Es un caso verdaderamente poco frecuente: un Congreso que insiste en gastar miles de millones de dólares en un sistema de defensa, que el Presidente Barack Obama y el jefe del Pentágono consideran totalmente superfluo. Y más en una época de crisis, en la que se debe ahorrar por todos los costados.
Esto suena bizarro, pero es la realidad en Washington, donde mañana comenzará una nueva ronda de discusiones.
El tema en cuestión es el avión de combate F-22 "Raptor", nombre abreviado del dinosaurio velociraptor.
Según la empresa fabricante Lockheed Martin, su costo asciende a 150 millones de dólares, pero algunos especialistas estiman que el valor real es de 350 millones de dólares si se toman en cuenta otros gastos complementarios y de mantenimiento. Los expertos afirman que esta nave tiene defectos notorios, por lo que estará sometida a continuos trabajos de reparación.
Hasta el momento se entregaron 122 jets de combate y ya se pidieron varias decenas más. Hasta 2011, la flota deberá ampliarse a un total de 187 aviones y concluir allí. Esto es al menos lo que quieren Obama y su secretario de Defensa Robert Gates. Incluso algunos militares de alto rango, que en otros momentos pelean con uñas y dientes por cualquier fondo adicional, entienden los argumentos del Presidente y su funcionario.
Recientemente Obama se expresó claramente: "No necesitamos estos aviones".
Pero al menos hasta el momento, el Congreso no lo acompañó e incluso algunos miembros de su propio partido, como los senadores Edward Kennedy y John Kerry, le ponen palos en la rueda.
En contra de la voluntad del mandatario, la Cámara de Representantes aprobó hace poco un proyecto que autoriza 369 millones de dólares para el anticipo de la compra de 12 jets y además prevé otros 1.750 millones de dólares para el financiamiento de otros siete F-22.
Ambas cámaras del Congreso, controlado por demócratas, debatirá y votará este lunes sobre el proyecto presentado por el Comité de Servicios Armados del Senado.
El argumento de mayor peso es que Estados Unidos debe seguir manteniendo su capacidad defensiva. Pero detrás de esta argumentación está también el hecho de que Lockheed tiene empresas en 40 estados norteamericanos y de una manera u otra participa en el proyecto de los F-22. Es por eso que casi cuatro quintos de los miembros del Congreso deben defender los puestos de trabajo en sus estados, una condición importante para su reelección.
El Presidente amenazó con vetar cualquier proyecto de ley que incluya más fondos para los F-22. Sin embargo, estos últimos días surgió la duda de si Obama y Gates podrán recibir el respaldo necesario para tener la mayoría necesaria entre los demócratas.
Según Obama, no se corresponden el costo y la necesidad de estos aviones, por lo que es mejor utilizar el dinero para otros instrumentos de defensa. Ni Obama ni Gates pretenden reducir el presupuesto militar. Incluso, según sus planes, podría aumentar moderadamente.
Pero ambos quieren darle otra prioridad al presupuesto, derivar los fondos y estar preparados para nuevos desafíos. Diez grandes proyectos, basados en el viejo concepto de una amenaza masiva convencional, serán reducidos o anulados. El "Raptor" entra en esa categoría.
Ni en Afganistán ni en Irak se utilizaron F-22. Incluso sin los nuevos jets, las Fuerzas Armadas estadounidenses contarán hasta el 2020 con 2.500 aviones de combate modernos, indicaron Gates y el jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, Michael Mullen, a los miembros del Congreso. China tendrá la mitad de estos aviones, y menos avanzados, manifestaron.
Pero en Washington hacen oídos sordos a estos argumentos, incluso con un importante líder republicano como John McCain poniéndose de parte de Obama.
Y que el avión tenga muchos problemas técnicos no hace dudar a los defensores del F-22. Según el "Washington Post", pruebas realizadas por el Pentágono demostraron que por cada hora de vuelo el "Raptor" necesita en promedio 30 horas de mantenimiento. Y esto significa 44.000 dólares por hora.