No llegó hoy. El hombre que durante estos últimos tres años ha cultivado la rutinaria costumbre de aparecer los lunes, miércoles y viernes por Pío Nono, y entrar puntualmente a las 8.30 am para dictar su cátedra de Derecho Procesal en la Universidad de Chile, no llegó hoy miércoles 25 de enero, porque su cuerpo no lo permitió. Porque una calcificación en su hombro y en su espalda le produjo a este abogado de 46 años una punzada suficiente como para que unos días antes  su doctor le diera la lógica indicación de guardar reposo.

Y eso, en el caso de Sabas Chahuán, se traducía en la imposibilidad de impartir la última clase de Procesal IV que podría dar este prolongado segundo semestre de 2011 que, por los paros y tomas, se cerrará los primeros días de febrero de 2012. Pasaba, según explicó uno de sus asesores, que el viernes el fiscal nacional tenía programadas sus vacaciones y que, por eso, la clase de hoy sería una suerte de despedida de sus alumnos de tercer año que llegaron a sentarse a las butacas de la sala 12, bautizada también como José Victorino Lastarria. 

Pero la salud del fiscal dijo otra cosa. Y la que finalmente llegó hoy, igual que el lunes, fue Alejandra Vera, la ayudante que también trabaja con él en el Ministerio Público y a quien Chahuán le confesó la razón de por qué su hombro le molestaba tanto: no había ido al médico antes y había decidido aguantar el dolor demasiado tiempo. 

Pero Alejandra, que contaría todo esto caminado por los pasillos de granito de la Escuela de Derecho, cerca de las 9.40 de esa mañana, no estaba en una posición donde pudiera explicar mucho más.

Su jefe no se lo había permitido.

1.
Hay una página en internet llamada Wikibello. El sitio, como explican en la Escuela de Derecho, no es una publicación oficial, sino más bien un lugar donde un grupo de alumnos que estudian en Pío Nono sube apuntes de clases y pequeños perfiles de sus profesores.

Si uno busca allí lo que se dice sobre Sabas Chahuán, se encuentra con opiniones anónimas que comentan cosas como éstas: "Las clases son casi un monólogo del 'Club de la comedia'. Aunque también les pregunta a los alumnos algunas cosas, acepta opiniones y cosas por el estilo. Es lo más parecido a estar en un asado, faltando la parrilla y el delantal". También hay otras situaciones descritas, en las que el fiscal habría dicho: "Yo no tengo nada en contra de los anarquistas, salvo que estén poniendo bombas", "el primer requisito para ser fiscal nacional es, obviamente, ser muy buenmozo, como ya ven" o, como pasó cuando un estudiante llegó sin su Código a clases, el profesor Chahuán le habría sugerido: "Para leer el artículo, pídale prestado a su compañera el cuerpo... legal".

Mientras uno lee el perfil de siete subtítulos y casi 13 mil caracteres, se produce una suerte de extrañeza. Porque el Sabas Chahuán que uno ve en los noticieros y que lee en los diarios no se parece al profesor que sale descrito ahí. El fiscal nacional que uno ha visto es tan medido que incluso cuando se filtró un video en el que el ministro Rodrigo Hinzpeter le dedica una canción de Juan Gabriel durante una celebración de fin de año en La Moneda -en medio de una polémica por críticas cruzadas debido al aumento de la delincuencia-, el hombre ni se agitó. Y seis días más tarde, en la celebración de Januca en el Palacio de Gobierno, respondió  seco cuando la prensa le preguntó qué canción le dedicaría a Hinzpeter: "Yo sólo le dedico canciones a mi señora".

Una explicación para entender a esas dos personas tan disímiles que parecen convivir en el cuerpo del fiscal la daría un alumno que tomó con Chahuán el primer ramo que dictó como profesor:

-Una de las primeras cosas que nos dijo fue que de la puerta para afuera era una persona y que para adentro era otra. Por eso cambiaba un poco el switch. Que afuera tenía que cuidarse y comportarse y ser serio, porque era el fiscal nacional. Pero que dentro de la sala, nos olvidáramos de eso.

