Sonó el pitazo final en el Estadio Nacional, los jugadores celebraban en la cancha y a los pocos minutos la multitud de hinchas azules (5.000 personas aproximadamente) comenzaron a llegar al icono de las celebraciones en Santiago: Plaza Italia.

La pasión era evidente. Algunos aparecían a torso desnudo, como una liberación, pese a la tarde otoñal de Santiago. El grupo comenzaba a crecer, en medio de los autos que aún transitaban por la Alameda tocando la bocina. El horario ayudó a que sea una fiesta familiar. Muchos niños sobre los hombros de sus padres gritaban a la par de los adultos.

La viveza de los vendedores ambulantes apareció de inmediato. "Lleve la bandera del campeón a luca y a mil" gritaban algunos llevando carros llenos de bolsas de challas, cintillos de flores azules y rojas para las mujeres y gorras de la U. Además de la presencia del alcohol, mucho alcohol; cervezas y hasta champán. Un consumo de drogas incontrolable para Carabineros, quienes estuvieron la mayoría del tiempo cuidando ciertos accesos para evitar incidentes.

Los petardos encendían en ambiente y aún más los fuegos artificiales. Un panorama para quienes miraban desde los departamentos ubicados frente a la plaza. Luego llegó el bombo y a su ritmo los cánticos se hicieron al unísono. La fiesta era puro jolgorio, parte del folclor del fútbol sudamericano, aunque renovado: Una gran cantidad de personas llevaban siempre consigo sus celulares encendidos, publicando imágenes y vídeos en Instagram y Facebook.

La fiesta familiar y la celebración sin desmanes fueron la tónica del jolgorio que se extendió durante tres horas. El frío y el cansancio se llevaron a muchos de vuelta a casa, mientras los más entusiasmados seguían colmando la calzada sur de la avenida. Carabineros les advirtió por altoparlante despejar la calle, pero no quisieron hacer caso. La fiesta culminó con el carro lanzaaguas dispersando a los fanáticos. No hubo mayores incidentes en la fiesta azul que inundó Plaza Italia con su alegría.