Las elecciones se ganan o se pierden, y como el pueblo nunca se equivoca, hablan los resultados. No solamente el kirchnerismo sufrió una gran derrota en las urnas: todos los referentes de la oposición cosecharon triunfos personales. El peronismo disidente, el Pro y el pan-radicalismo, todos ganaron. El domingo 28, las cartas fueron para ellos, y ahora les toca jugar. La sociedad estará a la expectativa de lo que hagan con este nuevo poder conferido.
Hay que distinguir dos planos. En primer lugar, está la agenda legislativa. Es el mandato que recibieron, y el ámbito en el que podrán mostrar realizaciones. Aunque no tengan posiciones homogéneas, hay algunos temas en los que pueden unirse. En general, se tratará de desandar algunas marcas que deja el kirchnerismo. Todos los nuevos ganadores están interesados en lograr leyes surgidas desde la oposición, para exhibir ante sus propios votantes, y no tengo dudas que apenas se presenten las oportunidades, se apresurarán por conseguirlas. No esperarán hasta el 10 de diciembre, fecha en que asumen los nuevos legisladores: desde la semana próxima, los bloques opositores intentarán mostrar acción.
El otro plano es el de las coaliciones. No hay que olvidar que todo el sistema partidario argentino está unido con alambres, y esta elección vuelve a plantear interrogantes. En el peronismo ya se lanzó la primera definición: la renuncia de Kirchner abre paso a una gradual reorganización del partido, con un Scioli que puede convocar a los disidentes.
¿Volverán Reutemann, los cordobeses y el sector peronista del PRO al PJ si Kirchner da un paso al costado? Un dato no es menor: en la tercera fuerza emergente, el PRO, los que hicieron valer su peso específico electoral fueron los peronistas De Narváez y Solá, antes que Macri. El gran vencedor, De Narváez, no va a arriesgar su capital político en un movimiento apresurado, pero la victoria de Reutemann le hace pensar que su futuro político no puede descartar el camino del PJ.