La amenaza de deflación que se cierne sobre las economías desarrolladas
Los países emergentes están endureciendo sus condiciones monetarias para prevenir una eventual mayor inflación, en las naciones más avanzadas se teme lo contrario: una caída sistemática de los precios. <br>
De visita en Berlín esta semana, George Soros no llegó con halagos para los alemanes. Más bien los culpó por la actual crisis europea, predijo el quiebre de la zona euro como consecuencia de ello y aseguró que la excesiva austeridad fiscal que los germanos quieren imponer entre sus vecinos está empujando al continente a una deflación.
El inversionista es famoso por haber especulado contra la libra esterlina en 1992 y, así, obligado al Banco de Inglaterra a devaluar, echando por tierra los planes de incluir a ese país en la Unión Monetaria Europea (UME). Con sus augurios, Soros se alinea con quienes ven en la deflación uno de los mayores riesgos macro que vive el mundo en este momento.
En realidad, las fuerzas deflacionarias (los optimistas hablan de desinflación) se están verificando principalmente en las economías desarrolladas, víctimas de una desaceleración económica acentuada, producto de lo cual las brechas de producción siguen amplias. En contrapartida, en los mercados emergentes los riesgos apuntan más bien hacia la inflación, lo que los ha obligado a comenzar su normalización de tasas de interés.
Pero a nivel global, una caída de los precios aparece como lo más dañino a juicio de los analistas. Creen que un escenario de ese tipo podría replicar el mal que viene golpeando a Japón desde los 90, puesto que la deflación induce a estancamiento económico y a veces no responde a las inyecciones de liquidez que intentan detenerla.
EEUU y EUROPA
En EEUU, si bien una minoría de los analistas advierte un riesgo de inflación en el mediano a largo plazo, a partir de la necesidad de las autoridades de monetizar la gran deuda y déficit acumulados en dos años de lucha contra la crisis financiera y la recesión, mayoritariamente y en lo inmediato se teme por el fenómeno inverso. Los últimos datos de IPC han avivado esta preocupación por una deflación. En abril, el IPC retrocedió 0,1% y en mayo otro 0,2% mensual.
De acentuarse la idea de una deflación en EEUU, la respuesta de política monetaria sería la clásica: mantener muy baja la tasa.
"Creemos que el IPC total y subyacente se ubicará entre -1% y 0% tanto este año como el próximo", proyecta Ian Shepherdson, economista jefe de High Frequency Economics, en Nueva York. Derivado de eso, estima que "la primera alza de tasas de la Reserva Federal se producirá no antes del primer trimestre de 2012", lo cual resulta ser un año más tarde que el consenso del mercado.
En el pasado, las implicancias de tal caso han sido arbitraje de tasas, influjos de capital excesivos a mercados emergentes, con apreciación cambiaria y nutrición de burbujas.
Europa, por su parte, pareciera tener un terreno aún más fértil para un proceso deflacionario. El IPC de la eurozona en mayo fue 0,1%, sugiriendo que "ni siquiera los directores del Banco Central Europeo más atentos a la inflación están preocupados. La deflación es un riesgo, dado el bajo nivel de IPC y la capacidad ociosa", opina Paul Donovan, de UBS.
Sin ser parte de la UME, en Inglaterra también esto es un tema. Una reciente encuesta del Daily Telegraph determinó que nueve de 20 economistas ven la deflación como la principal amenaza en su país. Ya en enero el IPC británico fue de -0,2%. Luego se recuperó y en mayo volvió a coquetear con el 0%.
De hecho, en ese país se ha hecho gran eco de la preocupación expresada al respecto por Soros. Adam Posen, un miembro externo del Banco de Inglaterra, expresó ya hace un mes que la contracción fiscal en Europa puede llevarla a una situación parecida a la crisis japonesa de los 90.
DAÑOS POSIBLES
Dado el contexto descrito, a nivel global "la deflación es un mayor riesgo ahora mismo, en parte porque estas fuerzas se pueden desatar antes que las presiones inflacionarias se hagan demasiado fuertes", dice Jan Friederich, economista senior de la Economist Intelligence Unit, desde Hong Kong.
Entre los varios daños que causaría una deflación se halla la postergación del gasto de los consumidores a la espera de aún menores precios, con lo cual se dedican primero a reducir su nivel de deudas. Esto repercute en un retraso de la reactivación.
"Si se verificara una deflación, la economía global enfrentaría un estancamiento prolongado", advierte Friederich.
Otro de los perjuicios fue observable hace poco. En la primera mitad de esta década fue el fantasma de la deflación -no materializado, al cabo- el que instó a los principales bancos centrales del mundo, encabezados por la Reserva Federal de EEUU, a mantener tasas de interés mínimas. Eso, a su vez, alimentó burbujas de activos, tras lo cual devino la crisis subprime.
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