Shigeru Ban (1957) era un treinteañero cuando definió su camino como activista social en la arquitectura: en 1994, tras ver la cruda realidad que se vivía en Ruanda, el japonés se acercó a la ONU para ofrecer sus servicios como asesor. Tenía una idea jugada: en lugar de usar tubos de metal para la construcción de casas, las haría con tubos de cartón.
La misma estrategia usó un año después, para el terremoto que asoló a Kobe, y luego en el de Turquía (2000), India (2001), Puerto Príncipe (2010) y Onegawa (2011), contribuyendo con el diseño rápido y efectivo de refugios de emergencia hechos de cartón, que al mismo tiempo evitaron la deforestación.
Fue así que Shigeru Ban levantó su prestigio de arquitecto innovador y humanitario, en partes iguales, y que ayer lo hizo merecedor del Premio Pritzker, el galardón más importante de la arquitectura mundial, que entrega desde 1979 la fundación estadounidense Hyatt.
"Shigeru Ban ha demostrado que el artista inspirado y el diseñador experto, no es condenado inevitablemente a trabajar para una elite privilegiada, sino que la innovación puede tener lugar mientras se trabaja para la mayoría, sobre todo los históricamente desatendidos, olvidados", dijo el arquitecto chileno Alejandro Aravena, miembro del jurado del Pritzker desde 2008.
Séptimo japonés en obtener el Pritzker, el año pasado lo ganó su compatriota Toyo Ito, la ecuación del éxito de Shigeru Ban es: máxima eficacia con mínimos materiales. Su obsesión está en reciclar lo existente y hacerlo utilitario, como cuando usó cajas de cervezas como cimientos para las viviendas del terremoto en Kobe o convirtió una serie de contenedores en salas de exposiciones para su museo Nómada, que itineró por EE.UU., Japón y México entre 2005 y 2007.
Claro que su carrera también incluye encargos privados, en los que a menudo el arquitecto aplica las técnicas y experiencias aprendidas en su trabajo humanitario. Como el edificio de oficinas que levantó en Chelsea, Manhattan (2007), donde sus ventanas y puertas se pliegan, haciendo desaparecer la fachada; el Centro Pompidou en Metz, Francia (2010), donde utilizó madera para un techo de doble curvatura o la iglesia de Christchurch, también con cartón como soporte.
"Al conversar con Ban, uno nota de inmediato una tremenda humildad, distanciándose de manera personal de la obra y pensando siempre en sus usuarios", dice el arquitecto local David Basulto, quien lo entrevistó hace sólo una semana para el sitio Arch Daily.
Según el jurado, ha sido un compromiso con la sustentabilidad y el uso de materiales renovables lo que en parte primó para condecorarlo con el premio dotado de US$ 100 mil, que le serán entregados en junio en una ceremonia en Amsterdam. "No me lo esperaba. Es un estímulo para continuar entrenándome y para seguir trabajando en las operaciones de socorro", dijo el japonés.