CADA verano, las frías aguas cercanas a la Antártica son escenario de los enfrentamientos entre buques japoneses y los de la organización Sea Shepherd. Los primeros, capturan ballenas para estudiar su población y volver a una caza comercial sustentable en el futuro. Los segundos, creen que Japón miente y tratan de impedir la muerte de ballenas minke, jorobadas y de aleta.
Dicha batalla ahora salió del mar y se trasladó al Tribunal Internacional de La Haya, pero son Australia y Nueva Zelandia los que se enfrentan a Japón para que termine con la caza, que los demandantes consideran ilegal. "Japón trata de encubrir su caza comercial de ballenas en la bata de laboratorio de la ciencia", dijo el agente australiano Bill Campbell, ante el tribunal, a fines de junio, cuando comenzaba la primera parte de los alegatos del juicio.
Su acusación se basa en que Japón actúa de mala fe, cubriendo la caza comercial con la etiqueta de investigación científica y al filo del territorio considerado Santuario Ballenero Austral. Australia insiste en que hoy existen métodos que hacen innecesaria la muerte del animal para investigar su población (ver recuadro) y que matar ballenas para la investigación "sólo tiene sentido si hay una pregunta significativa que responder". No es el caso, afirman. Y determinar su edad -el único caso donde es necesario hacerlo- es, a juicio de los expertos, irrelevante. E incluso si fuera necesario, no hay motivos para que sea a la escala en que Japón lo hace.
Desde 1986, en que comenzó a regir la moratoria de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que determinó el fin de la caza comercial, Japón ha capturado unas 14 mil ballenas, usando un permiso especial para investigación científica, que los obliga a aprovechar el máximo de cada animal. Por lo mismo, aunque parte de las ballenas cazadas son usadas con ese fin, casi su totalidad termina en supermercados y restaurantes.
La moratoria surgió por la caza indiscriminada entre 1910 y 1979, que se cifró en 2.400.000 ejemplares y mermó su población.
DEFENSA NIPONA
Japón, país con tradición ballenera, defiende su derecho a investigar con métodos letales para, en el futuro, lograr que se apruebe la caza sostenible. "Es cierto que Japón lleva y mata a las ballenas", dijo ante el tribunal el viceministro de Relaciones Exteriores japonés, Koji Tsuruoka. "¿Deberíamos estar avergonzados de ello? Aunque algunas personas creen que deberíamos, eso no quiere decir que estamos violando el derecho internacional".
Los japoneses sostienen que la demanda australiana se basa en motivos emocionales y que tratan de imponer su cultura. Aseguran que su acción no daña a las poblaciones y que ballenas como la minke no están en peligro.
Noriyuki Shikata, diplomático vocero de la delegación japonesa, dijo a La Tercera que están confiados en ganar el juicio, basado en que no violan la ley internacional y en que su programa está diseñado para hacer ciencia que llevará a demostrar que es posible realizar la caza sostenible. "La recolección de datos es indispensable para comprender la condición de las ballenas minke en la Antártica, el programa actúa de acuerdo a la CBI y entrega información científica útil a ella".
Hoy los jueces escucharán los argumentos de Nueva Zelandia, para continuar con una segunda ronda de alegatos que terminarán el 16 de julio. Sólo a fin de año habrá un veredicto. Todos los países dijeron que acatarán la decisión, aunque Australia anunció que insistirá en que Japón cambie la matanza por seguimiento satelital de las ballenas.