Corre septiembre de 2005 y Marco Enríquez-Ominami recibe un sorpresivo llamado. Está en Zapallar en su primera actividad como candidato a diputado -su debut en política- y al otro lado del teléfono le hablan de su media hermana, Javiera Enríquez Pizarro (39). Jorge Jordán, novio de la joven e hijo de un detenido desaparecido, acaba de ahorcarse en la casa donde convive con la pintora. "Ella fue la que lo halló, al despertarse, con su cuerpo meciéndose como una campana", relató días después la periodista Patricia Verdugo en un blog.

Los Enríquez están en shock. Marco se traslada a Santiago y su hermana cae en una honda depresión. A Javiera, a esa altura, ya le habían diagnosticado desequilibrios sicológicos. Ahora, días después de la trágica muerte de su pareja, ingresa intoxicada al Hospital San José. Enríquez-Ominami acude al lugar, lo insultan familiares de pacientes y gestiona su traslado a otro recinto.

El domingo pasado, Marco recibe otro llamado. A las 6.30, Javiera ha sufrido quemaduras en su rostro y manos tras una fuerte explosión de gas en su departamento, ubicado en Providencia 835. Las llamaradas salen por las ventanas, se derrumban las planchas del techo, los vidrios se rompen en pedazos y caen sobre el conserje. Ella permanece sentada en un sillón. Sus conocidos sostienen que se trata de un fallido intento de suicidio. No es la primera vez. Afirman que selló con cintas adhesivas las puertas y ventanas del lugar -el mismo en que vivía su abuelo Edgardo Enríquez antes de partir al exilio- y que luego abrió la llave del gas de la cocina y prendió un cigarrillo.

Javiera está internada desde ese día en la Clínica Indisa. Está consciente, con el 5% de su cuerpo herido y se prepara para ser sometida a una cirugía plástica. Su actual novio, el arquitecto Cristián Farías, la visita todos los días. "Hoy (miércoles) me encontré con él, un joven encantador a quien ella no deja entrar a la pieza porque se siente fea con las quemaduras", cuenta Manuela Gumucio, madre de Marco.

EL GOLPE Y EL EXILIO
La niñez de Javiera la marca el golpe militar. Sus padres se casan en 1968, luego de conocerse en la Universidad de Concepción. Su madre, Alejandra Pizarro, estudia entonces Sociología. Es reina de belleza. La relación de ambos se deteriora y se separan a los dos años. Pizarro, depresiva, se suicida lanzándose al paso de un tren en 1971. "A pesar de haberme separado, en los hechos es la persona que más he querido", cuenta Miguel Enríquez en una carta a su suegra.

Javiera queda bajo el cuidado de su tía Ana Pizarro, ex MIR y hasta hoy considerada su "segunda" madre.  Miguel Enríquez decide llevarla con él después del golpe. Permanecen en la clandestinidad, en San Miguel. Javiera lo ve por última vez en septiembre de 1974. Por orden de su abuelo Edgardo Enríquez, que teme por su seguridad, es trasladada a la embajada de Italia. El revolucionario muere  dos meses después en un enfrentamiento con la Dina. Su hija queda varios días sola en la sede diplomática. Su abuelo, apenas abandona la Isla Dawson, se la lleva a Inglaterra.

ENCUENTRO EN OXFORD
En 1977, en Oxford, Javiera y Marco se conocen. El tiene cuatro años y vive en el exilio en París. Se llama entonces Marco Gumucio Gumucio. Por razones de seguridad, no lleva el apellido Enríquez hasta 1979. Ella, en el papel, es la única hija del ex líder del MIR. La familia acuerda que los hermanos se vean. Así ocurre todos los veranos de exilio. En Inglaterra y México, donde vive con sus abuelos. También en Argentina, Cuba y Suiza, donde ella reside con su tía y termina sus estudios secundarios.

A esa altura, dicen sus conocidos, ya existen roces por su tuición. Por un lado estaban sus abuelos. Por otro, su tía. Como sea, los paseos familiares cerca de Pepignan (Francia) y Venecia  marcan su niñez. De esos años, los hermanos se comunican en francés. "Javiera sabe cuánto la adoró su padre y cuando era más pequeña le sacaba pica a Marco, porque ella lo había conocido y él no. Pero pienso que Marco es muy importante para ella", cuenta Gumucio.

Javiera decide regresar a Chile en 1988. En la Universidad de Chile, donde estudia Arte, la reconocen como la hija de Miguel Enríquez. Marco ingresa a la misma universidad, pero a Filosofía. La relación de los hermanos es estrecha. Ambos ven en el otro a la figura de su padre. Ella habla varios idiomas, convive con el ambiente artístico, el underground y la elite de la izquierda. Es descrita como una persona sobresaliente -obtiene altas notas para entrar a universidades en Argentina, Francia y Chile, donde se queda- e intensa. En Chile traba amistad con los nietos de Allende.

Marco se traslada a los 18 años a vivir al Parque Forestal con su mejor amigo de sus años en Francia, que viaja a vivir a Chile: Guillaume Studer. La decisión molesta a sus padres. Javiera suele ayudarlo a preparar comida y se enamora de Studer. Al año se juntan a vivir. Duran otros cinco. Suelen viajar a París.

TALLERES DE PINTURA
En 1997, Javiera recibe otro golpe: la muerte de su abuelo Edgardo, ex ministro de Allende. El patriarca de los Enríquez la ha protegido desde su niñez. Suele imponerle normas. A él, de hecho, se le adjudica que su nieta no se haya involucrado en la vida política, un tema traumático.

Javiera egresa a fines de los 90 de Arte. Luego estudia Diseño Industrial en la Finis Terrae. Se dedica a la pintura, participa en exposiciones -una de ellas en la galería La Vala, hace tres años- y en el taller de Eugenio Dittborn. Se vincula a algunos centros culturales, como el Quai de la Gare, de París, y es guía de la última exposición de Roberto Matta en Chile. Este año dicta un taller de pintura para niños en La Pintana.

Su situación económica no es holgada. En 2006, Marco decide heredar todos sus bienes a su hermana. Lo estampa en una notaría.

Hoy, Javiera se recupera en la clínica. Sus conocidos dicen que aún no está claro si lo hará del todo. Que se debe esperar unos días para saberlo. Su pareja, mientras tanto, le llevó un retrato de sus padres. Aparecen juntos en Versalles.