2.
Los datos dicen que Sabas Chahuán -fiscal nacional desde noviembre de 2007- empezó a dar clases el primer semestre del 2009, que enseña el ciclo de cinco ramos de Derecho Procesal, que ya lleva seis semestres en la Escuela de Derecho y que cada ramo que enseña cuenta con cerca de 65 alumnos. Según explica una ex alumna, entre 10 y 15 personas terminan reprobando el curso. Y agrega que de los cuatro profesores que actualmente dictan Procesal IV (Juan Pablo Pomés, Pierino Perazzo, Raúl Tavolari y Sabas Chahuán), el porcentaje de reprobación en la cátedra del fiscal sería de los más altos.  

Por reglamento de la escuela, sus evaluaciones consisten en dos pruebas parciales, donde tiende a descontar una respuesta buena por cada tres malas, y un examen que vale el 40% de la nota final. El ramo exige también asistir, a lo menos, al 50% de las clases. Por este servicio, según el sitio de transparencia de la Universidad de Chile, el fiscal nacional envió dos boletas el 2011.

La primera, que cubre del 1 de marzo al 31 de julio, por $ 2.777.778, y la segunda, del 1 de noviembre al 31 de diciembre, por $ 1.111.112.

Pero todos estos números, toda esta información, olvidan algo, que no son capaces de retratar: las historias que se acumulan en una cátedra de Chahuán.

3.
Las clases parten así: con un hombre que llega a la sala 12 escoltado de uno o dos guardaespaldas del Ministerio Público que lo esperan afuera, y que al entrar y ver que tiene un curso demasiado grande después de pasar la lista, empieza a repetir una frase que podría funcionar como una suerte de mantra.

Dice "quiero reducir este curso". 

Dice: "Si se pueden cambiar, cámbiense. Hay profes súper buenos y otros malos. Ustedes vean. Si quieren sacarse mejor nota, vayan con los fáciles. O si quieren aprender más, vayan con los difíciles. Pero váyanse".

La sala de Chahuán, que siempre es la misma, queda en el segundo piso y es un auditorio con piso de madera y butacas antiguas para aproximadamente 100 personas. Chahuán mira a los alumnos hacia arriba y tiene dos pequeños ventanales con vistas poco atractivas a los costados: el de su izquierda da a un patio interior de la Universidad Andrés Bello y el de la derecha, al tráfico de Santa María y las aguas oscuras del Mapocho. El fiscal, que en el fútbol es hincha de Palestino, siente que entrar del pasillo a la sala 12 es un poco como pasar del camarín a la cancha. Que ahí dentro es donde se ve si funcionan las cosas que preparó en la semana.

-El es muy histriónico como profesor -recuerda un ex alumno-. Es casi como una versión de stand up comedy. Tiene una rutina preparada. De hecho, una vez se lo preguntamos y es verdad: él piensa en chistes para contar en clases.

Los chistes siguen distintas inspiraciones. Puede pasar, como cuenta una de sus actuales alumnas, que entre a la clase cantando "Querida", la misma canción de Juan Gabriel que le dedicó Hinzpeter. O que, como sucedió cuando vio que tenía un alumno de apellido judío, entre con un chiste:

-Primo -le dijo a su alumno-, ¿usted sabe el chiste de cómo se inventó el alambre? Fue un árabe y un judío peleándose una moneda.

Y después, cuando nadie se reía, el fiscal remató diciendo:

- Oh, qué fome. Quedó pasado a talla.

En un ramo como Derecho Procesal, que tiene que ver con plazos, formalidades, escritos y procedimientos para cada situación dentro de los diversos tipos de tribunales, y que, por lo tanto, es un curso que requiere de más memoria que de debate, había alumnos que preferían el método Chahuán que mezclaba materia con tallas.  

Dominique Martinson, que tomó con él en el primer semestre de 2010, recuerda: "Pasaba harta materia en clases y para las pruebas había que leer harto, como el Manual de Maturana. De hecho, lo que hacía Chahuán era repetir de memoria toda esa separata de Maturana. Era impresionante cómo era capaz de hacerlo palabra por palabra, sin equivocarse. Tenía una memoria espectacular".

