, que se llama Katie Ledecky, nadó los 400 metros libre a la velocidad a la que se habían nadado los 200 antes de la aparición de los bañadores tecnológicos. Su ritmo fue incontenible. Brazada a brazada, surcando el agua en solitario, lejos del pelotón, sin la fuerza que proporciona la oposición, pasó por el parcial de 200 en 1'57''72, una marca que le habría valido para ganar el Mundial 2003 de 200 libre, por ejemplo, en donde Popchanka se colgó el oro en 1'58''32.
Ledecky paró el cronómetro en 3'58''86 y batió el récord del mundo de 400 metros. Fue una obra fastuosa. Algo que pocas veces sucede en el deporte por el grado de dificultad extremo que supone. Atrás quedó el tiempo de Federica Pellegrini en Roma: 3'59''15. Aquella marca que parecía inalcanzable cuando en 2009, embutida en un bañador impermeable, la italiana tocó el techo de su proyección. Sdemás de propulsarse mejor gracias a la flotabilidad que le proporcionaba el bañador, Pellegrini rondaba el pico biológico de su carrera. Tenía 21 años. Ledecky superó la barrera con 17 años. Armada de un bañador de tela.
La gringa marcó un registro casi idéntico al del récord chileno masculino de la distancia (3'58''52, Giancarlo Zolezzi) y muy lejano del femenino (4'11''32, Kristel Köbrich). Sumó su récord mundial de 400 a las plusmarcas de 800 y 1.500, igualando a la mejor fondista de todos los tiempos, su compatriota e inspiradora Janet Evans. Con 16 años, en 1987, Evans batió las plusmarcas mundiales en las tres pruebas de fondo. Ledecky lo ha conseguido con 17, pero hay señales de que su espectro también abarcará el terreno de la velocidad.
A este paso, no sería extraño ver a Ledecky luchando por conquistar cinco oros en unos campeonatos olímpicos de natación, algo que solo logró Kristin Otto bajo el régimen de dopaje industrial que llevó adelante Alemania del Este en los Juegos de 1988. "A la hora de escoger pruebas, prefiero pecar por exceso que por defecto", dijo la campeona. "No me veo a mí misma como a una nadadora de fondo. Me veo como una nadadora de estilo libre".