Esta final de la NBA entre Golden State y Cleveland no necesitaba mayor presentación. La sola presencia de Lebron James y Stephen Curry, los dos mejores jugadores del mundo, frente a frente le daban un condimento espectacular a una definición que en el papel luce como la mejor de los últimos años.
Pero tanto se habló de las dos estrellas, de la posibilidad del cambio de mando en el trono de la NBA, que al menos en el primer juego aquello no apareció. O al menos, Curry no se dio cita en el juego. Pero aquello no le importó a los Warriors, que echaron mano a su banquillo para quedarse con el duelo 104-89.
Lo de Curry ante los Cavaliers fue fatal. Apenas 11 puntos en 36 minutos que estuvo en cancha, con un acierto de 4 de 15 lanzamientos. Pero quizás lo más llamativo fue la larga estadía en el banquillo mientras sus compañeros liquidaban el partido temprano en el último cuarto.
La imagen del escolta, MVP de la temporada por masacre, con su cabeza envuelta en una toalla, con la vista no precisamente en el juego, reflejaban su decepción. Afortunadamente para Golden State, los habituales actores secundarios de su reparto aparecieron con actuaciones brillantes. Y aquello no tuvo respuesta por parte de Cleveland.
A diferencia de lo que había ocurrido en las finales de conferencia, esta vez sí asomaron la cabeza los integrantes de la segunda alineación, especialmente el trío conformado por Iguodala, Livingstone y Barbosa. Entre los tres anotaron 43 puntos, poco menos de la mitad del total del equipo. Por el lado de los Cavaliers, los suplentes apenas sumaron 10.
Como se ve, ahí estuvo la clave del primer duelo. Ni siquiera el esfuerzo de Lebron James y Kyrie Irving, que entre los sumaron 49 puntos, le permitió a Cleveland mantenerse cerca en los últimos 12 minutos.
Habrá que ver cuáles serán los ajustes que hará Cleveland para intentar emparejar la serie el domingo. Por ahora, logró frenar a Curry y también a Thompson, pero aquello no parece ser suficiente. La diferencia por ahora está en el banquillo.