La arquitectura latinoamericana moderna se consagra en el MoMA
<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">El museo de Nueva York exhibe los edificios emblema de la región, entre 1955 y 1980.</span></font>
Fueron los principales motores de una arquitectura que apelaba a la eficiencia, la racionalidad y la simpleza y que dominó el mundo: Le Corbusier en Francia, Mies van der Rohe y Walter Gropius en Alemania, y más tarde Frank Lloyd Wright en EE.UU, fueron los arquitectos que se encargaron de sentar las bases del movimiento moderno a principios del siglo XX. Luego este pasó a Latinoamérica a fines de los 50, cuando de la mano de unas ideologías revolucionarias se comenzó a soñar con construir ciudades dedicadas al hombre común.
Los primeros en recoger el fenómeno fueron los curadores del MoMA, que en 1943 inauguraron la exposición Brasil construye, reconocida como la primera celebración de la arquitectura en América Latina y que seis años más tarde tuvo su punto cúlmine con otra muestra en el mismo museo: Arquitectura en Latinoamérica desde 1945, que compiló los primeros logros arquitectónicos de la región en esos 10 años. Tras seis décadas, la institución neoyorquina vuelve a ser la voz de la autoridad en la materia con una nueva exhibición, Latinoamérica en construcción: arquitectura de 1955 a 1980, que se inaugura el próximo 29 de marzo.
Serán más de 500 obras, entre fotografías, dibujos, planos y videos de proyectos levantados como la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, construida en 1958 por Lúcio Costa en colaboración con Oscar Niemeyer; el complejo Torres del Parque Residencial en Bogotá, a cargo de Rogelio Salmona entre 1964 y 1970, o la Ciudad Universitaria en México, considerada una de las mayores edificaciones de la modernidad.
Tampoco falta Chile, que además de obras destacadas en la muestra, logra un rol central a través de la alianza formada por el MoMA y la oficina local Constructo, de los arquitectos Jeannette Plaut y Marcelo Sarovic.
Durante más de un año, la dupla se hizo cargo de gestionar la construcción de maquetas a gran escala de siete edificios emblemáticos de la región (algunas de más de un metro y medio de alto) que serán una de las grandes atracción de la muestra. Los modelos, ejecutados por un equipo de 12 estudiantes de la Universidad Católica, viajaron hace unas semanas a Nueva York y en los próximos días serán montados en las salas.
De Chile, los edificios escogidos por los curadores del MoMA fueron la Cepal, sede de las Naciones Unidas en Santiago diseñado por Emilio Duhart, inaugurado en 1966, y la Capilla del Monasterio Benedictino, de Gabriel Guarda y Martín Correa, que data de 1964.
"La Cepal es una especie de cúspide del modernismo en Chile, cumple con una serie de principios: las plantas libres, estructuras colgantes y el triunfo del hormigón. El caso de los Benedictinos es un desafío diferente, un sofisticado trabajo con la luz que afecta la espacialidad interior. Estar adentro y ver pasar el día es una experiencia. Es un edificio muy vigente", explica el arquitecto Marcelo Sarovic.
Las otras cinco obras que son representadas en maquetas son el Teatro San Martín y el Banco de Londres de Argentina, el edificio Celanese de México, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de Brasil y la CVG de Guayana, Venezuela. "Todos los edificios reflejan un espíritu de la época, Cepal y FAU, por ejemplo, comparten el tema de pilares que sostienen bloques que se suspenden y por donde el aire circula libremente", cuenta Sarovic.
Para la realización de las maquetas se hizo una exhaustiva investigación de documentos, archivos y planos, los que en algunos casos estaban incompletos. "La idea fue comprender cómo se construyeron. Cada modelo no es sólo una representación visual de la obra, sino que imita su sistema constructivo", señala Jeannette Plaut. Todo el proyecto se desplegará en un libro que será presentado en junio en el MoMA. Luego la exposición junto con las maquetas se exhibirán en México.
La muestra en Nueva York vuelve a poner énfasis en el caso brasileño, verdadera punta de lanza del movimiento moderno, sobre todo con el ejemplo de Brasilia, la capital federal que fue completamente pensada y ejecutada para seguir los preceptos de amplitud y monumentalidad. "Por su uso del hormigón, Brasil tiene reconocimiento internacional, mientras que los otros países van avanzando cada uno con sus propios matices. En Chile, el desarrollo de la vivienda colectiva bajo el modelo moderno fue uno de los aportes, como por ejemplo la Unidad Vecinal Portales", dice Sarovic.
En Latinoamérica fue el Estado el que muchas veces impulsó la construcción de edificios públicos y viviendas sociales con un toque modernista, al contrario de Europa, donde brillaron los proyectos autorales. En los años 80, sin embargo, el movimiento moderno se fue apagando por una consecuencia natural (los arquitectos maestros fallecieron) y política (las ideologías socialistas que adhirieron al modernismo también se desmoronaron).
"El movimiento se fue socavando desde su propio gremio. Hoy hay un nuevo interés en el modernismo y en rescatar sus valores: la funcionalidad, el uso de lo orgánico y el rechazo de los ornamentos", concluye Marcelo Sarovic.
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