Emplazada cerca de donde se levanta el legendario monolito que marca la línea ecuatorial que divide a la Tierra en dos hemisferios, la moderna sede de Unasur contrasta con la comunidad que la rodea, en San Antonio de Pichincha, a 15 km de Quito. "No hay nada que se le parezca en la región", aseguran sus arquitectos sobre el imponente edificio de estilo cubista y 20.000 m2 de construcción, inaugurado a comienzos de mes bajo el nombre de Néstor Kirchner, en homenaje al ex presidente argentino y primer secretario de ese bloque regional.

Tan colosal como la nueva sede de Unasur es la apuesta política detrás de ella, según admiten las propias autoridades ecuatorianas y de la organización nacida en 2008 e integrada por 12 países de Sudamérica. "Quito va a ser la capital de la Unasur, de la patria grande", proclamó el Presidente ecuatoriano Rafael Correa, mientras que su canciller, Ricardo Patiño, aseguró que "tener una sede ayuda a consolidar institucionalmente a la Unasur". Para el secretario general del bloque, el ex presidente colombiano Ernesto Samper, el edificio significa un "nuevo amanecer y un relanzamiento" para Unasur.

Sobre este último punto, el investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Madrid, Carlos Malamud, destaca que -además de la inauguración de su nueva sede- uno de los objetivos de la VIII Cumbre de Unasur, a comienzos de mes, era "relanzar un proceso de integración que pese a su retórica aún no ha dado los frutos esperados". "Más allá del simbolismo de la inauguración de la sede, de momento no hay tal fortalecimiento de Unasur. Si bien en la cabeza de algún gobernante pueda estar el rivalizar con la OEA, no creo que puedan hacerlo", dice Malamud a La Tercera. A su juicio, "la mayor carga de legitimidad para ser alternativa a la OEA la tiene la Celac y no Unasur".

Aunque Malamud sostiene que Correa "ni tiene el carisma ni, sobre todo, los recursos que tenía Hugo Chávez para intentar desarrollar su liderazgo regional", la internacionalista venezolana María Teresa Romero sostiene que Venezuela apoya a Ecuador en el potenciamiento de Unasur como un rival de la institución encabezada por el chileno José Miguel Insulza. "Caracas apoya a Quito en eso porque uno de sus objetivos de política exterior de siempre ha sido debilitar a la OEA a toda costa y posicionar a los organismos subregionales como Unasur, Mercosur, Celac y Alba", señala. Y agrega que "Nicolás Maduro sabe que ahora Ecuador, su aliado del Alba, está en mejores condiciones para hacerlo que él mismo por la crisis que vive".

De hecho, Ecuador asumió íntegramente los US$ 43,5 millones que demandó la construcción de la sede de Unasur. Sin embargo, el mantenimiento de la sede correrá por cuenta de cada país y se establecerán cuotas, de acuerdo con su PIB y tamaño. Al respecto, Malamud no cree que exista la voluntad de financiar la dotación de personal y organismos que le permitan a Unasur ganar protagonismo, "dada la trayectoria de los países latinoamericanos en organismos multilaterales, siempre confían en que haya alguien más rico que pague la cuenta".

El tema se discutió en su momento en el seno del organismo, pero sin que se llegara a un acuerdo. Chile, según señalaron fuentes de la Cancillería, se opuso a la idea y expresó sólo su compromiso de seguir pagando la cuota anual.

Según Romero, "el gobierno de Maduro quisiera financiarlo, pero el problema es que no pueden con la grave situación económica que están viviendo". A ello se suma que "las encuestas demuestran que hay un gran malestar popular por la cooperación internacional del gobierno", asegura.

Por su parte, el columnista del diario Folha de Sao Paulo, Clóvis Rossi, explica a La Tercera que "no es del ADN de Itamaraty (sede de la Cancillería brasileña) potenciar algo en detrimento de otra institución". "Brasil se siente bien con las dos", señala en alusión a la Unasur y la OEA.

En cambio, el analista argentino Rosendo Fraga asegura que "la administración de la Presidenta Cristina Fernández va a respaldar el rol de Ecuador en Unasur, tanto políticamente, como financieramente". "El hecho que la sede lleve el nombre de Kirchner refuerza esta decisión", dice.