"La golpiza era tan intensa. Era como si tuvieras un clavo y trataras una y otra vez de ponerlo en una roca. Era imposible, pero ellos seguían. Yo deseaba que me cortaran las piernas en lugar de que las continuaran golpeando". Así describió el sirio Sameer a Amnistía Internacional la tortura a la que fueron sometidos los reclusos de Saydnaya.

Según la organización, el presidio ubicado al norte de Damasco, se ha convertido en los últimos cinco años en un "matadero humano" y unas 13.000 personas, la mayoría civiles que se cree que eran opositores al régimen de Basher Assad, podrían haber muerto allí ahorcadas extrajudicialmente. En un informe de agosto pasado, Amnistía Internacional calculaba que desde que comenzó la crisis siria en 2011 habían muerto en las prisiones de ese país más de 17.000 personas, producto de las condiciones inhumanas y la tortura.

Las conclusiones del actual reporte se basan en una investigación realizada durante un año, desde diciembre de 2015 hasta diciembre de 2016, en la que se hicieron entrevistas directas a 84 testigos, entre los que había ex guardias y funcionarios de Saydnaya, reclusos, jueces y abogados, así como expertos nacionales e internacionales en la privación de libertad en Siria.

Así, entre 2011 y 2015 grupos de unos 50 reclusos eran ahorcados una o dos veces por semana en mitad de la noche y en secreto en ese centro penitenciario, una práctica que -según Amnistía- es posible que continúe rigiendo.

Los ahorcamientos solían producirse los lunes o los miércoles. Los prisioneros eran llamados por sus nombres y se les comunicaba que iban a ser trasladados a otras cárceles, pero, en realidad, eran transferidos con los ojos vendados a otra celda, donde eran golpeados y después llevados a otro edificio para ser ahorcados. "Los tienen (colgados) allí 10 o 15 minutos. Algunos no morían porque pesaban poco. En el caso de los jóvenes, su peso no los mataba. Los ayudantes de los funcionarios los bajaban y les rompían el cuello", aseguró un ex juez que presenció los ahorcamientos.

Antes de ser ahorcados, los reclusos pasaban por un Tribunal Militar de Campaña, donde ninguno era sometido a juicio. Según Amnistía, "el tribunal" actúa fuera del marco judicial sirio. "El juez preguntará al detenido su nombre y si ha cometido el delito. Sea cual sea la respuesta, será declarado culpable", dijo el juez. Las sentencias condenatorias dictadas por este presunto tribunal se basan en confesiones falsas obtenidas mediante tortura, precisó Amnistía, agregando que, en su mayoría, los detenidos han sido sometidos a desaparición forzosa.

Amnistía ya había revelado en 2016 que en invierno, con temperaturas bajo cero, los presos no recibían frazadas. Y que se usaban neumáticos, barras de metal, cables eléctricos y cinturones como instrumentos de tortura.

Las salas de confinamiento, 48 en total en una de las alas del edificio, según un ex detenido, miden 1,8 metros por 2 ó 2,5 y reciben luz por pequeños orificios solamente entre las 13.00 y las 17:30. El suministro de alimentos y agua se interrumpe regularmente. Cuando llevan la comida, los guardias suelen esparcirla en el suelo de la celda, donde se mezcla con la sangre y la tierra. Los escasos reclusos que salen de Saydnaya suelen pesar la mitad de lo que pesaban al llegar.

"Todos los días había uno o dos muertos en nuestro pabellón. El guardia nos preguntaba cuántos teníamos. Decía: 'sala número uno, ¿cuántos? y así sucesivamente. En una ocasión, llegaron los guardias, sala por sala, y nos pegaron. Ese día murieron 13 personas en nuestro pabellón", dijo Nader, ex recluso de Saydnaya.