Cuando Claudio Ranieri fue destituido de la banca del Leicester, equipo al que había convertido en campeón de la Premier por primera vez en su historia apenas nueve meses antes, la opinión pública se echó las manos a la cabeza. "El fútbol no tiene memoria", denunciaban los diarios de medio mundo un día después de su despido. Y puede que tuvieran razón. El currículum del DT italiano, al menos a ojos de la dirigencia de los Foxes, parecía haber prescrito de la noche a la mañana.
El pasado domingo, el técnico de la UC Mario Salas fue expulsado por sexta vez desde su llegada a la banca cruzada, hace poco más de dos años. Fue en el duelo ante Unión, válido por la cuarta fecha del Clausura. Pero el Tribunal de Disciplina de la ANFP, en su sesión semanal celebrada el martes, decidió archivar su causa, permitiéndole sentarse en la banca el próximo sábado ante Colo Colo.
Pero lo más curioso no fue que las autoridades competentes -corrigiendo, por cierto, la decisión adoptada en la cancha por el juez Roberto Tobar- decidieran dejar sin efecto su expulsión; lo más llamativo fue el argumento esgrimido por el Tribunal para fundamentar su decisión. "Cuando un director técnico es expulsado sin tener antecedentes y sin que haya insultos, siempre, sin excepción alguna, se archiva", explicó, al término de la sesión, Exequiel Segall, presidente del organismo.
Pero cómo explicar que el técnico con mayor número de expulsiones acumuladas en los dos últimos años (es decir, en los cuatro últimos campeonatos chilenos), no tenga antecedentes. "Sólo cuenta el presente torneo", se apresuraba a precisar Segall. Es decir, ése del que se han consumido sólo cuatro fechas; tres, para ser exactos, antes de la enésima expulsión del Comandante.
Habían transcurrido 380 días y 28 pleitos de liga desde la última vez que habían mostrado la roja a Salas (en la quinta fecha del Clausura 2016); el tiempo suficiente para que su currículum de faltas también prescribiera. De lo hecho por Ranieri-argumentarán algunos- se olvidaron incluso antes.
El fútbol no tiene memoria. Y los tribunales de disciplina, al parecer tampoco.