En esas clases de 70 minutos que el fiscal hace saltando de una idea a otra, sin otro recurso que su propio histrionismo para mantener despiertos a los alumnos en un curso tan importante como árido, pasa a veces que lanza preguntas casi imposibles al aire, prometiendo un siete a quien responda. Y que cuando ve que nadie puede hacerlo, grite: "¡Yes, yes!", casi con el mismo entusiasmo con que molesta a los alumnos que llegan más de 15 minutos tarde.

Porque cuando eso sucede, es normal que Chahuán tome una de dos opciones. Que haga comentarios como "estuvo bueno el carrete", "parece que se quedó atrapado en las sábanas", o que haga lo otro: que se plante frente al alumno atrasado y le pregunte: "¿Para qué viene si las clases son tan refomes?".

Y ese estilo genera dos tipos de respuestas entre sus alumnos, como ellos mismo reconocen: están los que lo siguen todos los cursos de Derecho Procesal, porque les parece novedoso su enfoque, y los que buscan cambiarse en cuanto pueden, porque lo consideran un profesor disperso y poco esquemático.
 
4.
El último día que hizo clases, el viernes 20 de enero, cuando les mostró a sus alumnos las etapas de la investigación del proceso, el profesor Sabas Chahuán se encontró con la inusual petición periodística de que le permitiera a un reportero ir de oyente a su clase. Sin preguntas. Sin interrupciones. Sin llamar la atención. Su respuesta fue breve, definitiva y monosilábica: "No".

Sus motivos, argumentó, eran que un periodista dentro de la sala 12 lo cohibiría.  Y eso, suponemos, inhibiría su estilo que se caracteriza por molestar siempre al alumno de pelo más largo, que obliga a leer el Código con "voz de hombre" a quienes lo hacen muy despacio y que es capaz de encontrarle un sobrenombre a cada apellido en su lista. Chahuán siempre se preocupa de hacer esto con respeto, sin pasar a llevar a sus alumnos. Muchos recuerdan esas bromas en sus cursos: a un estudiante llamado Francisco Bilbao le hablaba constantemente de sus antepasados; a una chica de apellido Ariztía le preguntaba siempre por la situación de sus pollos, y que un alumno de nombre Alejandro Montero debió acostumbrarse a que humorísticamente lo llamara Mitsubishi, porque su apellido le recordaba el modelo de jeeps de la fabricante japonesa.

Aunque también había algo más. Un amigo del Ministerio Público que también ejerce la docencia en la Escuela de Derecho, explica en la cafetería del subsuelo de la facultad que uno de los motivos de por qué Chahuán aceptó tomar el ramo es porque él lo ve como una forma de "trascender". Que Chahuán, que se tituló aquí en 1988, hace clases para ofrecer una forma de enseñar distinta de la que él tuvo.

-Cuando nosotros estudiábamos -dice su amigo-, la escuela estaba más orientada a lo dogmático y teórico. Era mucho más formal en lo estético y metodológico. Y a él no le gustaba. Por eso, hace clases de la forma en que las hace. Para captar la atención del alumno a través del quiebre de la formalidad y luego entregar sus conocimientos.

¿Pero por qué es tan celoso de ellas? ¿Por qué no deja entrar?

Porque la clase es el único lugar donde puede descomprimirse.

Aquí, el profesor empieza a recitar la segunda parte de su explicación:

-Mira, el artículo 62 de la Ley Orgánica del Ministerio Público dice que las funciones de los fiscales del Ministerio Público son de dedicación exclusiva, e incompatibles con toda otra función o empleo remunerado con fondos públicos o privados. Dice también que, excepcionalmente, podrán desempeñar cargos docentes de hasta un máximo de seis horas semanales, en cuyo caso deberán prolongar su jornada para compensar las horas que no hayan podido trabajar por causa del desempeño de los empleos compatibles. Con esto te quiero decir que cada vez que Sabas da una clase, tiene que pedirle autorización a Recursos Humanos y quedarse trabajando más tarde ese día para recuperar esas horas.

Entonces, ¿por qué lo hace?

Porque dentro de la sala de clases es el único lugar donde puede comentar lo que quiera, opinar y dejar de ser el fiscal nacional. Porque ahí, en la sala 12, es donde Sabas puede ser libre.