En 1962, el estudio japonés Toho estrenó King Kong vs Godzilla, enfrentando por primera vez a dos de los monstruos más icónicos de la pantalla grande. En ese mismo país, la película se transformó en un fenómeno, recaudando 70 veces su presupuesto -y en Estados Unidos, seis veces-. El éxito llevó al estudio a asegurar rápidamente una secuela, pero por cosas del destino, en las décadas posteriores nunca se pudo llevar a cabo, principalmente por problemas de derechos: si bien la franquicia de Godzilla era una creación de Toho, por lo que podían usar al lagarto gigante con libertad, King Kong era norteamericano, y sólo pudieron desarrollar una película más con el personaje, King Kong escapa (1967). El enfrentamiento, si bien fue un hito, quedó como un evento de culto que probablemente no se repetiría más.

Eso hasta que Legendary Pictures y Warner anunciaran en 2014 que su 84 de Godzilla, estrenado ese mismo año, marcaría un renacer de los grandes monstruos de Toho en la pantalla grande, entre los que se encuentran nombres como Mothra, King Ghidorah y Rodan. Un año más tarde, luego de meses de especulación, se reveló que el simio gigante también formaría parte de esta franquicia, anunciando el estreno de Godzilla vs. Kong para 2020.

Por eso Kong: la Isla Calavera, que llega el jueves a los cines, funciona tanto como un retorno del clásico monstruo, como además de contexto sobre su estatus en este nuevo universo.

Ambientada en 1973, en los días posteriores al fin de la Guerra de Vietnam, el científico William Randa (John Goodman), jefe del proyecto Monarch -misma organización que estudiaba a Godzilla en la cinta de 2014- organiza una expedición a una isla recientemente descubierta a la cual es prácticamente imposible llegar, con la ayuda de un ex soldado (Tom Hiddleston), una reportera gráfica (Brie Larson) y un coronel norteamericano (Samuel L. Jackson) junto a su pelotón. En el lugar, no sólo encuentran al simio gigante, bastante enojado por las bombas que dejan caer en el lugar -dando lugar a una impresionante enfrentamiento entre la criatura y un batallón de helicópteros-, sino también a una variada fauna de monstruos, la mayoría buscando alimentarse del grupo, y a un piloto estadounidense de la Segunda Guerra Mundial (John C. Reilly), varado en la isla hace 28 años.

Con influencias muy marcadas -principalmente Apocalipsis ahora y Jurassic Park 2- la historia enfatiza el ambiente bélico que se vivía en el Estados Unidos de Richard Nixon y las consecuencias de la derrota en Vietnam, pero también dejando espacio para el humor, siendo una película de ánimo más ligero que Godzilla. Por su parte, el monstruo titular sigue con su caracterización clásica: más un antihéroe trágico que un antagonista.

Dato importante: como suele suceder con las cintas enmarcadas en un universo compartido cinematográfico, es fundamental no abandonar la sala hasta que terminen los créditos finales de la película.